Nacimiento en Cucuron (Vaucluse), 14 de agosto, 1806
Toma de hábito en N.-D. de l’Osier, 5 de septiembre, 1842
Oblación en N.-D. de l’Osier, 8 de septiembre, 1843 (nº 112)
Ordenación en Marsella, 30 de junio, 1844
Muerte en Angers, 5 de junio, 1886.

Ciro Mario Chauvet nació en Cucuron, diócesis de Aviñón, el 14 de agosto de 1806. Entró al noviciado de Notre-Dame de l’Osier el 5 de septiembre de 1842, hizo allí su oblación el 8 de septiembre de 1843. Antes de finalizar su noviciado, su párroco y Mons. Pablo Naudo, arzobispo de Aviñón, trataron de disuadirlo de hacerse oblato. Era ya mayor, eclesiástico y educador en Aviñón; gozaba también de una fortuna “que podría ser empleada con mucha utilidad en las obras diocesanas”.

Durante el año de teología que hace en el seminario de Marsella, Mons. Naudo envía los papeles necesarios para su ordenación sacerdotal, celebrada en Marsella el 30 de junio de 1844. En seguida es nombrado profesor en el juniorado de Notre-Dame de Lumières, y luego pasa el año escolar 1845–1846 como profesor de Sagrada Escritura y ecónomo en el seminario mayor de Marsella. Al mismo tiempo, es capellán de las Hermanas de San Carlos. De 1846 a 1850, enseña moral y elocuencia en el seminario mayor de Ajaccio. El Fundador lo había ya anunciado al padre Noël Moreau, en octubre de 1845, poniéndolo en guardia contra el temperamento vivo del futuro profesor: “Yo creo que hay manera de entenderlo. Primero, hay que decirle lo que usted considera adecuado para obrar el bien. Únicamente hay que mezclar la dulzura con la firmeza; es muy impulsivo, conviene evitar las sorpresas para que no tenga que reprocharse los motus primo primi. Este joven tiene mucho talento, es necesario sacarle provecho. Le he dicho que usted lo encargará de una clase de elocuencia y esto es lo que usted debe hacer. De este modo, usted complacerá al obispo que solo sueña con eso y se empleará así ventajosamente para los alumnos la actividad de su mente. Tiene buena voluntad, sólo pide trabajar, pero es necesario dejarle un poco de amplitud.”

El padre Juan José Magnan, superior del seminario mayor de Ajaccio después de la muerte del padre Moreau en febrero de 1846, habla a menudo del padre Chauvet en sus numerosas cartas al Fundador. El 14 diciembre de 1846, lo juzga buen profesor, aunque habla “precipitadamente”. Agrega: “Ese padre es bueno, cumplidor, un poco tajante, pero ahí tiene menos ocasión que en Marsella para demostrar su brusquedad, no teniendo que ver con el economato.”

El padre Chauvet hace sufrir mucho a su superior y a sus hermanos. “Espíritu poco moderado”, es “censor poco indulgente de los padres jóvenes Pedro Palle y Fernando Gondrand”, logrando que los llamaran a Marsella. Quiere tener siempre la razón en el consejo de dirección. Necesita ser el primero en todo. “Es más bien él mi superior que yo el suyo”, escribe el padre Magnan el 18 de diciembre de 1848. “Acostumbrado a dirigir niños, conservó el tono, los modales, la pedante dogmatización de los preceptores; se ve aparecer la férula a cada rato.”

A comienzos del mes de abril de 1850, el padre Chauvet, en desavenencia con todos los padres del seminario, abandona la casa sin permiso y parte para Marsella. Una tempestad obliga al capitán del barco a volver al puerto de partida. El padre vuelve a su comunidad y el superior comenta así el suceso: “Todos hemos lamentado que la tempestad lo haya devuelto a estas playas”. El 21 de abril, en una carta al padre Jerónimo Pont, ecónomo del seminario, Mons. de Mazenod dice que está desolado por lo sucedido. “Son escándalos a los que no deberíamos estar expuestos, escribe. Se necesita haber olvidado los más elementales principios religiosos para permitirse semejantes locuras. Sin duda, yo estaba decidido a sacar de allí a ese padre, pero decidir por su cuenta abandonar su puesto por un capricho, contra mi voluntad, es tan desmesurado, que me cuesta admitir que haya podido darse. Que este ejemplo os sirva, queridos amigos, para reafirmaros más que nunca en los deberes de vuestra vocación; es lo propio a la vista de tanto mal. Al lamentar la aberración de otro, uno se examina a sí mismo para prometerse no acercarse jamás a tal extravío y, al contrario, trabajar eficazmente para avanzar en la perfección de su santo estado.”

En 1851, los Oblatos aceptan la dirección del seminario mayor de Fréjus. El padre Ciro Chauvet es nombrado allí profesor de sagrada Escritura, ecónomo y primer asesor del padre Juan José Lagier, durante su período como superior de 1851 a 1856. Pasa el verano de 1852 en Aix. Al enviarlo allí, el 30 de junio, el Fundador escribe al padre Hipólito Courtès: “Junto con descansar de las fatigas del profesorado, él desea ejercitarse en el ministerio de la palabra y vencer su timidez natural. Vas a reconocer pronto que el padre Chauvet tiene talento y tú lo ayudarás con tus buenos consejos, poniéndolo a trabajar todo lo que quiera.”

En Fréjus el carácter del padre no ha cambiado. Continúa haciendo sufrir a su superior, cuya correspondencia, con todo, ya no se conserva. Sin embargo, el padre Adolfo Tortel, profesor de ese seminario, escribe a Mons. de Mazenod el 10 de enero de 1854: “El padre Chauvet acaba de escribir al reverendo padre superior una larga retractación pública por todos los enredos del pasado. No hay lugar a dudas: es un mea culpa del comienzo al fin. Para explicar su conducta pasada, no encuentra otro modo de expresión que tratarse de esqueleto de religioso. Aquí, todos nos hemos sentido muy edificados con esta carta.”

Con la reapertura del juniorado de Lumières en 1859, el padre Chauvet es nombrado allí profesor y, según un personal, se encuentra allí aún en 1862. Se tienen pocas informaciones sobre él desde entonces. Su nombre aparece, a veces, en la revista Missions O.M.I. Parece que después de 1862, el padre dejó la enseñanza por la pastoral. Forma parte de la comunidad de Notre.Dame de la Garde en 1864, de Angers en 1868, de París y de Royaumont en 1870–1872, de Tours en 1881, de Talence en 1882, y otra vez de Tours. Pasa los últimos meses de su vida en Angers, donde muere a la edad de 80 años, el 5 de junio de 1886.

El padre Mario Roux, entonces superior de esta casa, escribe que, nueve meses antes, el padre llegó “paralizado y doliente”. Lamentaba mucho no poder celebrar la santa misa, ni rezar el breviario […] Seguía con regularidad conmovedora todos los ejercicios de la comunidad, a partir de la oración de la mañana hasta la oración de la noche. Sus relaciones con los hermanos eran agradables. De un carácter vivo en extremo y muy meridional, sabía sin embargo conservar la calma y sus recreos ponían de relieve su amenidad. Cuando se le escapaba una reacción demasiado brusca que podía parecer una impaciencia, en seguida sonreía y pedía perdón en voz alta a Dios y a quien creía haber desedificado. La sagrada Escritura era su delicia y se sumergía en su lectura. Su felicidad era pasar mucho tiempo en la capilla ante el Santísimo Sacramento y su acción de gracias después de la comunión duraba indefinidamente.”

Está sepultado en el panteón de los Oblatos en el cementerio de Angers.

YVON BEAUDOIN, O.M.I.