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Cada año en el segundo Domingo de Pascua celebramos el «Domingo de la Divina Misericordia». El mensaje de este día es una proclamación y al mismo tiempo una invitación. El Papa Juan Pablo II en su homilía durante la Misa de este domingo en el año 2000 dijo… «Den gracias al Señor porque él es bueno; su amor eterno perdura para siempre» (Salmo 118:1). “Así, la Iglesia canta en la Octava de Pascua, como si recibiera de los labios de Cristo estas palabras del Salmo; de los labios de Cristo resucitado, quien trae el gran mensaje de misericordia divina y confía su ministerio a los Apóstoles en el Cenáculo: ‘La paz sea con ustedes. Como el Padre me envió, así también los envío yo… Reciban el Espíritu Santo. Si ustedes perdonan los pecados de alguien, le son perdonados…’”

Como Oblatos de María Inmaculada, oímos proclamar esta buena nueva, ya que necesitamos el perdón y la misericordia de Dios, puesto que seguimos en el camino en el que, a menudo, caemos. Conocemos bien nuestra historia oblata, llena de actividades heroicas y eventos, pero también no exenta de tragedias dolorosas e incluso vergonzosas. Dios se acerca a nosotros con su tierno amor, ofreciéndonos perdón y llamándonos a la conversión.

«Como el Padre me envió, así también los envío yo…», eso también es una invitación para nosotros. San Eugenio de Mazenod escribió al Padre Guigues el 20 de febrero de 1837: «Somos los ministros de su misericordia, por lo tanto, tengamos siempre la ternura de un padre hacia todos»; esa es la invitación no solo de anunciar la gran misericordia de Dios a las personas, sino también de ser para ellas como un padre amoroso. Uno de los elementos de nuestro carisma oblato es difundir la misericordia de Dios entre su gente.

En estos días en Roma, hemos celebrado reuniones de tres comités generales: Comisión para la Misión con Jóvenes, Comité General de Finanzas y el Comité Permanente de Constituciones y Reglamentos.
Me preguntaba: ¿podríamos conectar todas estas reuniones, que están ligadas al proceso de sinodalidad en el que vivimos en la Iglesia, con el mensaje de misericordia de Dios? ¡Creo que sí! Escuchar a los demás, conocer experiencias diferentes, buenas y dolorosas, y tomar decisiones después de conocer las historias de las personas es señal de amor y misericordia.

¡Feliz tiempo de Pascua!

Antoni BOCHM, OMI