Carta del Superior General a la Congregación
para la fiesta de San Eugenio de Mazenod
21 de mayo de 2019

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Mis queridos hermanos Oblatos,
Hermanos y hermanas nuestros que viven el Carisma Oblato,

La fiesta de S. Eugenio de Mazenod siempre nos trae un deseo renovado de vivir con mayor fidelidad, tal y como él insistía: entre vosotros la caridad y fuera el celo por la salvación de las almas. ¡Que éste sea un día especial de oración, de comunión y de gozosa celebración!

Muy pronto, en julio, los superiores mayores de la Congregación nos reuniremos en la sesión Intercapitular de Obra, Polonia. Evaluaremos cómo se han llevado a cabo las decisiones que tomó el Capítulo general de 2016 y cómo implementarlas más y mejor. Recen, por favor, al Espíritu Santo para que podamos responder a las instrucciones del Capítulo de manera más efectiva.

El pasado mes de enero, los miembros del Gobierno central pasamos varios días en Palermo, Sicilia, siguiendo los pasos de Eugenio de Mazenod. Fue en Palermo donde pasó la última etapa de su exilio, de 1799 a 1802, antes de volver definitivamente a Francia. Debió haber vivido allí entre los 17 y los 20 años de edad. En nuestra peregrinación nos guiaron un miembro de la AMMI, Enzo David, y la presidente del instituto secular, las Cooperadoras Oblatas Misioneras de la Inmaculada (COMI), Ileana Chinnici.

Pasamos horas y horas en las calles de Palermo, visitando los lugares en los que vivió Eugenio, los palazzi de importantes familias cuyos círculos él frecuentaba y las iglesias a las que asistía. Le acompañamos en su vida de joven noble, haciendo diversas paradas en las que leíamos extractos de sus cartas y memorias. Pudimos tocar así distintos aspectos de la personalidad de Eugenio y reconocimos algunas experiencias de su estancia en Palermo que sin duda dejaron una impronta en su personalidad, en su futuro y en el carisma Oblato.

Visitamos lo que fue un barrio de curtidores de cuero, con gente trabajadora de clase media, donde se alojó en este periodo. Vivió entre trabajadores, se encontró con ellos en las calles, los vio lavando las pieles de animales en el río y trabajando en sus tiendas. Se hizo consciente de su duro trabajo y de su difícil situación.

Además, su cercanía a la familia Cannizzaro y, en especial a la Duquesa, a quien amaba como a una madre, tuvo una importante influencia en él. Su presencia y su profundo amor maternal no sólo fueron muy significativos en estos años de juventud, cuando su propia madre ya había regresado a Francia, la Duquesa también era una mujer de fe e implicó a Eugenio en muchas de sus obras de caridad en favor de los pobres. Este ministerio le puso en contacto directo con las dificultades que experimentaban la mayoría de los habitantes más desfavorecidos de Palermo y, sin duda, aumentó en él la compasión y la preocupación por los pobres.

Al echar la mirada doscientos años atrás, a este periodo, podemos afirmar que sin duda contribuyó en la formación de un hombre cuyo primer sermón en la Madeleine nos llena de orgullo y expresa nuestra forma de contemplar los rostros de los pobres.

“Venid ahora a aprender de nosotros lo que sois a los ojos de la fe. Pobres de Jesucristo, afligidos, desgraciados, enfermos, cubiertos de llagas, etc., vosotros todos, agobiados por la miseria, hermanos míos, mis queridos hermanos, mis respetables hermanos, escuchadme. Sois los hijos de Dios, los hermanos de Jesucristo, los coherederos de su Reino eterno, la parcela escogida de su herencia; como dice San Pedro, sois la nación santa, sois reyes, sois sacerdotes, sois, en cierta manera, dioses: Dii estis filii Exelsi omnes.”

La vida de Eugenio en Sicilia hizo que estuviera más cerca de los pobres, que fuera más consciente de las dificultades que afrontaban cada día, de su amor hacia ellos y de su respeto por su dignidad de hijos e hijas amados por Dios.

Además de visitar lugares que guardan relación con Eugenio, mencionados en sus cartas de estos años, también acompañamos a los oblatos actuales y a los miembros de la Asociación Misionera de María Inmaculada (AMMI) y de las COMI que viven hoy el carisma oblato. Fue impactante ver el nuevo lugar en el que trabajan los oblatos, en el corazón de Palermo, la parroquia de San Nicolás de Tolentino, recientemente aceptada por la Provincia Mediterránea. En esta parroquia se ha establecido una comunidad internacional de Oblatos con un sentido y una pastoral netamente misioneros.

Dos oblatos han trabajado con migrantes y refugiados durante muchos años, a la vez que vivían con otros Oblatos en la parroquia de la Madonna delle Grazie, en las afueras de Palermo. Iban y venían cada día a la parte antigua de Palermo, donde se agrupaban los migrantes y refugiados. Los Oblatos destacaban que el nuevo ministerio de San Nicolás es innovador en dos aspectos.

Primero, porque el ministerio con inmigrantes y refugiados será un ministerio común para todos los miembros de la comunidad apostólica oblata, con la parroquia como base. Integra en la misión de forma activa y en diversas maneras a laicos asociados, jóvenes que comparten el carisma oblato y miembros de las COMI. La otra dimensión nueva de esta comunidad apostólica es que los Oblatos viven en la casa parroquial, justo en medio de los pobres, entre los numerosos inmigrantes y refugiados que llegan a Sicilia provenientes de todo el mundo.

El 27 de enero, los miembros del Gobierno Central celebramos la eucaristía con los oblatos de la comunidad local de la Iglesia de S. Nicolás. Estaba llena de gente de piel de toda tonalidad y color, celebrando la eucaristía en lenguas diversas, cada uno contribuyendo con algo hermoso de su cultura local, en oraciones, cantos o danzas. Vimos los nuevos rostros de los pobres. Encontramos a Cristo en el migrante, el refugiado. Fue una bella celebración de comunión.

Para asumir la responsabilidad de esta parroquia, en el corazón de Palermo, la Provincia Mediterránea tuvo que optar por dejar la parroquia de las afueras de Palermo, Madonna delle Grazie. 15 años atrás, los Oblatos habían aceptado la cura de esta parroquia y, poco a poco, la habían convertido en una comunidad parroquial llena de vida, con un laicado fuerte capaz de tomar la iniciativa y de llevar muchos ministerios. El Gobierno central tuvo una tarde de encuentro social con líderes de esta parroquia, y al hablar con ellos, me pareció realmente sorprendente y estimulante que éstos, los responsables parroquiales, ¡no se quejaban ni se lamentaban porque los Oblatos hubieran dejado la parroquia!

Los responsables, muy conscientes del carisma oblato, habían comprendido que los Oblatos habíamos cumplido nuestra misión en la parroquia y, fieles a nuestro carisma, debíamos irnos ya a un nuevo territorio de misión. Ellos nos desean éxito en nuestro nuevo proyecto para que podamos seguir respondiendo a las necesidades más urgentes de los pobres. Felicidades a la Provincia Mediterránea, que responde al llamamiento del reciente Capítulo general de asumir nuevos desafíos misioneros y de buscar los nuevos rostros de los pobres, ¡aun cuando esto signifique dejar atrás otro ministerio muy bueno!

Nuestra estancia en Palermo ha sido un tiempo de gracia para los miembros del Gobierno central. Estos días han hecho que nos familiaricemos con la última etapa del exilio del joven Eugenio de Mazenod. Además nos han mostrado a muchos Misioneros Oblatos, miembros de la AMMI y de las COMI, viviendo hoy el carisma oblato, no sólo en Palermo, sino también en comunidades apostólicas fuertes, en ministerio varios, y en colaboración con laicos y jóvenes en Misilmeri y Messina, en una hermosa comunión de vida y misión. La guinda a la rica experiencia de estos días, a la calurosa acogida de los Oblatos y del pueblo de Sicilia, ¡fueron los deliciosos alimentos y vinos de esta encantadora isla!

En comunión con nuestros primeros hermanos Oblatos, que cantaban la Salve Regina en torno a nuestro amado Padre mientras yacía en su lecho de muerte, invocamos con tierna devoción a la Madre de Misericordia como familia oblata. Pidamos a María que nos ayude a ser creativamente fieles y audaces para vivir el carisma misionero oblato que nos legó el Fundador. San Eugenio, ¡ruega por nosotros!

¡Feliz Fiesta!

Padre Louis Lougen, OMI
Superior general

21 de mayo de 2019