García Ismael, OMI

El P. Ismael, Oblato de María Inmaculada de la Provincia Mediterránea, participó recientemente en las actividades de la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa. La Experiencia provocó en él una profunda reflexión, aquí comparte con nosotros sus reflexiones sobre esta inolvidable experiencia.

Hace 32 años, tuve la suerte de participar en el campamento que la parroquia San Leandro en Aluche (Madrid) organizaba todos los años. Me refiero al mes de julio del año 1991. Era la primera vez en mi vida que participaba en una actividad semejante. Por aquél entonces, el P. Chicho, era vicario parroquial de esa parroquia.

La semana pasada, acompañando a un grupito de diez jóvenes de nuestra parroquia oblata en Málaga—Ntra. Sra. De la Esperanza y San Eugenio de Mazenod—hemos participado en el Encuentro Oblato previo a la JMJ organizado por la Provincia Mediterránea y posteriormente la JMJ con jóvenes de todo el mundo.

He vuelto a constatar, una vez más, que el P. Chicho que conocí hace tantos años, cuando yo era un joven de quince años, es el mismo con el que hemos compartido, especialmente el grupo de jóvenes españoles estos días. Quiero resaltar, sobre todo, dos aspectos en los que he podido constatar esta realidad.

Su manera de hablar y testimoniar a los jóvenes el amor de Dios

En primer lugar, su manera de hablar y testimoniar a los jóvenes el amor de Dios, el amor a Jesucristo, el Evangelio que trata de vivir diariamente, y el amor a los pobres, ha sido algo que me ayudó por aquél entonces a crecer en mi vida cristiana. Él me enseñó cómo leer el Evangelio, amar a Jesucristo y amar a los más necesitados. Sintetizando mucho, ha vuelto a resonar en mí, este mensaje en las palabras que ha dirigido a los jóvenes durante el encuentro previo, y el encuentro oblato con todos los jóvenes del mundo oblato, ya en plena JMJ.

Su manera de vivir y relacionarse con los jóvenes

En segundo lugar, su manera de vivir y relacionarse con los jóvenes. El P. Chicho, siempre ha sido una persona cercana, atenta, preocupada por los jóvenes. Y esto lo ha vivido compartiendo con nosotros, nuestra propia vida, compartiendo fatigas, cansancios, colas, esperas, falta de sueño… las dificultades propias de la Jornada Mundial de la Juventud que cualquier joven experimenta. Me recordaba ese primer campamento que compartí con él en el que no teníamos ni luz, ni agua corriente en un albergue de un pueblo de León. De la misma manera que en aquél entonces compartimos aquellas incomodidades propias del momento, en esta Jornada Mundial de la Juventud, treinta y dos años después, hemos vuelto a compartir otro tipo de incomodidades. Ha sido una alegría volver a constatar y compartir estos días tan especiales con él y con otros miembros de la administración general que nos han acompañado.

Sorprendidos de su cercanía y proximidad

Los jóvenes estaban sorprendidos de su cercanía y proximidad, de su disponibilidad para hablar con cualquiera de ellos con toda naturalidad, y de responder a todas las preguntas e inquietudes personales que tenían, porque estaban viviendo con un oblato que estaba compartiendo la vida con ellos. Volvía a constatar que el Chicho que conocí hace treinta y dos años, es el mismo, que he vuelto a encontrar ahora.

Una visión completa y más amplia de lo que hemos vivido estos días

Termino con una última palabra. Hace poco he recibido todos los discursos y catequesis que ha pronunciado el Papa Francisco en Lisboa en estos días. Sería bonito poder tener las dos catequesis de Chicho y las respuestas que ha dado a los jóvenes durante estos días previos a la venida del Papa Francisco, para tener una visión completa y más amplia de lo que hemos vivido estos días, con dos personas que, cada uno a su manera, nos han transmitido el mismo mensaje de amor a Jesucristo y a los más abandonados de nuestro mundo.