Nacimiento en La Roche (Suiza), 7 de julio, 1808
Toma de hábito en Marsella, 31 de octubre, 1837
Oblación perpetua en Marsella, 1° de noviembre, 1839 (nº 81)
Muerte en N.-D. de la Garde, Marsella, 25 de agosto, 1880

Pedro Bouquet nació en La Roche, diócesis de Friburgo, el 7 de julio de 1808. Era molinero cuando conoció al padre Martin, superior de la casa de Billens. Decidió hacerse hermano converso e hizo a pie el trayecto de 80 leguas que separa Billens de Notre-Dame de l’Osier. Comenzó su noviciado en el Calvario el 31 de octubre de 1837 y fue admitido a los votos perpetuos el 1° de noviembre de 1839.

Fue sacristán en el Calvario de 1839 a 1856. En carta del 11 de enero de 1843, el padre Martin escribe que la casa del Calvario es un lugar difícil, incluso para los sacerdotes a causa de los visitantes y las numerosas ceremonias; “en cuanto a los hermanos, agrega, en Marsella deben ser de una virtud reforzada, como el hermano Bouquet y el hermano Joubert”. El Fundador comparte esta opinión puesto que el 18 de agosto del mismo año, pide al padre Guigues que le mande un hermano, “pero se necesita un hombre seguro y muy firme en su vocación, pues el Calvario de Marsella sería un disolvente para un hermano débil y poco formado.”

En la reseña del hermano Bouquet, el padre Fabre escribe que el sacristán del Calvario “estuvo, en poco, tiempo a la altura de su cargo difícil y delicado y respondió a lo esperado por sus superiores. Por la calma que supo guardar, por la amabilidad de su carácter, por la asombrosa actividad y la rapidez con las que respondía a todo, contentaba a los más exigentes. Su piedad, su porte religioso, las atenciones que tenía con todos, le granjearon la estima y el afecto de todos”.

El hermano trabajó en el escolasticado de Montolivet de 1856 a 1862, luego fue sacristán del santuario de Notre-Dame de la Garde de 1862 a 1880. Allí, estuvo en contacto permanente con los capellanes, los administradores, los obispos, los sacerdotes y los fieles, peregrinos de todos los países. El sello especial del hermano, escribe el padre Fabre, “era lo que se nos permitirá llamar la servicialidad. Ponía toda su alma en servir a todos, sin excepción. Su frente irradiaba felicidad cuando podía complacer a alguien, su mirada brillaba entonces con un destello tan alegre que parecía evidente que agradar era su divisa favorita […]. En los últimos años de su vida, sus piernas se ponían tiesas, el cuerpo menos ágil y el oído más duro. Por más que intentaba multiplicarse, no llegaba a tiempo o cometía equivocaciones. Una pequeña contracción del rostro traicionaba su disgusto, pero el buen humor volvía rápido y era el primero en reír de esas leves torpezas. Uno sonreía por su desencanto pasajero y él decía: nos estamos poniendo viejos, ¡el ramo se marchita!”

Después de algunos meses de enfermedad, recibió la unción de los enfermos con devoción y murió el 25 de agosto de 1880, a la edad de 72 años.

YVON BEDAUDOIN, O.M.I.