1. Vida del padre Courtès
  2. Confidente del Fundador
  3. Salud frágil
  4. Predicador de talento
  5. Modelo de caridad
  6. Vida de unión con Dios

Nacimiento en Aix en Provenza, 1º de enero, 1798
Toma de hábito en Aix, 15 de octubre, 1817
Oblación, 1º de noviembre, 1818 (nº 4)
Ordenación, 30 de julio, 1820
Muerte el 3 de julio de 1863.

Juan José Hipólito Courtès (1798–1863) fue uno de los primeros compañeros del padre de Mazenod y fue siempre su confidente y amigo.

Vida del padre Courtès

Nacido en Aix en Provenza el 1º de enero de 1798, de una familia bastante acomodada, Hipólito Courtès recibió una educación cristiana, hizo sus estudios en el seminario menor y pasó luego al seminario mayor de Aix.

Impresionado por la prédica de un jesuita que exaltaba la grandeza de la vocación misionera, pidió ser recibido en la Compañía de Jesús y partió al noviciado de Montrouge, a fines de diciembre de 1816. Su salud precaria no le permitió quedarse y su padre vino a buscarlo unos meses más tarde. Volvió a Aix el 14 de septiembre de 1817.

Como había sido miembro de la congregación de la juventud, fundada por el padre de Mazenod, era conocido y estimado por el Fundador y fue acogido por la comunidad de los misioneros de Provenza, para descansar allí. Siempre animado por el deseo de consagrarse al Señor, decidió unirse al grupo de los misioneros. Comenzó, pues, su noviciado el 15 de octubre de 1817 e hizo su oblación el 1º de noviembre de 1818.

Fue durante ese noviciado cuando se realizó en Aix el primer Capítulo general en que fueron aprobadas las Reglas y Constituciones (ver LEFLON, II, p. 182s). En la segunda sesión de ese Capítulo, el escolástico Courtès fue elegido Procurador de la Congregación.

Fue ordenado sacerdote el 30 de julio de 1820 y ese mismo día, escribió a su padre: “Soy ya sacerdote. No se imagina mi felicidad. Queridos padres, me llena de gozo la alegría que semejante noticia debe darles. Regocíjense ustedes también porque hoy he recibido del buen Dios la mayor gracia que pudiera alcanzar.”

La vida oblata del padre Courtès no presenta ningún acontecimiento extraordinario. Después de la partida del padre de Mazenod para Marsella en 1823, fue nombrado superior de la casa de Aix, cargo que desempeñó hasta su muerte. Fue elegido asistente general en el Capítulo de 1824 y lo seguirá siendo hasta el final. En ese mismo Capítulo fue encargado junto con los padres Juan Bautista Honorat y Mario Suzanne par redactar la historia de la Congregación, recogiendo los materiales necesarios para este fin.

El único período en que el padre Courtès se ausentó de Aix fue para fundar la casa de Limoges, en noviembre de 1847. Para asegurar un buen despegue a esta comunidad, el Fundador quería un hombre de plena confianza, por esto escogió al padre Courtès como superior interino de esa casa, siendo el padre Melchor Burfin quien, después de la campaña de invierno, debería asumir el cargo de superior. El consejo general del 22 de febrero de 1848 anota que el padre Courtès se desempeña en las funciones que le son confiadas, con un valor y una habilidad notables. En agosto de 1848, está definitivamente de vuelta en Aix. Allí permanecerá hasta su muerte, el 3 de junio de 1863.

Confidente del Fundador

El Fundador le escribe el 5 de marzo de 1837: “¿Por qué te consideras un simple miembro de la Congregación? Pienso que eres uno de sus pilares, que formas parte de los cimientos del edificio, que estás unido íntimamente con el jefe… Es una especie de solidaridad que tú compartes conmigo y con poquísimos más.”

Esta confianza se manifiesta ya en la crisis de 1823, cuando el Fundador le pide que se entreviste con el arzobispo de Aix que exigía que los misioneros pertenecientes a su diócesis no hicieran votos. Se le confió durante muchos años la formación de los jóvenes, la de los novicios de 1824 a 1826, y la de los escolásticos y de los juniores mientras permanecieron en Aix.

Cuando el 30 de julio de 1832, el padre Francisco de Paula Enrique Tempier fue enviado a Roma por Mons. Fortunato de Mazenod para solicitar la elevación de su sobrino al episcopado, únicamente el padre Courtès recibió la confidencia (ver REY I, p. 537s) y fue a él a quien Monseñor de Mazenod informó de su entrevista con el Santo Padre (ver de Mazenod a Courtès, 29 de agosto de 1832). El también fue encargado en noviembre de 1845, junto con Mons. Hipólito Guibert, de dirigirse a Ajaccio y a Roma para presentar los decretos de los Capítulos generales y la causa del padre Carlos Domingo Albini. La carta del 1º de marzo de 1850 es también un testimonio de la confianza del Fundador.

Salud frágil

Sin embargo, este compañero de los comienzos no siempre pudo ser una gran ayuda para el Fundador. De salud frágil, era sensible a las dificultades y a menudo se dejaba abatir por las pruebas. De vez en cuando, el padre de Mazenod anota en su diario: “Recibí una carta del P. Courtès que se lamenta, como de costumbre” (Diario, 28 de febrero de 1837), o bien, “Carta del P. Courtès, tres páginas sobre sus dolencias habituales cuando se irrita” (Diario, 4 de marzo de 1837). Y así continúa, los ejemplos no faltan. En abril de 1829 cae gravemente enfermo y el 11 de mayo se le administra el Viático. No fue más que una alerta, pero toda la vida fue débil de salud. Y muy a menudo el registro de la casa de Aix informa que el padre Courtès no ha podido participar en la sesiones del Consejo general porque estaba indispuesto.

Predicador de talento

A causa de su mala salud, no era capaz de tomar parte en la misiones y sólo participó en algunas ocasiones. Más bien era invitado a predicar retiros a los sacerdotes y a las religiosas. Era un predicador muy apreciado. Por ejemplo, el 5 de agosto de 1838, Mons. de Mazenod anota en su diario, a propósito del panegírico del beato Alfonso de Ligorio predicado por el padre Courtès: “Se mostró digno de su talento, se le escuchó con mucha atención, aunque estuvo por encima del alcance de una gran parte del auditorio.” Al año siguiente el diario local, Mémorial d’Aix, señala en una circunstancia semejante, que al estar indispuesto el predicador encargado “el mismo superior (el padre Courtès) improvisó un pequeño discurso sobre la canonización del santo con un acierto que ha sido generalmente apreciado”. Con ocasión del Concilio provincial de Aix, en septiembre de 1850, fue escogido como teólogo personal del arzobispo. Se valoraba en él al sacerdote de doctrina y de virtud.

Modelo de caridad

Fue, pues, en la casa de Aix donde el padre Courtès ejerció su apostolado. Animaba el servicio de la iglesia de la misión, era capellán de colegio, capellán y confesor de varias comunidades religiosas. Se entregó a estas obras con dedicación día a día, siendo muy apreciado por aquellos que se beneficiaban de su apostolado.

En tres ámbitos sobre todo tuvo ocasión de manifestar plenamente su caridad apostólica. En primer lugar, en el servicio de las Conferencias de San Vicente de Paul. Estas conferencias, establecidas en Aix en 1841, recibieron la hospitalidad de los Oblatos que ponían a su disposición una sala para sus reuniones y la capilla interior para su oración. El padre Courtès, no se conformó con acoger a las Conferencias, sino que tomó parte activa en sus obras de ayuda: reunión de los pobres, de los Pequeños Saboyanos, apostolado con las familias, protección a la infancia, etc. En las actas de estas conferencias se encuentran los más hermosos elogios a la caridad del padre Courtès: “Las Conferencias de Aix han encontrado en él, no solamente un sostén y un protector que tuvo a bien asegurarles un asilo, sino también un guía, un consejero y el mejor de los padres.” (31 de diciembre de 1855). Hablando de los pobres que acuden cada domingo, “uno queda admirado de la atención conmovedora con que escuchan la palabra de Dios, que el superior de los Oblatos, el R. P. Courtès sabe tan bien poner al alcance de su inteligencia y de su condición” (informe del año 1857).

Las epidemias de cólera que golpearon la ciudad de Aix fueron para el padre Courtès y los Oblatos de su comunidad, un llamado del Señor para una entrega sin tasa. La del año 1835 fue la más mortífera. La carta de Mons. de Mazenod al padre Eugenio Guigues el 1º de agosto de 1835, elogiando a los Oblatos de Aix y de Marsella, no exageró nada. Se puede decir que en Aix la casa era asaltada e incluso invadida por la muerte. “Qué hermosa página para la historia de la Congregación”. Habría que leer la carta completa.

Otro campo del apostolado en que el padre Courtès dio la medida de su celo fue la capellanía de las cárceles, que los Oblatos de Aix mantuvieron de 1821 a 1903, fecha de las expulsiones. Aunque durante su largo período como superior el padre Courtès no fue siempre capellán titular, a menudo ejerció su ministerio en las cárceles y acompañó a los condenados al cadalso. En una carta al Fundador, el 17 de enero de 1860, describe ampliamente una de esas circunstancias en las que quiso ser testigo de la misericordia del Señor que se acerca hacia el condenado, llegando incluso a besarlo afectuosamente.

Vida de unión con Dios

El secreto de la abnegación del padre Courtès fue su vida de oración. Dice en su diario: “Si no se hace oración, el corazón se seca…El Espíritu Santo es la luz;… es el Espíritu Santo quien da a los sentidos un goce divino;…es necesario, pues, retirarnos en nuestro corazón para amar y para rezar; allí escucharemos la voz de Dios y, bajo su inspiración, nuestra acciones serán más santas, nuestra influencia sobre los hermanos será más decisiva.”

En Nuestra Señora veía sobre todo el ejemplo del don de sí: “María es la fuerza en el sacrificio y en el amor; en el día de sus esponsales con la divinidad, la humilde virgen se convirtió en la madre de todos los infortunados.”

Su adhesión a Jesucristo tiene los mismos acentos que la de san Eugenio: “Y Vos, Jesús mío, mi vida, mi luz, Vos, Verbo encarnado, ¿es posible escucharos y no creer en Vos? Vos, la perfección ideal, Vos que habéis vivido y muerto como un Dios hecho hombre, yo os abrazo con todas la fuerzas de mi inteligencia, os amo y os bendigo, con todas las fuerzas de mi corazón”.

RENE MOTTE, O.M.I.