Nicolas Della Genga nace el 22 de agosto de 1760 en el castillo de Genga, cerca del Espoleto. Tras sus estudios en Osimo y Roma, es ordenado sacerdote en 1783. Pío VI le toma como secretario, lo nombra arzobispo en 1794 y nuncio en Colonia. Pasa a continuación muchos años en la carrera diplomática. Pío VII lo crea cardenal en 1816 y lo nombra arcipreste de Santa María la Mayor.
Fue elegido Papa el 28 de septiembre de 1823. En reacción contra la política demasiado liberal de Consalvi, Secretario de Estado de Pío VII, los “zelanti” [los celosos] logran que se eligiera al cardenal Della Genga, que alega al principio su salud quebradiza: “Ustedes han elegido un cadáver”, declarará a los cardenales. Dirige una política conservadora en los Estados Pontificios, pero se muestra conciliador con las cortes europeas. Morirá el 10 de febrero de 1829.
Su recuerdo se mantendrá muy vivo en la Congregación porque fue el quien aprobó la Regla y la Congregación. Mons. de Mazenod lo nombrará unas ciento cincuenta veces en sus escritos y el nombre de este Papa aparecerá en casi todos los números de Missions O.M.I. durante un siglo. Mons. Fortuné de Mazenod escribió quince cartas a León XII, sobre todo para pedir dispensas, y Eugenio le escribió dos veces: en 1825, con la súplica de petición de la aprobación de la Regla, y en 1826, para solicitar extender a los Oblatos los privilegios de los Redentoristas.
Al llegar a Roma el 26 de noviembre de 1825, el padre de Mazenod pasa las primeras semanas tomando contacto con los cardenales y los obispos, prelados y personajes de la curia. Constata que la Congregación de Obispos y Regulares no concede al principio más que un decreto de alabanza a las congregaciones que solicitan su aprobación. Fue recibido en audiencia por el Papa el 20 de diciembre. En una media hora, consigue convencer a León XII de que aprobara, y no sólo alabara, la Regla. Dicho convencimiento se expresa el día 23 a Mons. Adinolfi, Pro-Secretario de la Congregación de Obispos y Regulares: “Esta sociedad me gusta –dijo el Santo Padre –, quiero favorecerla. Escoja un cardenal entre los más moderados (…), vaya a él de mi parte y dígale que mi intención es que no sólo se alabe estas reglas, sino que las apruebe” (Écrits Oblats I, tomo 6, pág. 233).

En enero, el cardenal Pacca obtiene del Papa la facultad de formar una congregación compuesta no por siete u ocho cardenales, sino sólo por tres. En su diario y sus cartas al padre Tempier, el Fundador dice en numerosas ocasiones que el mismo Papa ha querido dar la aprobación, y no sólo la alabanza (Écrits Oblats I, tomo 6, pág. 232-233; 7 págs 67-68 y 71), y que recomendó “acelerar” este asunto (JM, el 28 de enero y 2 de marzo de 1826). El Papa aprueba la Regla y la Congregación el 17 de febrero, firmando el breve el 21 de marzo de 1826. El Fundador se apresura a escribir al padre Tempier, el 18 de febrero: “Te Deum laudamus (…), ayer en la tarde, el Sumo Pontífice León XII ha confirmado la decisión de la congregación de cardenales y ha aprobado específicamente el instituto, las reglas y las constituciones de los Misioneros Oblatos de la Santísima e Inmaculada Virgen María, respaldando este solemne acto de su autoridad pontificia con las expresiones más favorecedoras para los que tienen la dicha de formar esta sociedad de la que el Jefe de la Iglesia espera el mayor bien. Todo el mundo está estupefacto. Los mismos que fueron llamados a contribuir con sus sufragios a la ejecución de la muy manifiesta voluntad del Papa, están asombrados de este concurso unánime de sentimientos, pero, sobre todo, de la inamovible resolución del Santo Padre, de que nada pudo hacer tambalear el primer pensamiento que el Espíritu Santo le inspiró desde el primer día que me postré a sus pies y le presenté el plan de esta obra, que ahora podemos llamar divina. El Papa ha sabido todo, ha sopesado todo en su profunda sabiduría…” (Oblate Writings I, vol. 7, no. 226, p. 39).

El 15 de abril, poco antes de su partida de Roma, el padre de Mazenod fue recibido una segunda vez en audiencia. El 16, le pasa cuentas al padre Tempier y dice entre otras cosas: “Si usted hubiera visto al Papa en la audiencia de una buena media hora que me concedió ayer, hubiera llorado de alegría. Con aquella bondad con me habló, con aquella gracia con que sonreía con las cosas que le contaba, con aquél desprendimiento con que me concedió todo lo que le pedía, con aquella confianza con la que, no me puedo privar de decirlo, me habló de cosas muy secretas, fue lo que me demostró la buena opinión que a bien ha querido tener sobre mí; pero ya lo sabía por todo lo que el Santo Padre hubo dicho sobre mí en diversas ocasiones y a distintas personas…” (Oblate Writings I, vol. 7, no. 237, p. 87). . El Fundador hace aquí alusión al proyecto del Papa de reunir un concilio romano para el que haría llamar a teólogos extranjeros a Italia, los crearía cardenales y los introduciría en la curia. Para Francia había elegido a Lammenais y al padre de Mazenod. Esto fue consignado más tarde en su diario, el 16 de julio de 1845, y en una carta al cardenal Ferretti, el 22 de julio de 1853.
Mons. de Mazenod se mostró siempre agradecido a León XII por esta aprobación y, al menos en diez ocasiones en su correspondencia de 1826 a 1860, recuerda el mérito debido ha de atribuirse a la voluntad expresa de León XII.

Yvon Beaudoin, o.m.i.