El Reino de Dios está entre Nosotros
(previniendo el declive de la historia)

¿Por qué la narrativa de la humanidad, a pesar de sus sombríos pasajes, no cae en el olvido? A pesar de los horrores de las guerras pasadas y presentes, la violencia implacable y las injusticias que aquejan a las sociedades, ¿por qué perduran visiones de coexistencia pacífica y solidaridad? Y, ¿por qué, a pesar de las catástrofes ecológicas causadas por la explotación de la naturaleza, buscamos un futuro más verde para nuestro planeta? En última instancia, ¿por qué los anhelos de bondad y esperanza, que impulsan a muchos hacia una mayor unidad política y social entre las naciones, parecen superar el egoísmo y la indiferencia inherentes en la humanidad, disipando pronósticos sombríos para el futuro de nuestro mundo?

La respuesta cristiana es clara: porque el Reino de Dios está entre nosotros. Como la semilla de mostaza en el Evangelio, el Reino de Dios reside en cada corazón, inspirando desinterés y solidaridad.

La historia humana no desaparece en la insignificancia porque la «gracia de la bondad» es abrazada por innumerables individuos que encarnan valores como la responsabilidad, el sacrificio, el altruismo y el servicio. No se hunde en el caos porque muchos creyentes, tanto cristianos como personas de buena voluntad, cumplen sus deberes diariamente, ofreciéndose voluntariamente para el beneficio de los demás. Los padres continúan inculcando valores de compasión y comunidad en sus hijos; los profesionales, motivados no por el poder o la riqueza sino por el avance moral y social, contribuyen diligentemente en diversos campos.

La historia persiste porque numerosos individuos, anónimos y sin estatus social, rezan y abogan por un mundo mejor, perdonan errores, admiten fallos y extienden compasión a los marginados. La presencia del Reino de Dios desafía a menudo nuestra historia inhumana a trascenderse a sí misma, alimentada por el compromiso imperfecto pero firme de la Iglesia de abrazar verdades evangélicas y compartirlas con el mundo.

Mañana, en Dakar, los Misioneros Oblatos se reunirán para una sesión modesta pero significativa para discutir la implementación de la misión del Instituto después del Capítulo General de 2022. Aunque parezca insignificante en medio de movimientos sociales, económicos y políticos más grandes en África, su impacto, aunque no destinado a los registros históricos, es crucial.

Esta reunión, ya grabada en el Libro de la Vida, fortalecerá el Reino de Dios, fomentará el crecimiento de la Iglesia Africana, contribuirá al avance de África y enriquecerá nuestra historia colectiva con bondad. Esta visión esperanzadora no está exagerada ni es irrazonable; está arraigada en la «verdad evangélica» y la gracia que guía la acción humana.

A medida que los Oblatos se congregan en Dakar, sus esfuerzos conjuntos impulsarán la misión del Reino y reafirmarán valores de amor, respeto mutuo y auténtica compartición, un faro de esperanza en medio de las pruebas de la humanidad. Este esfuerzo colaborativo asegura que la historia retenga su significado.

Alberto GNEMMI, OMI