1. Primeros ministerios
  2. En el oeste canadiense
  3. En Francia

Nacimiento en Presles (Alpes Altos), 28 de abril, 1813
Toma de hábito en Marsella, 1º de junio, 1833
Oblación en Marsella, 4 de junio, 1834 (nº57)
Ordenación sacerdotal en Marsella, 24 de septiembre, 1836
Muerte en N..D. de Lumières, 27 de agosto, 1889.

Francisco Javier Bermond nació en Presles, diócesis de Gap, el 28 de abril de 1813. Estudió en el colegio de Briançon, luego en el seminario menor de Embrun. Durante su último año en el seminario menor, el retiro anual fue predicado por los padres Hipólito Guibert y José Capmas. El joven filósofo decidió seguirlos a Notre-Dame de Laus. Comenzó el noviciado, desde hacía poco trasladado a Marsella, el 1º de junio de 1833 e hizo su oblación el 4 de junio de 1834. Después de dos años de teología en el seminario mayor de Marsella, Mons. de Mazenod lo ordenó sacerdote el 24 de Septiembre de 1836.

Primeros ministerios

El padre Bermond comenzó su ministerio especialmente como predicador en Billens (Suiza) en 1836-1837, en Aix durante algunos meses en 1837, en Notre-Dame de Laus de 1837 a 1841, en el juniorado de Notre-Dame de Lumières de 1841 a 1844 y en Notre-Dame de l’Osier en 1844-1845.

En 1841 el padre Bermond se declara entusiasmado con las Misiones en Canadá y solicita ser prontamente destinado allí. Monseñor de Mazenod le responde que no lo considera suficientemente obediente y virtuoso para ser enviado a 1500 leguas del superior general. En 1842 el padre se niega a ir a Aix. Destinado a Notre-Dame de l’Osier en 1844, no quiere permanecer allí. En el mes de octubre de ese año, el Fundador le escribe: “Ruego a Dios que lo aparte de los sueños infantiles y le dé un corazón y una voluntad de hombre y sobre todo de hombre religioso. Se sentirá así más feliz y se hará más útil a los demás.”

A comienzos de 1845, Pedro Aubert y Alejandro Antonino Taché parten para el Río Rojo. Mons. de Mazenod anuncia entonces al padre Bermond que él ira a reemplazar al padre Aubert en Longueuil, donde los padres predican con éxito misiones parroquiales: “Es como para encender el ánimo de un verdadero misionero”, le escribe. El padre se niega a partir. Mons. de Mazenod insiste, pero recibe una “respuesta completamente insolente, confía al padre Ambrosio Vincens el 11 de Mayo de 1845. Paso por alto la impertinencia de esta carta, pero lo más lamentable es la estúpida manera de ignorar los deberes más sagrados. Plantea la tesis de que los votos no le obligan a obedecerme en eso y parte de ahí para exponer sus lastimosos razonamientos, donde solo se ve a través de su decisión su amor propio herido”.

Mons. de Mazenod le da, sin embargo, la obediencia en junio de 1845 diciéndole: “Seamos dignos de nuestra gran vocación y caminemos en nombre del Señor”. Lo recomienda al padre Eugenio Bruno Guigues con estas palabras: “El padre Bermond tiene excelentes cualidades […] muéstrele confianza y amistad y estoy seguro que usted quedará satisfecho”. El padre llega a Canadá en el otoño de 1845, trabaja durante unos meses en los campamentos de la región de Ottawa, luego en 1846 se reúne con sus compañeros en el Río Rojo. Sirve en las misiones de San Francisco Javier en Pradera del Caballo Blanco (Manitoba) de 1846 a 1850 y de San Lorenzo del Lago de los Patos de 1847 a 1850. En 1850-1851, es superior de la casa de San Bonifacio y cura de la parroquia de 1854 a 1857. También es procurador del vicariato.

En el oeste canadiense

En el Oeste, el padre Bermond siente poca simpatía por los padres Aubert y Taché, a quienes critica a menudo. Una vez que el padre Taché fue elevado al episcopado en 1851, el padre Bermond pone en guardia a todos los nuevos misioneros contra el obispo. Mons. de Mazenod, ya descontento de él porque no había escrito desde su partida a Canadá y porque había abandonado una misión “por su propio impulso”, expresa su dolor ante Mons. Guigues y lo invita a no fiarse de lo que pueda decir el padre Bermond: “Esos murmuradores de profesión tienen una conciencia tan amplia que no retroceden ante ninguna detracción, ya que a menudo están demasiado expuestos a emitir calumnias cuando creen que sólo se están permitiendo maledicencias.”

El padre Bermond continúa hablando contra Mons. Taché y hasta contra la administración general que, según él, hace demasiadas fundaciones. Mons. de Mazenod confía una vez más su pesar a Mons. Guigues: “no te ocultaré que creo que el padre Bermond no tiene remedio. El último padre que he destinado allá, que es un religioso irreprochable [el padre Grandin] me escribía que si yo no lo hubiera prevenido contra todo aquello que le insinuaran en contra del respeto y de la confianza hacia su primer superior y su obispo, sin duda habría caído en la trampa. Al respecto, te diré que encuentro tan grave esta actitud que si no cambia, me inclinaría a retirar de la misión a ese padre Bermond, a pesar de la experiencia adquirida y sus conocimientos de idiomas. Dame tu opinión”.

En 1856, a petición de Mons. Taché el Fundador decide llamar a Francia al padre Bermond, pero antes lo envía como visitador extraordinario a Oregón, donde pronto será necesario reemplazar al padre Pascual Ricard que está enfermo. El padre Bermond obedece de mala gana, hace un informe en el que propone abandonar las misiones con los Yakimas y los Cayusos a causa de la guerra y enviar a los padres a la Columbia Británica. La administración general aprecia este informe y pide al padre Bermond que permanezca allí; se le nombrará vicario de las misiones de Oregón.

Sorpresa y cólera experimentó Mons. de Mazenod, que se encontraba entonces en la sesión del senado en París, cuando, en febrero de 1859, supo que el padre Bermond había vuelto a Francia sin permiso. Monseñor escribe al padre Casimiro Aubert: “Es una extravagancia imperdonable que perjudicará el bien que la Congregación podía llevar a cabo en Oregón, al menos en la región que estábamos explorando recientemente. Estoy indignado. Abandonar su puesto en un momento tan importante, sin esperar las órdenes del superior a tanta distancia como se encontraba, hacer depender su partida de una carta que podría tardar más o menos en llegar a sus manos, emprender en cierto modo la huida después de haber iniciado un asunto de tal importancia, es monstruoso a mis ojos, por mucho menos se puede ser expulsado de la Congregación, cuyos intereses ha traicionado así como el de la conversión de las almas. Este personaje extraño hizo bien en pasar por París sin tratar de verme. Hemos contado demasiado con un cambio de su parte. Va de mal en peor…”

En Francia

Mons. de Mazenod no vuelve a hablar del padre Bermond en adelante. Éste por otra parte se volvió mejor religioso. Trabaja algún tiempo en Notre-Dame de Bon Secours en 1860, en Notre-Dame de l’Osier en 1860-1861, es superior de Notre-Dame de Lumières de 1862 a 1865, provincial de la provincia del Sur, de 1865 a 1871. Pasa los últimos años de su vida activa en Notre-Dame de Bon Secours (1871-1884) donde es superior entre 1871 y 1877. Después se retira a Notre-Dame de Lumières, donde murió el 27 de agosto de 1889, después de haber celebrado su 50° aniversario de oblación en 1884 y de sacerdocio en 1887. En respuesta a los discursos y a los elogios que se le brindaron en esta última ocasión, él responde: “He recibido tan pocas felicitaciones en mi vida, que no he podido contraer el hábito de responderlas.” En efecto, a pesar de sus talentos y del bien que realizó, sobre todo después de su retorno del Canadá, el padre Bermond tardó mucho, a causa de su espíritu crítico, en hacerse un hombre de comunidad y en ser amado por sus compañeros.

YVON BEAUDOIN, O.M.I