Nacimiento en Cotignac (Var), Noviembre 18, 1826
Toma de hábito en N.-D. de l’Osier, Septiembre 13, 1845
Oblación en N.-D. de l’Osier, Septiembre 14, 1846 (No.164)
Ordenación sacerdotal en Montreal, Septiembre 30, 1849
Muerte en Hull, Canadá, Enero 25, 1890.

Eugenio Cauvin nació en Cotignac, diócesis de Fréjus, Francia, el 18 de noviembre de 1826. Sus padres fueron  Martín S. Cauvin y Magdalena H. Gérard. Entró al juniorado en Notre-Dame de Lumières en 1842, después de una misión predicada por el Padre Martin y sus colegas Oblatos en Cotignac. Antes de iniciar sus estudios filosóficos entró al noviciado en Notre-Dame de l’Osier el 13 de septiembre de 1845 y tomó sus votos en ese lugar el 14 de septiembre de 1846. Al terminar dos años de teología en el Seminario mayor de Marsella, recibió su obediencia para Canadá, saliendo a esta misión en mayo de 1848. De inmediato fue enviado al seminario mayor en Pittsburgh, Pennsylvania (1848-1849) y volvió a Montreal, donde recibió el sacerdocio del Obispo Ignacio Bourget, el 30 de septiembre de 1849.

El ministerio del Padre Cauvin en los siguientes años transcurrió en varias parroquias en Canadá y los Estados Unidos: Saint-Alexis en Saguenay (1849-1853), Saint-Pierre-Apôtre, Montreal (1853-1854, 1857-1863), Saint Joseph, Burlington, Vermont (1854-1856), Saint-Sauveur, Quebec (1863-1867, 1874-1877), Saint Peter, Plattsburgh, Nueva York (1867-1873), Saint Paul, Minnesota (1873-1874). Después fue nombrado superior y pastor en Hull, cerca de Ottawa, de 1877 hasta su muerte en 1890. Su ministerio en ese lugar fue muy apreciado por los fieles y tomó muchas iniciativas, en especial en el área de la educación. También comenzó la reconstrucción de la iglesia y el presbiterio que habían sido consumidos por un incendio, al mismo tiempo que supervisaba la construcción de un convento para las Hermanas y cerca de 150 casas en el pueblo.

Después de una corta enfermedad, falleció en Hull, el 23 de enero de 1890. Fue sepultado en el cementerio del lugar. El entonces Provincial de Canadá, Padre Celestino Augier, escribió sobre él: “El Padre Cauvin fue un genuino chapado a la antigua. Pasó sus años de juventud en el juniorado de Notre-Dame de Lumières y al llegar a América, su alma tenía el sello de la Congregación, recibido en sus inicios, por nuestro venerado Fundador. La Congregación fue su familia, su única familia, una a la que amó desde lo más profundo de su ser. Parecía vivir solo para ella. Como hijo devoto, siempre estuvo al lado de su madre para defender y salvarla. No puede haber duda de que la gracia no borró todas las asperezas de su naturaleza. Había ocasiones en que explotaba; el provenzal en ocasiones eclipsaba al religioso; pero las tormentas eran pasajeras y la calma volvía pronto al firmamento de su alma. Gozaba en servir y una de las mayores alegrías de su vida fue siempre la felicidad que prodigaba a los demás. Tuvo una vida activa por instinto; una necesidad de su naturaleza efusiva y osada…”.

Yvon Beaudoin y Gastón Carrière, o.m.i.