OMIWORLD


Frente a todo lo escuchado y experimentado en este tiempo, nos encontramos en una encrucijada, y tenemos una opción. Podemos optar por reforzar nuestras defensas, valernos por nosotros mismos y permanecer tan cómodos como po­damos durante el mayor tiempo posible, o podemos optar por abrazar nuestra vulnerabilidad, dar a luz una nueva forma de ser. La pregunta sigue siendo: ¿Qué camino elegiremos?

El método que Papa Francisco nos propone haciendo la “Conversación en el Espíritu” es nuestra oportunidad, el tiempo de que di­sponemos juntos, para dejar que las cosas penetren y ponernos en contacto con lo que la vida está tratando de decirnos. En estas encrucijadas de gracia, en medio del torbellino del cambio, ¿cuál podría ser la invitación más profunda? ¿Qué es lo que necesitamos hacer para escuchar el latido del corazón de lo nuevo? ¿Qué significa abra­zar nuestra vulnerabilidad y su potencial transformador?

Con cada nuevo ciclo de vida, para que podamos crecer, no solo debemos reconocer humildemente nuestra vulnerabilidad, sino que también debemos abrazarla. En otras palabras, abrazar nuestra vulnerabilidad es parte integrante del trabajo interior e interpersonal de transformación. No se trata de si les gusta o no ser vulnerables. La pregunta es: ¿Podemos ver su valor? y, por lo tanto, ¿elegiremos abrazar este tipo de trabajo del corazón por el potencial transformador que tiene?

Nuestro futuro depende de nuestra capacidad para tomar decisiones sabias. Necesitamos reconocer la vulnerabilidad colectiva que todos debemos abrazar, afrontar y asociarnos en este trabajo de transformación. Nuestro futuro depende de nuestra voluntad de unirnos a través de la colaboración intergeneracional, interdisciplinar, interreligiosa, intercultural.

La buena noticia es que como vida religiosa no nos estamos muriendo; nos estamos transformando, tal como lo ha hecho a través de muchos cambios en el ciclo de vida desde el tiempo de Jesús. ¡La buena noticia es que nosotros somos parte de este gran cambio!

La única certeza, quizás, es que Dios está con nosotros y no nos abandonará. Este es el pacto de Dios con nosotros. La buena noticia es que la muerte, si bien es parte de esta transición, no tendrá la última palabra. Esta transformación cíclica es natural en todos los sistemas vivos. La muerte nunca es la última palabra; siempre es un nuevo comienzo. Esta es la promesa de Dios: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto?” (Juan 11,25-26).

Nuestra Vida religiosa resurgirá. Pero hay decisiones difíciles por delante, y no soluciones rápidas o soluciones listas para usar. Todas las opciones que tenemos exigirán un trabajo duro. Se está produciendo un gran cambio en nuestro planeta así como en nuestra vida religiosa misionera.

Jorge ALBERGATI, OMI
Consejero General para América Latina