Nacimiento en Fréjus el 18 de julio de 1769
Casado en Fréjus en 1787 o 1788
Ordenado en Marsella el 23 de septiembre de 1797
Se une a los Misioneros de Provenza en 1815
Entra en la comunidad el 18 de marzo de 1816,
Deja la Congregación poco después del 21-10-23
Muerte el 5 de noviembre de 1844.

Emmanuel Fréjus Maunier, uno de los cinco primeros compañeros en 1815-1816, nació en Fréjus el 18 de julio de 1769, de Pedro Juan Mario Maunier, adjunto del alcalde, y de Manuela Clara Martin.

Muy joven, de 18 o 19 años, se casó con Francisca Felicidad de Nigris de la Palud. De ese matrimonio nació el 8 de diciembre de 1789 María Magdalena Eugenia que murió a los 8 meses. Dos meses después, el 6 de octubre de 1790, murió también su esposa. Entró entonces en el estado eclesiástico.

No conocemos con precisión la génesis de esa vocación ni dónde hizo los estudios el seminarista. Sabemos, sin embargo, que, en lo más fuerte de la Revolución, cuando el clero no juramentado se volvía escaso, Emmanuel fue ordenado en Marsella, el 23 de septiembre de 1797, por Mons. de Prunières, obispo de Grasse.

Una vez sacerdote, el abate Maunier se dio valientemente al santo ministerio que ejerció siempre en la ciudad de Marsella. De 1797 a 1801-1802 trabajó por fuerza clandestinamente. Celebraba la misa y daba catequesis en casas particulares. Tras el Concordato, fue sacerdote asistente y vicario en Nuestra-Señora del Monte de 1803 a 1806, vicario en Saint-Laurent de 1807 a 1809 y en la parroquia de la Santísima Trinidad de 1809 a 1816.

Parece seguro que el Fundador conocía a Maunier y le invitó a unirse a él en 1815. Este firmó la súplica a los vicarios capitulares de Aix el 25 de enero de 1816. Pero no ingresó en la comunidad hasta el 18 de marzo de 1816.

Como los primeros oblatos, el P. Maunier se entregó a la obra de las misiones con celo y entusiasmo. Parece, no obstante, que solo participó en unas diez misiones de las cuarenta que se dieron entre 1815 y 1823. Esto se explica, como en el caso del P. Tempier, por el hecho de que el P. Maunier fue especialmente encargado de la formación de los postulantes en Aix de 1816 a 1820 y luego en 1821 fundó y dirigió hasta su salida la casa del Calvario de Marsella. Conocemos bien su actividad en Marsella por las numerosas cartas de su compañero, el P. Alejandro Dupuy. El P. Maunier aparece activo y celoso. Pide en toda Marsella para comprar y restaurar el antiguo claustro des Accoules junto al Calvario. Es capellán de los huérfanos de la Providencia, plaza de Lenche, y funda para los jóvenes del barrio una congregación de la juventud siguiendo el modelo de la de Aix. Atrae a los fieles al Calvario sobre todo fundando, en 1822, las asociaciones del Sagrado Corazón para los hombres y de Nuestra Señora de los Siete Dolores para las mujeres. Desarrolla sobre todo, entre el pueblo, la devoción a la santa Cruz e inaugura en noviembre de 1822 los ejercicios cotidianos a favor de las almas del purgatorio.

El Capítulo general de 1818 le había nombrado segundo asistente general y secretario del Instituto; el de 1821 le nombró tercer asistente.

Como el P. Sebastián Deblieu, el P. Maunier puso dificultades a la aceptación de los votos en el Capítulo de octubre de 1818. Siguió, no obstante, a la mayoría de sus compañeros e hizo su oblación el 1 de noviembre. Se muestra muy adherido al Fundador y a los Misioneros de Provenza. En 1818 Mons. Fortunato de Mazenod alaba sus virtudes y cualidades. Habla del “santo abate Maunier”, de su dulzura y de su caridad, pero también de su extremada susceptibilidad “a pesar de toda su virtud” (Fortunato al Presidente de Mazenod el 9 de julio de 1818).

Cuando los Padres de Mazenod y Tempier fueron nombrados vicarios generales de Marsella, en 1823, y sobre todo cuando Mons. de Richery, nombrado obispo de Fréjus dispensó de los votos a sus diocesanos y les prometió posiciones honrosas en su diócesis, el P. Maunier, tras el P. Deblieu cedió a la tentación. Salió a finales de octubre “con la convicción de cumplir la voluntad de Dios, manifestad por el órgano de mi propio obispo a quien he prometido obediencia desde mi ordenación” (Maunier a Mie, 21-10-1823).

Este doble golpe aterró al Fundador. Habla entonces de una “gran crisis cuyas consecuencias pueden ser terribles” (Mazenod a Courtès, 10-10-1823). No comprende sobre todo cómo uno puede “no hacer caso alguno de lo que hay de más santo, bajo pretextos frívolos y acaso por razones menos edificantes” (Mazenod a Mie, 31-10-1823). “Y mientras veo a turcos morir antes que faltar a su palabra, cuando al darla han invocado el nombre de Dios, sacerdotes faltarán a promesas de muy otra clase, hechas consciente y voluntariamente a Jesucristo” (ib.).

Esta crisis, resultado de su nombramiento como vicario general de Marsella, fue el precio que el Fundador hubo de pagar por asegurarse un bien superior que juzgaba indispensable: la existencia de un obispo protector de su joven Congregación.

El abate Maunier siguió siendo siempre un sacerdote excelente. Apenas llegado a Fréjus, fue nombrado canónigo honorario y superior del seminario mayor. En 1824 pasó a ser vicario general y miembro del consejo episcopal. Conservó esos títulos y cargos hasta su muerte, el 5 de noviembre de 1844.

YVON BEAUDOIN, O.M.I.