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Carta del 17 de febrero de 2024
Peregrinos irradiando nuestro carisma común

LJC et MI

San Antonio (Texas), 17 de febrero de 2024

Queridos oblatos y miembros de nuestra familia carismática.

Dentro de dos años, si Dios quiere, estaremos celebrando el 200º aniversario de la aprobación pontificia de las Constituciones y Reglas y la Congregación de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada, justo después de vivir el Jubileo de 2025. Dos acontecimientos que nos ayudarán a seguir peregrinando en comunión como misioneros de esperanza. En mis cartas precedentes, escuchando los llamamientos del último Capítulo general, recordaba nuestro compromiso por el cuidado de nuestra casa común: nuestra Madre Tierra y nuestra familia carismática. Hoy quisiera renovar nuestro compromiso de peregrinar con los laicos que comparten el carisma para seguir dando pasos en la dirección propuesta por el Capítulo y el Segundo Congreso de Asociaciones de Laicos Oblatos.

¡Ojalá comprendamos bien lo que somos! escribía san Eugenio de Mazenod a sus compañeros desde Roma comentando la aprobación pontificia de la Congregación y su nuevo nombre: Misioneros Oblatos de María Inmaculada. En estos 200 años de historia, cada oblato, cada laico y laica, consagrado y consagrada de nuestra familia, ha ayudado a comprender mejor la belleza de nuestro carisma. Cada uno de los que hoy lo vivimos aporta un nuevo rayo de luz que irradia en el mundo, una nueva cara de ese maravilloso poliedro que es este carisma regalado por el Espíritu Santo a la Iglesia y al mundo para anunciar el Evangelio de Jesús y su Reino a los más abandonados.

En estos años, sobre todo a partir de la beatificación y canonización de Eugenio de Mazenod, los laicos han jugado un papel importantísimo. Su pasión por el carisma y la misión nos ha ayudado a intentar vivirlo con más pureza, ha generado un nuevo entusiasmo y ha provocado una expansión carismática en nuevas asociaciones y formas de vida cristiana. Comprendemos ahora mejor la responsabilidad de cada uno para enriquecer y custodiar la herencia que el Espíritu nos ha legado en san Eugenio.  

Leyendo esta historia desde las diferentes expresiones en las que se encarna el carisma siento un llamamiento a la conversión y al discernimiento. Conversión para vivir mejor este don del Espíritu Santo que está muy vivo y está trasformando la vida de muchas personas para el bien de la Iglesia, para el bien de los pobres. Este don del Espíritu necesita ser discernido y encarnado con más fuerza en mí, en nosotros. ¿Hacia dónde nos está llevando el Espíritu? Me gustaría proponer tres pasos que puedan ayudar a la conversión y el discernimiento.

Estamos llamados a reconocer dando gracias

En primer lugar, estamos llamados a reconocer dando gracias. ¡Qué bien nos hace descubrir y reconocer en el otro el mismo don que he recibido! Reconocer también que el don del Espíritu es mucho más grande que mi grupo, congregación, instituto o asociación. Reconocernos en el mismo carisma nos lleva a dar gracias a Dios por el don que nos ha regalado y también por el don que es el otro y el don que es cada grupo que lo encarna. Esta acción de gracias abre los corazones para recibir más luz, profundizar nuestro sentido de pertenencia, dejarse estimular por los otros y conocer mejor lo que somos desde los ojos de Dios.

Aprender

Este reconocimiento me lleva a aprender del otro el carisma porque lo que ha recibido me pertenece y me ayuda a vivirlo mejor. La experiencia vivida en septiembre de 2023 ilustra este segundo paso. Las Misioneras Oblatas de María Inmaculada clausuraban su Jubileo de 25 años de historia con un Congreso que ellas mismas convocaron y cuyo tema era “el genio femenino del carisma”. Las mujeres que participaron, laicas y consagradas, compartieron lo que ellas viven cotidianamente. Una corriente de alegría se apoderó de todos al aprender de ellas algo que nos pertenecía a todos y que a la vez nos animaba a vivir mejor nuestra vocación personal. ¡Cuánto tenemos que aprender de las mujeres que viven el carisma! ¡Cuánto para vivir como ellas nuestra misión con los pobres desde el corazón misericordioso de Jesús que san Eugenio encarnó! ¡Cuánto tenemos que aprender los unos de los otros para vivir mejor nuestra vocación y misión común!

Crear espacios y momentos comunes

Es el tercer paso. Necesitamos momentos y estructuras para reconocernos hermanos y hermanas en el carisma. Necesitamos celebrar nuestro carisma común dando gracias a Dios y a aquellos que lo encarnan. Necesitamos crear células formativas para aprender nuestro carisma desde la historia y la experiencia de los otros grupos y modos de vida. Necesitamos discernir juntos nuestra misión común. El II Congreso y el Capítulo proponen varias acciones que invito a poner en práctica a todos los niveles: local, nacional, regional y global. ¿Qué más podemos hacer?

El 8 de diciembre de 2023 compartía con ustedes un sueño: el sueño de sentarnos en unas mesas redondas carismáticas, convocadas por María e inspiradas por la dinámica sinodal. Mesas en las que todas las expresiones del carisma puedan sentarse junto con los pobres para compartir y discernir los pasos siguientes de nuestra peregrinación. Ahí podremos reconocernos hermanos y hermanas en el carisma, dar gracias a Dios, aprender los unos de los otros y decidir qué estructuras de coordinación queremos darnos. Mi sueño es ver esto en todas las comunidades locales y que se vaya expandiendo a nivel nacional, regional, global. Comencemos leyendo juntos los materiales del II Congreso y “Peregrinos de Esperanza en Comunión”. Aprendamos juntos a caminar discerniendo los signos de los tiempos y las inspiraciones del Espíritu.

Algunos expresan su temor de que la gran diversidad entre los grupos de nuestra familia carismática nos paralice. Ciertamente el Espíritu Santo ha sido muy creativo con nosotros y la diversidad que nos ha regalado es buena. Escuchando juntos al Espíritu encontraremos la manera de armonizar esa diversidad. Los más jóvenes pueden iluminar este camino que ellos ya han recorrido en los últimos años. Otras experiencias dentro y fuera de nuestra familia pueden ayudarnos también. Este discernimiento se debe hacer desde la solidaridad y la subsidiariedad. La solidaridad nos invita a compartir lo que somos y tenemos con todos, empezando por los más vulnerables. La subsidiariedad nos hace respetar la autonomía de cada grupo y nos pide capacitar a todos para que puedan tomar sus decisiones sin dependencias paternalistas. Respetando estos principios encontraremos lo que necesitamos para crecer en comunión misionera.

Mi preocupación es otra: caer en la “autorreferencialidad carismática”. Es una tentación que debemos rechazar. Podríamos estar tan ocupados en discutir sobre nuestra identidad, nuestra historia, los criterios para decir quién pertenece o no a nuestro carisma que nos encerremos estérilmente en una dinámica autorreferencial. Hemos nacido para responder a las necesidades más urgentes de la Iglesia, para ser y anunciar el Evangelio a los más abandonados. Nuestra peregrinación común será buena si da frutos, esto es, si nos conduce a una vida más evangélica y nos lleva a ser mejores misioneros con los pobres. Permítanme decir también que lo será si nos hace estar en más íntima comunión con la Iglesia y en ella con los otros carismas que el Espíritu ha regalado al mundo. Los laicos están llamados a ser levadura de las Bienaventuranzas en nuestro mundo como fermento de la fraternidad universal. Leyendo nuestros documentos vemos que los laicos han sido invitados a hacerse presente en los medios de comunicación, el ministerio de la JPIC (Fratelli Tutti y Laudato Si) y la defensa de la vida y la familia. ¡Qué nuestro carisma irradie en nuestra misión con los pobres! 

El laico Stefano Dominici, miembro de la AMMI en Italia, ha sido nombrado Coordinador de Asociados y Asociaciones de laicos. Él ya está trabajando junto con otros laicos de las cinco regiones oblatas y algún oblato en la maravillosa tarea de tejer una red, cada vez más amplia, de laicos y asociados de nuestra familia, una red que facilite la comunicación y nos ayude a elaborar propuestas con las que seguir avanzando. He pedido a Stefano que nos dirija una carta en la que nos exponga lo que necesita. De sus propuestas esperamos generar nueva vida y crecer en nuestra comunión, formación y misión.  Pido a todos, oblatos y laicos, que respondamos con generosidad a sus sugerencias. También les pido a los laicos que piensen en cómo quieren relacionarse entre ellos, con los oblatos y con las otras formas de vida consagrada que quieran incorporarse a las mesas redondas carismáticas.

Quisiera ahora evocar a los dos laicos beatificados con nuestros oblatos mártires: Beato Cándido Castán y Beato Pablo Thoj Xyooj. Ambos, asociados a los Oblatos por el martirio, dieron el más alto testimonio de amor. Cándido Castán nos anima a vivir en nuestras familias el espíritu evangélico y ser conscientes de nuestra responsabilidad en la sociedad: además de tener una vida de piedad intensa, fue líder sindical, participó en la vida política y promovió la dignidad de los trabajadores dando también testimonio del Evangelio en su puesto de trabajo. Pablo es un ejemplo de colaboración misionera llevando hasta las últimas consecuencias su ministerio como catequista y defendiendo hasta la muerte a los misioneros. Ambos son un hermoso ejemplo complementario de la misión de los laicos en la Iglesia y el mundo. A Ambos Beatos pido su intercesión para que toda nuestra familia carismática anuncie el Evangelio con su vida, siendo misioneros con los más pobres.

Que el Señor nos bendiga a todos, peregrinos de esperanza en comunión.

Vuestro hermano y peregrino. 

Luis Ignacio ROIS ALONSO, OMI
Superior general



Coordinador de las asociaciones de laicos y de los laicos asociados

 L.J.C. et M.I.

 

                                                                                                 Roma (Italia), 17 de febrero de 2024

Queridos Laicos, Consagrados oblatos y miembros todos de la familia carismática:

Aceptando con alegría la invitación que me ha hecho el Superior general, quiero escribir unas líneas para compartir con todos vosotros el espíritu de fiesta con motivo del aniversario de la aprobación de las Constituciones y Reglas.  Desde su toma de posesión, el Superior general se ha dirigido siempre a toda la familia carismática, donde cada uno está comprometido a vivir, en su propio estado de vida, el carisma dado a la Iglesia por san Eugenio de Mazenod. Este año en particular, el Superior general ha dedicado su carta del 17 de febrero al tema de los Laicos Asociados. Estoy profundamente agradecido por esta atención que se nos presta, desde el Segundo congreso mundial de laicos y el último Capítulo general.

Mi propio nombramiento como coordinador del laicado es un signo tangible de tal atención. Ejerzo este servicio contando con la ayuda del Espíritu Santo y confiando en la riqueza de las experiencias de los laicos de todo el mundo, testimoniadas durante el congreso. Éste nos dio la ocasión de conocernos y de ver el modo en que, en todas las partes del mundo, vivimos nuestra vocación bautismal, de maneras a veces diferentes, pero siempre con el mismo espíritu oblato. ¡Formamos parte de una familia grande como el mundo!

He pedido poder desarrollar mi servicio junto con otros laicos, representantes de las regiones, y con tres oblatos: las mismas personas que ya participaron en la preparación del Congreso y que estuvieron presentes en el Capítulo general. Lo he pedido no sólo para poder contar con una valiosa colaboración en los continentes, sino para poder trabajar “en un estilo sinodal de comunidad”, laicos y consagrados juntos. A lo largo de mi vida como laico oblato, he tenido la gracia de vivir este espíritu comunitario y sinodal, pudiendo apreciar su importancia y los frutos que aporta. También las horas que paso en la Casa general por motivo de mi servicio van en esta línea. Gracias a la acogedora comunidad que allí mora, trabajar, hablar, rezar y compartir la cena juntos son muchos gestos pequeños y sencillos que “crean familia”.

A la luz de ello, mientras nos acercamos a dos inminentes e importantes hitos en el camino, la celebración del Jubileo en 2025 y la celebración del 200 aniversario de la aprobación papal de las Constituciones y Reglas en 2026, comparto y os invito a reflexionar y compartir con otros algunos elementos de reflexión, nacidos también al hilo de los tres pasos lanzados por el Superior general en su carta (reconocer dando gracias; aprender; crear espacios y momentos comunes):

  • ¿Cómo podría describir el Espíritu que me ha atraído al carisma oblato? ¿Qué me atrajo de este carisma? ¿Cómo podría mantener encendido este fuego?
  • Como comunidad, ¿cuál es nuestro ministerio actual al servicio de los pobres? ¿Cómo podríamos estar siempre en mayor unidad y comunión con otros laicos y con los OMI?
  • ¿Cuál sería el siguiente paso en nuestra peregrinación juntos como laicos y oblatos consagrados?

Por último, para concretar nuestra voluntad de caminar y progresar juntos, he aquí algunas sugerencias prácticas:

  • Invito a laicos y oblatos a dirigirse a los representantes de las regiones (la lista se encuentra al final de la página) para mantener y reforzar la red de relaciones que se inició con el II Congreso de laicos;
  • invito a dar a conocer con antelación (siempre a través de los representantes regionales) los aspectos más destacados de la vida como laico, una posible reunión o encuentro a nivel de unidad o región;
  • invito a informar a los representantes regionales de los nombres de los grupos laicos de las unidades y, si es posible, de un lugar de contacto.

Avancemos así, junto a los sacerdotes, hermanos, jóvenes y consagradas de nuestra familia carismática, Peregrinos de Esperanza en Comunión.

Que el Señor nos bendiga a todos,

Stefano Dominici
Coordinador de las asociaciones de laicos y de los laicos asociados

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