Nacimiento en: Colombo, Ceylán, Enero 23, 1824
Toma de hábito en: Jaffna, Noviembre 11, 1858
Oblación en: Jaffna, Abril 23, 1861 (No. 544)
Muerte en: Jaffna, Mayo 8, 1861.

Pablo Esteban Poorey nació en Colombo, Ceylán el 23 de enero de 1824. Sus padres fueron Hendrick Poorey, carpintero, y Margarita Perera. Realizó sus primeros estudios en la escuela católica en Kotte. En 1843 su tío, Lorenzo Perera, lo invitó a Kandy, donde encontró trabajo. Ahí recibió su Primera Comunión del Obispo Horacio Bettachini, pastor de la parroquia Saint Anthony. El Padre Bettachini abrió una escuela católica y nombró profesor al joven. Vivió en la casa parroquial por quince años, trabajando como sacristán, catequista y director del coro. En 1845 el pastor en Kandy era un ex-Oblato, Padre Valentín Renaud. Posteriormente, el Padre Adrián Duffo fue nombrado pastor en 1856 y lo sucedió el Padre Domingo Pulicani, o.m.i. En una carta enviada al Obispo Étienne Semeria, el Padre Pulicani dijo: “Encontramos un catequista de 35 años de edad a quien todo mundo aprecia y quiere. En varias ocasiones ha rehusado la oportunidad de conseguir un ingreso aceptable. La vida religiosa le ha atraído por algún tiempo y espera el día en que la Providencia le brinde la oportunidad. Nuestra llegada fue el día que marcó el Señor. Su Señoría solo necesitaría conocerle para ver que es alguien predestinado. Podría ser Oblato y solicita comenzar su noviciado”. El Padre Duffo añade: “La admisión de nuestro catequista, Pablo Poorey, sería una bendición para la Congregación y el primer fruto de la India, que alcanzará a otros. Es un joven valioso, con una alegre disposición para realizar lo que sea necesario”.

El 11 de noviembre, el Padre Cristóbal Bonjean, nombrado maestro de novicios, le recibió en el noviciado como Hermano laico, pues no tenía conocimientos en latín. El Obispo Semeria escribió en su diario acerca de la ocasión: “Así que ahora el Señor Poorey es el Hermano Poorey. Tiene la ventaja, y tal vez la gloria, de ser el primero de sus compatriotas admitido a la Congregación. Esperamos que su ejemplo sea una inspiración poderosa en el deseo de muchos otros de sus coterráneos hacia la vida religiosa”.

El Hermano hizo sus primeros votos el 12 de noviembre de 1859 y poco después escribió al Fundador. De nuevo el Obispo Semeria anota en su diario: “durante su noviciado nos dio muestra de regularidad exacta e incluso de una sabiduría que nos habría edificado grandemente de haber provenido de un europeo, pero que es sorprendente de ver en el Hermano, quien nació y creció en este país, donde la educación primaria normalmente dista mucho de ser cristiana”.

Al concluir su noviciado, el Hermano Poorey comenzó a estudiar latín, deseando ordenarse sacerdote, mientras también enseñaba inglés en la escuela de Jaffna. Enfermó e hizo su profesión final como escolástico en su lecho de muerte, el 23 de abril de 1861. En una carta al Padre Tempier del 9 de mayo, el Obispo Semeria le informa del fallecimiento, con las siguientes palabras: “Ayer por la tarde, a las 7:30 perdimos un buen hermano en la tierra, pero estamos seguros por completo de haber conseguido un protector más en el cielo… Nuestro querido fallecido, quien estuvo enfermo por casi tres meses con un abundante vómito de sangre, no solo fue edificante sino realmente admirable en su obediencia, resignación y total abandono en las manos de la divina Providencia. Alguno de nosotros estuvimos constantemente a su lado y nunca ninguno escuchó una queja de este buen Hermano ni notó la menor señal de impaciencia de su parte. Muy a menudo nuestro querido paciente, ya fuera al ser invitado a hacerlo o sin recordárselo, ofreció su sufrimiento por la pronta recuperación y larga vida de nuestro ilustre y bien amado Padre Superior General. Además, los tres meses de su enfermedad solo fueron el eco de toda su vida, en especial la que llevó desde que tuvo la dicha de comenzar su noviciado. De hecho, durante los dos años y siete meses que pasó con nosotros, siempre se comportó como un excelente religioso y nunca dio la más leve ocasión para la menor observación respecto a su conducta o modales.  Tal es el testimonio que di hace algunos meses, al escribir a nuestro Muy Reverendo y venerado Padre, solicitando que el Hermano fuera admitido para votos perpetuos. En resumen, vivió y murió como un verdadero Oblato de María Inmaculada.”

Yvon Beaudoin, o.m.i.