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Los Superiores Mayores de los Oblatos de María Inmaculada, acompañados por el Superior General, hicieron una peregrinación al corazón de la Iglesia católica, la Basílica de San Pedro. Esta peregrinación fue una profunda experiencia de fe, de liderazgo y el legado de San Pedro, el humilde pescador sobre cuyo testimonio se alzó la Iglesia. He aquí la Homilía del Superior General que pronunció durante la Eucaristía que presidió, en la Tumba de San Pedro.

El significado de la Basílica de San Pedro

Hemos escuchado las lecturas que, con un marcado vocabulario apocalíptico, anuncian el final de imperios poderosos, templos magníficos que serán destruidos, de guerras y desastres que anuncian la victoria definitiva de Dios que viene a juzgar la tierra. Hoy celebramos la Eucaristía en la cripta de la imponente basílica de san Pedro. ¿qué sentimientos nos producen las palabras de Jesús: de todo esto que contempláis no quedará piedra sobre piedra? Algunos piensan que toda la Iglesia se derrumbaría con la basílica si se cumplieran estas palabras. ¿Por qué este templo es tan importante? ¿Cuál es su secreto? Esta basílica se ha construido sobre los restos mortales de un condenado a muerte en cruz. Es Simón, un pescador de Galilea al que Jesús eligió para ser su discípulo y ser la Piedra sobre la que construirá su Iglesia. Siglos de historia han ido construyendo lo que contemplamos pero su centro es el altar construido sobre los restos de Pedro que sufrió su martirio cerca de este lugar. ¡Lo más importante son unos pocos huesos de un pescador de Galilea!  Y estos huesos que no están visibles al público ¡Lo importante es lo que no se ve! Quizás ahí encontramos una primera enseñanza para nuestra misión.  

Autoridad y tentaciones

Nosotros, como Pedro,  estamos llamados a ser los pastores de Cristo ejerciendo un servicio de autoridad en la Iglesia. Tal vez estamos tentados de ejercerlo desde la autorreferencialidad. Podemos caer en la tentación de pensar que somos mejores que los otros, que tenemos más poder o que sabemos más. Podemos quedarnos en las cosas accesorias, cosas que hablan de prestigio, de privilegios. Quizás pensamos que tenemos derechos a los puestos principales, a  ser escuchados y obedecidos, a viajar donde y cuando queramos… Nos dice Jesús, todo eso llegará un día que se derrumbará y no quedará piedra sobre piedra.

La esencia del servicio

Nos podemos preguntar ¿qué es lo más importante en nuestro servicio de autoridad? Dejemos que Pedro nos responda: Lo más importante es haber encontrado a Jesús, haberlo seguido hasta la muerte, haber dado testimonio de su muerte y resurrección. Lo más importante es haber dicho por tres veces al Señor que lo amo a pesar de haberlo negado otras tres veces. En efecto, solo desde el amor y el seguimiento de Jesús podemos ser pastores y servidores de nuestros hermanos. Al celebrar la Eucaristía en este altar recordamos que es sobre la confesión de fe y de amor de Pedro sobre la que se funda la Iglesia.

Amor a la Iglesia y carisma

El amor a la Iglesia ha dado origen a nuestro carisma. San Eugenio se hace sacerdote de los pobres porque siente el llamado desgarrador de la Iglesia abandonada de su tiempo. Basta releer el Prefacio para sentir de nuevo la pasión y el amor de Eugenio por la Iglesia. Un amor probado a lo largo de su vida. Ante la tumba de Pedro hoy damos gracias a la Iglesia nos ha regalado las CC y RR como camino seguro para vivir el Evangelio y ser santos misioneros. Nuestro mejor servicio a la Iglesia será pues leer, rezar y vivir esas CC y RR. En pocos años celebraremos el 200º aniversario de la aprobación papal de nuestras CC y RR. Nosotros como superiores mayores tenemos una función muy importante en la animación de nuestros hermanos. Comprometámonos hoy, ante el altar de Pedro a hacer todo lo que esté en nuestras manos para ponerlas en práctica personal y comunitariamente y poder así ser misioneros peregrinos de esperanza en comunión. Hagamos este pacto con Jesús, con Pedro, entre nosotros.

Caminar con la Iglesia y experiencia sinodal

La C. 6 nos dice que el amor a la Iglesia pasa por la fidelidad a sus pastores. Sabemos lo que san Eugenio y nuestras CC y RR nos piden en relación al obispo de Roma. También hoy tenemos que caminar con la Iglesia y seguir las orientaciones del sucesor de Pedro. Como oblatos nos es fácil sintonizar con el papa Francisco que siempre nos pide poner en el centro a Jesucristo y a los pobres y trabajar por la fraternidad universal. Con entusiasmo debemos abrazar los llamamientos que él nos hace en Laudato Si para promover una conversión ecológica integral y cuidar nuestra casa común. La Iglesia que está viviendo una experiencia Sinodal nos invita a caminar en ella y con ella para servir a los pobres. Nos hará mucho bien acoger esta dinámica sinodal de discernimiento comunitario en nuestras comunidades locales, en nuestras Asambleas y en nuestros consejos a todos los niveles de la congregación. Nos hará mucho bien caminar sinodalmente para decidir sobre las estructuras más adecuadas para revitalizar nuestra vida y misión. Acojamos también el llamado de caminar sinodalmente con los laicos y los miembros de nuestra familia carismática. Es una gracia vivir en estos momentos tan bellos y desde nuestro carisma podemos ser profetas de ese mundo nuevo y del Reino que Jesús predicó.

Afrontar la debilidad con fe

Es en esta época que Jesús nos ha elegido. No tengamos miedo. Como Pedro nos sentimos débiles y sabemos por experiencia que podemos negar a Jesús. Pero el amor y la fe de Pedro nos confirman que podemos hacerlo porque el Espíritu del Señor está con nosotros. Los Beatos Mártires oblatos de España que hoy celebramos, murieron junto con un laico confesando su fe y perdonando y rezando por los que los mataban. Ellos con Eugenio de Mazenod y todos los oblatos que nos han precedido confirman que vale la pena dar la vida para anunciar a Jesús a los más pobres, que vale la pena vivir el Evangelio y nuestras CC y RR, que vale la pena vivir en comunión con la Iglesia. Que vale la pena abrazar esta bella vocación oblata a la que Jesús nos llama.

La intercesión de María Inmaculada

Que María Inmaculada nos ayude a vivir con la misma pasión de san Eugenio para servir a nuestros hermanos y a los pobres. Que ella nos ayude a decir siempre Sí al Señor, a caminar sinodalmente, a intentarlo todo para anunciar y vivir el Evangelio, a dar la vida en oblación por amor a Jesucristo, a la Iglesia y a los pobres a los que hemos sido enviados. Que san Pedro nos confirme en la fe para que caminando en esperanza y amor podamos sembrar en el mundo las bienaventuranzas. Amén