Nacimiento en Lunel – Viel (Hérault), 4 de julio, 1791
Ordenación en Montpellier, 20 de mayo, 1815
Toma de hábito en Saint-Just, 22 de julio, 1828
Oblación en Saint-Just, 22 de julio, 1829 (nº 37)
Muerte en el Calvario, Marsella, 10 de enero, 1831.

José Teodoro Marcial Capmas nació en Lunel-Viel diócesis de Montpellier, el 4 de julio de 1791. Fue ordenado sacerdote en Montpellier, el 20 de mayo de 1815 por Monseñor M. N. Fournier y, a los 37 años, comenzó su noviciado en San Justo, cerca de Marsella. Durante su noviciado, en noviembre-diciembre de 1828, tomó parte en la misión de Bourg d’Oisans, en la diócesis de Grenoble, con los padres Mie, Guibert y Jeancard. El 16 de julio de 1829, el padre de Mazenod escribe al padre Tempier que el padre Capmas “convertido en maestro de novicios”, puede ausentarse media jornada en la semana para ir a confesar a las Hermanas de San Carlos. En efecto, parece que el padre fue maestro de novicios en San Justo de julio a noviembre de 1829, después del padre Guigues y antes del padre Honorat. Probablemente fue nombrado, no antes del 16 de julio, sino a partir de su oblación, el 22 de julio de 1829, (en caso contrario, habría sido por unos días su propio maestro de novicios).

En 1830, está en Notre-Dame de Laus y acompaña al padre Guibert en la misión. El 7 de abril de 1830, éste escribe al Fundador que el padre Capmas “ha comprendido perfectamente el objetivo de las misiones, predica tanto para el pueblo como para las personas instruidas; su celo es infatigable, nada lo desanima. Muchas veces me vi obligado a moderar su ardor y a obligarlo a ciertos alivios en su obra.”

En la primavera de 1830, fue instrumento involuntario de un accidente deplorable. Al volver de un retiro, predicado en el seminario de Embrun, su caballo se desboca al bajar una pendiente pronunciada. El misionero no logra dominarlo. Al pasar cerca de un grupo de viajeros, que se habían dispersado a causa de los fuertes gritos, un hombre fue alcanzado y derribado. Muere algunos días después como consecuencia de una enfermedad anterior, dice un médico; como consecuencia de la caída provocada por el caballo, afirma otro médico. Las autoridades judiciales de Embrun entregan al padre Capmas a la policía correccional. Fue entonces condenado a tres meses de prisión, 50 francos de multa y 1200 francos por daños y perjuicios hacia la parte civil. El padre Guibert apela ante la Corte de Gap. La instrucción de la causa recomienza en Gap en apelación y termina con un juicio en que fue totalmente exculpado; pues esa muerte no podía ser atribuida ni a la imprudencia, ni a la negligencia, ni a la torpeza del padre.

El padre Capmas fue luego llamado al Calvario en Marsella y trabaja en el Lazareto, gran hospital de Marsella, donde se tratan enfermedades contagiosas. El padre se contagia y muere el 10 de enero de 1831. El Fundador está entonces en Niza junto a su tío. El día 14 escribe al padre Tempier, quien le había anunciado esta triste noticia: “Hemos quedado privados de uno de nuestros mejores hermanos, capaz en todos los ministerios y con todo sencillo y obediente, siempre dispuesto a cumplir con su deber, desempeñándose bien y mostrando menos pretensiones que un niño. ¡Dios sea bendito! Esto repetiremos siempre, tanto en la adversidad y en las mayores penas, como en la prosperidad y la bonanza. Lo que aumenta mi pesar es que nuestro querido difunto no haya podido recibir el santo Viático. Pido a Dios todos los días, en el santo sacrificio, no verme privado de esta felicidad a la hora de mi muerte. Los médicos deberían haberle prevenido antes a usted del peligro, no deben esperar para avisarle a que un hombre esté delirando; será una lección para estar atentos en otra ocasión. Sin embargo, la comunión que se le dio la noche del primer día del año habrá suplido la falta del santo Viático y nuestro pobre enfermo habrá recibido, confío en la bondad de Dios, toda la ayuda sobrenatural y extraordinaria que necesitaba en ese momento extremo. El Señor habrá tomado en cuenta el amor que lo llevó a solicitar encerrarse en el Lazareto para prodigar los auxilios de su ministerio, a tantos soldados aquejados de enfermedades endémicas de África; finalmente, murió en el seno de la Sociedad, lo cual es una señal de predestinación. No nos queda más que aplicarle los sufragios a los que tiene derecho, por medio de los cuales su alma entrará cuanto antes en la plena posesión de este Dios tan bueno y tan fiel a sus promesas, que fue su porción y que debe ser su recompensa.”

Por su parte, el padre Guibert escribe al padre Tempier, el 17 de enero: “No se imagina hasta qué punto estoy afligido por la pérdida de ese digno padre; nuestra amistad había nacido en nuestras giras apostólicas. Es imposible expresarle todo el bien que ha realizado en la diócesis de Gap. Por ello lo considero un verdadero mártir de la caridad. Fueron sus piadosos excesos los que lo condujeron a la tumba.”

Yvon Beaudoin, O.M.I.