Homilía 4 de diciembre 2023

Estamos contentos de celebrar esta Eucaristía que abre el encuentro del Comité de Hermanos en la Casa General. Durante el Capítulo general hubo muchos momentos en que se escucharon y se aprobaron las propuestas de este comité. En esta reunión pedimos la asistencia del Espíritu Santo para descubrir cómo podemos implementar esas propuestas. También hubo otros momentos que me hacen pensar con esperanza que los oblatos hermanos nos ayudarán a ser los peregrinos de esperanza en comunión que soñamos en el Capítulo. ¡Atrevámonos hoy a soñar y a pedir a Dios que nuestros sueños sean sus sueños y que nos ayude a irlos realizando!

En la primera lectura el Profeta Isaías se atrevió a soñar los sueños de Dios. Unos sueños que aún en estos días nos estremecen: “De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra”. También nosotros queremos soñar este sueño ahora en que en tantos lugares el drama y la injusticia de la guerra provocan tanto sufrimiento. Recordamos nuestros hermanos que están en Ucrania y en otros lugares donde nuestros hermanos sirven a los más pobres poniendo en riesgo sus propias vidas.

El Profeta nos invita a caminar a la luz de la Palabra de Dios para ir realizando nuestros sueños. Creo que es la misma invitación que se nos hace hoy a los Oblatos: caminar a la luz de la Palabra de Dios siguiendo nuestras Constituciones y Reglas. La primera predicación del misionero es la propia vida y cada oblato  es misionero y peregrino de esperanza en comunión cuando vive este Evangelio que está llamado a compartir con los pobres. En esta reunión nos tenemos que preguntar si las propuestas que hacemos nos ayudarán a todos a vivir mejor el Evangelio y a anunciarlo a los más pobres. Por cierto, Jesús viene a nosotros en cada pobre que encontramos y por tanto también los pobres nos evangelizan y tenemos que ponernos a su escucha.

Esto es lo que hizo Jesús en el Evangelio que hemos escuchado. Jesús escucha a alguien que era extranjero, más todavía, alguien que era soldado del ejército invasor. Le está pidiendo que cure a su criado. Y Jesús terminará alabando la fe: “no he encontrado en todo Israel nadie con tanta fe”. El centurión no quería que Jesús rompiera con sus tradiciones y entrara en una casa pagana. Pero confiaba tanto en Jesús que creía que podía salvar a su criado solo pronunciando una palabra. Por eso Jesús alaba su fe. Digamos que el sueño de Jesús de curar a todos sin ninguna frontera de patria o religión se encuentra con la fe del centurión que se atreve a soñar el sueño de Dios: también mi criado puede ser curado.

¿Tenemos nosotros esa fe? ¿Creemos que lo que el Espíritu Santo nos hizo soñar en el Capítulo llegará a ser realidad? ¿Tenemos fe en que el Espíritu Santo nos está moviendo a cambiar nuestras espadas en arados y nuestras lanzas en podaderas, también para cuidar nuestra casa común? ¿Nos atrevemos a soñar con Jesús en una Congregación en que la fraternidad ocupe el primer puesto, en que la misión nos acerque a los más pobres, en que las comunidades sean signo profético de esperanza para el mundo? ¿Nos atrevemos a soñar con nuevas y santas vocaciones para nuestra familia, nuevas vocaciones de oblatos hermanos y una renovación de nuestra vida consagrada?

También nosotros podemos decir, Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme. Confiemos en Jesús y peregrinemos con esperanza y en comunión. Confiemos en que Él nos inspirará en esta reunión y atrevámonos a soñar. Quizás hoy empieza una nueva era  que nos hace caminar en una Iglesia sinodal, una nueva era para la congregación si somos capaces de caminar sinodalmente. Que cada uno se atreva a soñar y a escuchar al Espíritu para ponernos en camino por el bien de la Iglesia, por el bien de la Congregación, por el bien de los más pobres.      

Entre los Oblatos Beatos hay tres oblatos hermanos que dieron su vida por ser fieles a Jesús. En medio de la persecución fueron capaces de ponerse al servicio de sus perseguidores y morir perdonando. Ellos han mostrado que su fe es más poderosa que la muerte y que sus sueños misioneros pueden llegar a hacerse realidad cuando damos nuestra vida en oblación. Pidamos su intercesión ante el Padre para que estemos muy abiertos a soñar los sueños de Dios. Pidamos su compañía en esta reunión para que nos ayuden a crecer en fe, esperanza y caridad y así poder ser levadura de las bienaventuranzas en el corazón del mundo. Con María Inmaculada, san Eugenio y todos los otros Beatos Oblatos, caminemos a la luz del Señor seguros de que su palabra nos sanará y nos llevará a anunciar la venida de Jesús para salvarnos. Amén.