Nacimiento en Demonte (Italia), el 31 de octubre de 1800.
Toma de hábito en Saint-Just, el 24 de junio de 1829.
Oblación en Marsella, el 15 de agosto de 1830 (nº 45).
Ordenación sacerdotal en Niza, el 25 de diciembre de 1830.
Expulsión a finales de 1836.

Joseph Rossi nace en Demonte, diócesis de Cuneo, en el Piamonte, el 31 de octubre de 1800. Entra en el noviciado en Saint-Just el 24 de junio de 1829, haciendo su oblación en Marsella el 15 de agosto de 1830. El 25 de diciembre del mismo año, es ordenado sacerdote por Mons. Fortuné de Mazenod en Niza, donde éste se refugió tras la Revolución de Julio de 1830.

El nombre del padre Rossi aparece de cuando en cuando en los documentos de la época y siempre para mal. El 18 de junio de 1832, el padre de Mazenod escribe al padre Tempier desde Roma. Le habla del proyecto de una fundación oblata en esta ciudad. Dice que haría falta enviar a italianos pero, añade, “usted sabe a cuántos se reduce este género. Albini y punto, ya que a Rossi jamás se le podrá presentar como impresionante a la vista por su regularidad exterior, todas sus virtudes se concentran en su corazón…” (Letters to the Oblates of France, 1831-1836, Oblate Writings I, vol. 8, no. 425, p. 148).

El padre es profesor de filosofía en el Seminario Mayor de Marsella de 1830 a 1833. El padre Tempier le permite enseguida ir a su casa para ayudar a su padre y a su madre, como se dijo, “caídos en extrema necesidad”. El 12 de febrero de 1835, Mons. de Mazenod le escribe para reprocharle que viviera fuera de una comunidad oblata sin preocuparse por regularizar su situación. Le invita a hacerlo y concluye: “Espero que reconozca, en todo lo que he dicho, la solicitud de un padre que le ama” (Letters to the Oblates of France, 1831-1836, Oblate Writings I, vol. 8, nº. 505, pág. 148).

Durante el verano, el padre solicita la dispensa de votos. El Superior General responde el 30 de diciembre: “Es de veras deplorable, mi querido padre Rossi, ver hasta qué punto usted alimenta en su espíritu una funesta ilusión. ¿Cree que se puede burlar de Dios como se burla de los hombres?. ¿Cómo es que no ve que está apostatando en el alma y que las penosas razones que alega no son sino miserables pretextos incapaces del todo de cubrir el crimen de su defección (…)?. En un análisis ulterior, las razones que que alega no pueden tolerarse por causa de su excesiva futilidad y la Congregación, sumamente respetuosa con los compromisos sagrados y el juramento temible que une a sus miembros como para dispensarlos sin graves y poderosos motivos, usted es y seguirá siendo miembro de la Congregación, y, en calidad de tal, usted está sujeto a la obediencia que ha prometido; en consecuencia, le ordeno que regrese cuanto antes a nuestra casa de Notre-Dame du Laus…” (Letters to the Oblates of France, 1831-1836, Oblate Writings I, vol. 8, nº. 553, págs. 203; 204-205)

El padre Rossi es enviado enseguida a Córcega. Pasa el verano en Vico. El 17 de octubre siguiente, el padre Albini escribe al Fundador: “¡Ojalá tuviera alas para volver a Marsella antes que el escandaloso e hipócrita Rossi que vendrá a cubrir con una lista de mentiras la conducta antirregular que ha tenido desde que llegara a Córcega. Quería decirle que mantenga la guardia. El padre Guibert (…) me encarga decirle que la falta que se le ha imputado a este desdichado durante las vacaciones en Vico se halla confirmada por el hallazgo que acabamos de hacer de un traje de seglar, gorra, pantalones, etc., en su baúl que se cuidaba bien de ocultar. Parece que las mentiras en su teología son ejemplos de piedad, ha escupido en mi presencia cuatro o cinco bien contadas. El padre Guibert le ha retenido la cruz por miedo a que no llegue a Marsella. Tras ello no creo faltar a la caridad si hago votos para que tales sujetos vayan a enfermarse a la Cartuja, bien lejos de nuestra Congregación que no tiene por qué aguantarlos más. Es en vano que se considere su enmienda: “insabilis plaga tua”, lo mismo que en esta ocasión. Esté contento, mi buen amado padre, por cuanto que la Providencia le ha prodigado tantos medios de ser un santo del más alto nivel. Desde que le conocí, no he visto jamás un sólo año sin una nueva tribulación. Las almas de élite, como la suya, deben pasar por este camino. ¡Deo gratias!”.

El padre es entonces expulsado de la Congregación. Mons. de Mazenod habla de él por vez última en su diario, el 15 de mayo de 1837, con ocasión de una visita a Marsella de Mons. Casanelli d’Istria: “Mons. de Ajaccio –escribe- me ha confiado ahora mismo que Rossi le ha solicitado cartas de recomendación para Roma. Me ha confesado que este indigno, al presentarse ante él en Ajaccio, ha tenido la audacia de hablarle mal de la Congregación, lo que ha desagradado bastante al prelado; quería hacer creer que él salía voluntariamente, mientras que sabía bien que estaba bajo amenaza de ser expulsado, y que él la ha hecho entrar en vigor al poner sus pies en el continente. Las causas de su expulsión están consignadas en las actas y en el documento de su expulsión. Son de una gravedad tal que este desdichado haría mejor en no despertar el recuerdo de tanta infamia”.

Yvon Beaudoin, o.m.i.