Nacimiento en La Barthe-de-Neste (Hautes-Pyrénées), Abril 7, 1827
Toma de hábito en N.-D. de l’Osier, Noviembre 20, 1849
Oblación en N.-D. de l’Osier, Noviembre 21, 1850 (no 290)
Ordenación sacerdotal en Marsella, Mayo 29, 1851
Muerte en París, Abril 18, 1887.

 

 

Adrián Duffo entró al noviciado en contra de la voluntad de sus padres. En un reporte escrito por el Maestro de Novicios, describe a Duffo como “una de esas almas rectas y ardientes que nunca pueden hacer suficiente por Dios”. Este testimonio fue una característica a lo largo de su vida. En 1851 recibió su obediencia para Ceylán. Casi inmediatamente a su llegada a ese lugar el 22 de julio, fue transferido junto con los Padres Pulicani y Perréard al Vicariato de Colombo, donde habían pocos sacerdotes. Hasta 1865 el centro de sus actividades estuvo en Kandy, aunque también eren responsables de sus alrededores. La ciudad de Kandy era un centro budista y los pocos católicos (cerca de 1500), se encontraban en su mayoría entre los descendientes de portugueses y los británicos, en vez de con los cingaleses y tamils. El Padre Duffo menciona repetidamente el problema de la indiferencia religiosa y el hecho de que para muchos, la religión consistía solo de una serie de prácticas devocionales externas. La catequesis en Kandy requería de mucha paciencia y esfuerzo. Comentó al Obispo Semeria que los misioneros estaban tan ocupados con el catecismo, escuchando confesiones, visitando a los enfermos, etc., que los viajes periódicos a las estaciones foráneas eran vistos como vacaciones.  Y aun así esas expediciones eran extenuantes. En una carta al Obispo de Mazenod (1860), el Padre Duffo describió la dificultad que era viajar en una pequeña carreta de toros a través de la montañosa Provincia Central, hasta Badulla y Nuwara Eliya. Entre septiembre de 1853 y septiembre de 1859 el Padre Duffo y sus colegas habían bautizado 203 niños, así como 98 adultos budistas y 52 protestantes.

Además de ser responsable en parte de la parroquia en la ciudad de Kandy, el Padre Duffo también era capellán de la prisión. Los ministros bautistas y anglicanos intentaron entorpecer ese apostolado para evitar la influencia que ejercía en los internos. Argumentaban que un sacerdote católico no tenía derechos en una colonia británica. Sin embargo, el Sr. Braybrooke, magistrado británico hizo ver que estaban equivocados. Su queja fue desechada con base en una ley que declaraba que los ministros de todas las religiones habrían de tener libre acceso a las prisiones. Entre los prisioneros a quienes tuvo el privilegio de bautizar, se encontraba el famoso Sardiel, un bandido que por muchos años había hecho inseguro transitar por los caminos de la Provincia Central y había escapado repetidamente de ser capturado por la policía británica. Sardiel era un hombre inteligente, y después de leer varios libros sobre la Iglesia Católica, pudo asimilar las ideas, permitiéndose ser tocado por la gracia.

En la segunda mitad de 1864, el Padre Duffo fue enviado al distrito de Negombo, junto con el P. Perréard. Un año después fue transferido a la misión de Chilaw, donde construyó la iglesia más grande del Vicariato, adornada con estatuas de tamaño natural. En 1872 se le dio la responsabilidad de la misión de Kurunegala, donde permaneció por once años, siendo el período más intenso de su actividad y apostolado. Construyó un convento para las Hermanas de la Sagrada Familia, quienes llegaron en 1874. Gracias a su esfuerzo, también se construyeron un orfanato y una escuela. Algunos de esos edificios fueron renovados en 1879. Debido a su bondad y sabiduría, los misioneros recién llegados eran encomendados al P. Duffo para ser introducidos a la vida apostólica.

Cuando el Vicariato de Colombo fue otorgado a los Oblatos en 1883 y el Obispo Bonjean fue el primer Oblato nombrado a la Sede, Duffo fue uno de los misioneros designados para recibir su obediencia para el nuevo campo apostólico. Esto era esperado, pues ya había trabajado en el Vicariato de Colombo por varios años. Fue asignado a Bolawalana y tiempo después a Kalutara. Aunque era conocido como una persona fuerte y robusta, la cantidad de trabajo y el clima insalubre le afectaron. Sufriendo de varias enfermedades viajó a Francia en 1886 y falleció el año siguiente. Tenía 60 años de edad y había pasado 36 en Ceylán. La noticia de su muerte causó gran consternación en Ceylán, especialmente en el distrito de  Kurunegala, donde el recuerdo de su dedicación a la gente permaneció vivo e incluso en 1909 los cristianos aún le daban su nombre a sus hijos.

El Padre Duffo era de carácter amable. En todos los lugares donde fue asignado tenía un papel mediador. Todos los documentos disponibles lo presentan como un hombre de buen corazón y piadoso. Se había impuesto una seria disciplina. Tomaba el tiempo necesario para la oración, pero también para aprender los idiomas. Sus contemporáneos atestiguaron que tenía un dominio casi perfecto de cingalés, tamil e inglés. Cuando el príncipe de Gales visitó Ceylán, se pidió al Padre Duffo darle la bienvenida a nombre de la comunidad católica de la isla. Su celo apostólico era fabuloso. Bautizó a Juan Pahamunay, un joven budista destinado a convertirse en monje y que ya vestía túnica amarilla. Pahamunay se convirtió en Oblato en 1890.

Robrecht Boudens, o.m.i.