HACER DE NUESTRAS CASAS HOGARES MISIONEROS PARA LOS POBRES.

Queridos peregrinos, oblatos y miembros de la familia carismática.

El 25 de enero de 1816 se considera la fecha del inicio de nuestra familia misionera en Aix. En estos días, el gobierno central y los directores de los servicios generales, estamos caminando juntos para poner en práctica las inspiraciones de nuestro último Capítulo general. Poner en práctica el Capítulo es la mejor manera de celebrar el 207 aniversario de nuestro nacimiento.

Para san Eugenio y para los que nos consideramos miembros de su familia, la casa de Aix es aquel lugar al que siempre hay que regresar para encontrar nuestra identidad. Si sus muros nos hablan hoy es porque aquellos hombres supieron convertirlos en un auténtico hogar misionero. Esta es también nuestra tarea: que nuestras casas se conviertan en hogares misioneros abiertos a los pobres.

El Capítulo general nos pide cuidar nuestra casa común, nuestra Congregación. El llamamiento a profundizar en la interdependencia nos recuerda que estamos juntos en la misma barca. Por una parte, lo que hacemos a nivel local afecta al conjunto de nuestra familia y por otra, todo lo que hacen y viven los demás nos pertenece. Cada uno está llamado a poner en práctica lo que nos pide el Capítulo. ¿Nos animamos a intercambiar nuestros “sueños capitulares” para comenzar a hacerlos realidad?

Uno de los sueños de san Eugenio era pensar que somos “la familia más unida de la tierra”. Para poder serlo él nos dejó como legado su testamento: “Entre ustedes la caridad y fuera el celo”.  Cada comunidad está invitada a hacer realidad este sueño. Sabemos que habitar en una misma casa no es suficiente para vivir una auténtica fraternidad evangélica. Las Constituciones y reglas son la hoja de ruta para poder vivir el Evangelio en comunidades apostólicas. Viviendo las Constituciones y Reglas, pongámonos en camino, para hacer que nuestras casas se conviertan en hogares acogedores, especialmente para los más pobres y vulnerables. Salgamos también a los caminos para hacer de ellos un hogar habitable en el que renazca la esperanza.

Para que nuestras casas sean auténticos hogares misioneros “tenemos que ayudarnos mutuamente a encontrar gozo y dicha en nuestra vida de comunidad y nuestro apostolado” (C.29). ¡Qué hermosa tarea! ¡También es mi misión que el peregrino que me acompaña en el camino encuentre gozo en su vida. Ayudémonos para poder ser alegres peregrinos de esperanza en comunión, para que seamos los santos misioneros que el Fundador soñó.

¿Te animas a caminar con nosotros? Que María Inmaculada y san Eugenio nos regalen esta gracia. ¡Vamos!