Charles Pandosy nace en Marsella el 20 de noviembre de 1824, ingresa en los Oblatos, y en 1847 es enviado a las misiones de Oregon. Es ordenado sacerdote el año siguiente y ejerce un ministerio apostólico excepcional durante cuarenta años entre los indios Yakimas de esta región y entre los Blancos de la Colombia británica. El Padre Pandosy mide 1,90 metros de altura, su ancha espalda, su desa cabellera negra, su barba frondosa, así como su potente voz confieren a este coloso una autoridad que nadie osa contestar. Pastor abnegado con múltiples talentos (profesor, orador, músico, agricultor, biólogo etc) se convierte enseguida, en su ambiente, en organizador notable, protector de los débiles y defensor de los oprimidos.

En la rivera del lago Okanagan
En la guerra de los americanos contra los indios (1854) se incendia su misión de Oregon. Se retira con los jesuitas de Colville y se acostumbra a llevar la sotana amplia de los hijos de San Ignacio ceñida con una ancha cintura de cuero. En 1859 los superiores le envían a la Colombia canadiense para fundar una misión en la Anse-aux-Sables. Acompañado por diez colonos, un día llega a la rivera del bello e inmenso lago Okanagam. Se impone un abrigo temporal y se dirigen a un cobertizo para pasar la noche. Nada más acostarse, el sacerdote percibe un extraño ruido fuera de la tienda. Es un ruido seco como el de una rama que casca bajo la pezuña de un animal. No molesta a los colonos que ya se han dormido, pero el oblato se pone en guardia.

Indios amenazadores
Sin hacer ruido el “Gran Barba” sale del refugio y percibe en la penumbra una banda de indios Shoushouapes con mirada sospechosa, que rodea a los recién llegados. El Padre Pandosy tenía experiencia de este género de emboscadas, cuando estaba entre los Yakimas. Con su sangre fría, entra en la tienda, coge de su mochilla un gran cuchillo y sale lentamente. Se dirige, con paso firme, hacia un árbol y hace, a la altura de su espalda, un corte en forma de círculo. Los indios intrigados miran atentos todos sus movimientos. Dando la espalda al árbol, así tallado, el padre se aleja unos diez pasos. Coge su cuchillo por la hoja y le lanza hábilmente al centro del círculo. Impasible vuelve hacia el árbol, recoge el cuchillo y repite el mismo gesto una segunda vez y luego una tercera.. siempre con acierto.. Cuando intenta retirar el cuchillo por tercera vez, no se ve un indio por los alrededores. Riéndose en su propia barba vuelve tranquilamente a su refugio, deja su cuchillo en su mochilla, se cubre con su manta y se duerme serenamente sin haber despertado a sus compañeros. A partir de entonces todos los indios del valle de Okanagan rodean de un profundo respeto a este “gigante de gran barba”.

El manzano del Padre Pandosy.

Se descubren sus restos
A lo largo de más de treinta años, el Padre Pandosy contribuye al desarrollo social, económico y religioso del Okanagan. Planta los primeros árboles frutales en esta región conocida hoy por la calidad de sus manzanas “deliciosas”. Muere el 6 de Febrero de 1891 y es enterrado cerca de la Misión Creek (Kelowna) Con los años se llega a no saber el lugar exacto de su sepultura. Por fortuna en 1983 arqueólogos descubren en un antiguo cementerio un esqueleto de seis pies y tres pulgadas, a su lado se había podrido una cintura de cuero. Fue fácil identificar los restos del Padre Charles Pandosy, Oblato de María Inmaculada. El gobierno de la Colombia declaró “lugar histórico” la granja que había sido el lugar de la misión. Todavía se encuentra la capilla en trozos de madera descuartizados por el hacha, como también la pequeña escuela del Padre Pandosy, el hombre que sabía jugar con el cuchillo.

André DORVAL, OMI