Homilía, 2 de diciembre 2023

Celebramos nuestra liturgia de clausura en el último día del tiempo ordinario. Mañana, 3 de diciembre, memoria de San francisco Javier, celebraremos el primer domingo de adviento de un nuevo año litúrgico. EL 3 de diciembre es también el aniversario de la canonización de san Eugenio de Mazenod. En aquella ocasión, san Juan Pablo II definió a san Eugenio como un hombre del Adviento. Decía :  Eugenio de Mazenod,…  fue un hombre del Adviento, un hombre de la Venida. Él no sólo miró hacia aquella Venida, sino que como Obispo y Fundador de la Congregación de los Oblatos de María Inmaculada, dedicó toda su vida a prepararla. Su espera alcanza la intensidad del heroísmo, al estar caracterizada por un grado heroico de fe, de esperanza y de caridad apostólica. Eugenio de Mazenod fue uno de aquellos apóstoles que prepararon los tiempos modernos, nuestros tiempos”.

Ser hombres de Adviento, hombres que no solo esperan sino que preparan la Venida de Jesús, podría ser también una de las características de nuestra misión como Superiores mayores.  Hombres que hacen todo lo posible para que cada hermano pueda estar preparado para recibir al Señor. Hombres que hacen todo lo posible para que la Buena Noticia alcance a los pobres. ¿Cómo hacerlo? Solo un corazón como el de san Eugenio, un corazón que ame, que viva la fe, la esperanza y la caridad con ardor, podrá cumplir su misión. Un corazón que sea en el mundo semilla y fermento de las bienaventuranzas. Pidamos al Señor la gracia de tener un corazón como el de san Eugenio para poder dar continuidad al carisma que él nos ha legado.

Como Superiores mayores estamos llamados a tener los mismos sentimientos de Cristo, a amar como Cristo. Nuestro ministerio nos debería llevar a crecer en amistad con Jesús y con los pobres. Por eso tenemos que cuidar nuestro corazón y la Palabra de Dios nos advierte de algunos peligros. Nuestro corazón se puede endurecer, puede sentir el peso de la misión o moverse despacio.  Y la Palabra de Dios nos llama la atención para estar en vela y que esto no ocurra. También nos llama la atención sobre tres peligros: “estén alerta, para que los vicios, la embriaguez y las preocupaciones de esta vida no entorpezcan su mente y aquel día los sorprenda desprevenidos”. La Palabra de Dios nos despierta para estar alerta sobre estos peligros: los vicios, la embriaguez y las preocupaciones de la vida.

Los vicios. Sabemos bien nuestros límites, nuestras debilidades. Y estos límites pudieran entorpecer el camino pero no impedirlo. La advertencia de la Palabra de Dios nos llama a estar atentos a no convertir nuestras debilidades en vicios. Tenemos que ser humildes y trabajar para conocernos y reconocernos débiles y necesitados de ayuda. Necesitamos examinar nuestra conciencia y recibir el perdón de Dios. No dejemos que nuestros límites se conviertan en vicios que endurezcan nuestro corazón.

La embriaguez y cualquier otra forma de adicción, también la adicción a los aparatos electrónicos, endurecen y ralentizan nuestro corazón. Quisiera llamar la atención sobre esto porque muchas veces estamos tentados a rellenar nuestros vacíos o buscar compensaciones con seducciones y sustituciones de la exigencia de vivir nuestros votos de pobreza, castidad y obediencia. Tendríamos que ser capaces de hablar abiertamente de ello y dejarnos ayudar para vivir con alegría y generosidad nuestros votos religiosos.

También la Palabra de Dios nos advierte sobre las preocupaciones de la vida. Siendo superiores mayores podemos estar sobrecargados con estas preocupaciones que puede llevarnos a la ansiedad, la desesperación y la tristeza. Tenemos que confiar en la Providencia de Dios y saber que si nosotros nos cuidamos, Él nos cuidará. Poner todo el esfuerzo de nuestra parte pero sabiendo que nosotros no somos salvadores sino colaboradores de nuestro salvador que solo nos pide ser fieles.

¿Qué podemos hacer? Hay que despertar, ser conscientes. Jesús nos muestra el camino: la humildad. Ser humildes es comulgar con el camino que Dios ha escogido para salvarnos, la humildad de Dios. Humildad para pedir ayuda a los hermanos, a los oblatos, a los que pueden ayudarnos en nuestras debilidades. Ser humilde para confiar en la Providencia y  en el trabajo del Espíritu Santo.  El mismo Espíritu que te ha elegido a través de los superiores es el que nos guía para preparar esa era nueva, ese tiempo nuevo que el  Capítulo general está soñando. Si caminamos como humildes misioneros peregrinos de esperanza en comunión con toda la Congregación podemos preparar el futuro para ser cada vez más auténticos oblatos que viven su carisma, misioneros de los pobres y con los pobres, preparando la victoria definitiva de Jesús sobre el pecado, la injusticia y la muerte, la venida del cielo nuevo y la tierra nueva que Él ha anunciado y hecho presente y que nosotros colaborando con él la hacemos realidad. 

A María Inmaculada, nuestra Madre, le pedimos que nos sonría en nuestras dificultades. A san Eugenio pedimos participar en su amor, ser parte de ese corazón grande como el mundo, capaz de amar apasionadamente a nuestra familia y a los pobres. Nuestros Beatos oblatos nos estimulan para caminar con esperanza. Uno de ellos fue Superior mayor como nosotros y nos muestra que también en este ministerio podemos ser santos. Al Padre al Hijo y al Espíritu le pedimos su bendición y gracia para ser sus colaboradores en la Misión de Dios confiada a la Iglesia. Amén.