Nacimiento en Phalsbourg (Moselle), el 26 de septiembre de 1837.
Toma de hábito en Nancy, el 7 de septiembre de 1857.
Oblación en Montolivet, el 18 de junio de 1859 (nº 488).
Ordenación sacerdotal en Autun, 5 de julio de 1863.
Muerte en Diano Marina, el 12 de noviembre de 1914.

Alfred Wassereau nace en Phalsbourg, diócesis de Nancy, el 26 de septiembre de 1837. Procede de una familia de nueve hijos. Tres de los seis chicos serán sacerdotes. Antes de finalizar sus estudios secundarios, entra en el noviciado de Nancy, el 7 de septiembre de 1857. En sus notas sobre los novicios, el P. Berne escribe en septiembre y octubre de 1857: “Wassereau, joven piadoso. Carácter ardiente, generoso, directo y una inteligencia poco ordinaria. Sigue poco el noviciado…, continúa sus estudios con mucho éxito. Piadoso, alegre, entero de carácter”. Durante el año encuentra numerosos defectos, en particular un “fondo de amor propio y de orgullo”, de “vanidad” y de “antipatía” hacia algunos hermanos. En junio-julio de 1858, el maestro de novicios subraya en relación a este novicio “una capacidad de oratoria de un poder impactante” y, en noviembre, un ardor que “puede hacer de él un celoso y distinguido misionero. Tiene aptitudes y saber hacer; canta, toca el órgano”, etc.

Enviado al escolasticado de Montolivet en diciembre, hace su oblación el 18 de junio de 1859, estudiando la filosofía y la teología en Montolivet y después en Autun en 1862-1863. En sus informes, el P. Mouchette, moderador de escolásticos en Montolivet, le juzga bastante favorablemente, encontrándolo “bastante bueno, regular”, con “algo de rigidez en su carácter” de “petulencia” y “susceptibilidad”.

Es ordenado sacerdote en Autun por Mons. Jacques Jeancard el 5 de julio de 1863. En el Registro de Personal de 1862-1863 encontramos escrito tras su nombre: “Gran amante de la música. Ha perjudicado su salud al ocuparse con mucho ardor. Esta amenazado de tener o tiene una laringitis. Sus estudios teológicos han sufrido bastante. Los talentos naturales son buenos y fáciles. De una gran actividad. Ama el movimiento y la actividad”.

El P. Wassereau vive inicialmente en Aix en 1864 y 1865, más tarde en Notre-Dame de Bon Secours donde es el custodio del santuario, ejerciendo el ministerio con los peregrinos de 1866 a 1868. Trabaja en Notre-Dame de l’Osier de 1868 a 1884. Al inicio es vicario en la parroquia. En un informe del 17 de agosto de 1868, el P. Audruger escribe: “El P. Wassereau es un recurso inapreciable para el R.P. Baret en las funciones parroquiales y en la confesión de los peregrinos. El R.P. Wassereau da vida a las ceremonias por su bella música, el ritmo y la fidelidad de ejecución que obtiene de los coristas de la parroquia. Siempre dispuesto a obligar y a trabajar, se exige más de lo que podría permitir una salud quebrantada”.

Tras algunos años su salud se fortalece, convirtiéndose en predicador de misiones muy apreciado y solicitado para retiros y misiones. El P. Lavillardière escribe el 30 de abril de 1885: El P. Wassereau “ha recibido su obediencia para Notre-Dame de Bon Secours. Este entregado padre ha realizado, al cabo de los 17 o 18 años que residió en l’Osier, una labor tan fructífera como honorable. Su marcha ha dejado vivos pesares en bastantes corazones. Fue el veterano, por antigüedad de permanencia, de nuestros padres misioneros. Ha tomado parte siempre en rudos trabajos, con igual coraje como frutos para las almas, a pesar de una débil salud…”

El P. Wassereau es predicador de misiones en Notre-Dame de Bon Secours de 1885 a 1898, más tarde en Notre-Dame de Lumières de 1898 hasta las expulsiones de 1903. Fue entonces cuando la Provincia del Mediodía abrió Diano Marina, una casa en Italia para los oblatos ancianos. El P. Wassereau es enviado allí, donde permanece hasta su muerte el 12 de noviembre de 1914. Tras algunos días de enfermedad fallece por una embolia. Había celebrado sus bodas de oro sacerdotales el 5 de julio de 1913. En un largo discurso el P. Celestino Augier dijo entre otras cosas ese día: “Misionero fue Ud., se podría decir, con toda vuestra persona. Lo fue con su cabeza. Sus pensamientos y sus trabajos intelectuales gravitaban sin cesar sobre las misiones. Lo fue con su corazón abrasado de celo y de ardor apostólicos. Lo ha sido por sus labios, por sus palabras vivas y convincentes y con sus cantos. Lo ha sido con sus dedos al hacerlos correr por las teclas de los harmonios y los órganos, y lo ha sido con sus pies por las visitas hechas a las casas y a las aldeas de las parroquias evangelizadas…”.

Yvon Beaudoin, o.m.i.