Nacimiento en Raucoles (Alto Loira), el 13 de abril de 1831.
Toma de hábito en Notre-Dame de l’Osier, el 8 de octubre de 1851.
Oblación en Marsella, el 8 de diciembre de 1852 (nº 334).
Ordenación sacerdotal en Marsella, el 8 de junio de 1856.
Muerte en Ajaccio, el 3 de abril de 1895.

Augustin Vassal nace en Raucoules, diócesis de Puy, el 13 de abril de 1831. Tras sus estudios clásicos en Monistrol-sur-Loire, entra en el noviciado de Notre-Dame de l’Osier, el 8 de octubre de 1851 y hace su oblación en Marsella el 8 de diciembre de 1852. Su profesión fue pospuesta por problemas de salud.

Estudia teología en el Seminario Mayor de Marsella. En el informe sobre los oblatos, el P. Mouchette, moderador de escolásticos, escribe en 1853: “Vassal, siempre indispuesto, de gran delgadez; perfectamente resignado a la voluntad de Dios; trabaja muy bien, hace con gusto todos sus ejercicios de piedad. A pesar de su enfermedad y sus sufrimientos es alegre en la recreación”.

Las mismas observaciones aparecen en los informes de 1854 y de 1855. En 1856, el moderador escribe de nuevo: “Siempre muy bueno y muy regular a pesar de sus sufrimiento. Excelente para todo, etc.”. El Fundador solía entrevistarse con cada escolástico siempre que podía. Conservamos las notas que tomaba después de encontrarse con alguno de ellos. De Agustín Vassal escribe: “Disposición general a hacer todo lo que la obediencia prescriba; siente gusto, sin embargo, por la enseñanza. A pesar de sus sufrimientos habituales, muy alegre, se presta a todo, trabajador, estudiante como si no tuviera nada”.

El hermano Vassal es ordenado sacerdote por Mons. de Mazenod el 8 de junio de 1856 y recibe obediencia para el Seminario Mayor de Fréjus y después para el de Ajaccio en 1863-1864. Es enviado a Aix como predicador, pero sólo permanece allí dos años. No estaba dotado para la predicación de misiones. Sobre ello escribe el autor de su necrológica: “Su voz pura, musical, incluso cálida, no conmovía. Al escucharle, se sentía que él estaba profundamente penetrado de las verdades que anunciaba y que su corazón instruía su boca; pero esta melosa elocuencia conjugaba la vivacidad del sentimiento con una dulzura inalterable, este rocío de luz del que habla el profeta, que refresca y vivifica el corazón sin quitar la paz, podía ser fecunda en los conventos, donde emocionaba el alma sin conmocionar, pero era poco fructífera en las misiones, donde como en los campos de batalla no es la unción enternecedora, la suave armonía, sino los estruendos de cornetas los que hacen palpitar los corazones. El misionero pasa como la tempestad y la lluvia celestial de la gracia no cae y no riega la tierra árida sino después que el trueno ha sacudido los montes y los rayos hayan rasgado las nubes”.

A continuación, el P. Vassal pasa los años 1868-1869 en Notre-Dama de l’Osier como capellán de religiosas, más tarde en el Calvario de 1869-1885. Allí oye confesiones en la capilla y en algunos conventos, después es superior de 1877 a 1880. En 1885, por la insistencia del P. Santoni, acepta ir a Ajaccio como capellán del pensionado de las Hermanas de San José, una obra considerable por las 70 religiosas y los 1.100 estudiantes. Además de ello, muchas damas de la ciudad acudían a la capilla del instituto para confesarse. El P. Vassal trabaja muy duro sin días de descanso o vacaciones. Tras una corta pero violenta enfermedad, muere el 3 de abril de 1895.

El P. Barthélemy Albertini, autor de su necrológica, escribió que el P. Vassal en vida trabajó sobre todo como confesor. Los que le conocieron, precisa, dicen que “era un hombre de Dios, un religioso regular, mortificado; en efecto, no era una persona que se excusaba de la penitencia al tiempo que la predicaba a los demás; piensan que es un mártir de la confesión de hombres ante Dios, tal como era un confesor de Dios ante los hombres, el buen padre ha merecido la túnica púrpura de los gloriosos confesores, …”. El P. Albertini alaba también la caridad fraterna y la piedad del P. Vassal: “De un humor alegre, reía fácilmente y de gran corazón. Nos aconsejaba, como remedio contra toda enfermedad, ejercicio moderado, comida frugal y la sincera alegría. Su piedad era constante, no conocía, como la Bolsa, subidas y descensos. La nutría con la meditación y la lectura del Evangelio y de la Imitación”.

Yvon Beaudoin, o.m.i.