1. Sus relaciones con Eugenio de Mazenod

Nacido el 8 de noviembre de 1749 en Cieurac, diócesis de Cahors, Antonio ingresó el 8 de octubre de 1770 en el seminario sulpiciano de los Robertinos. Doctor en teología en la Sorbona el 6 de junio de 1778, fue admitido en la Sociedad de San Sulpicio. En 1780 es nombrado director del Retiro de Issy, y en 1782, superior del seminario mayor de Angers. Habiendo caído enfermo, vuelve en 1787 al Retiro. Durante la Revolución es arrestado a fines de 1793 y encarcelado en San Lázaro. Liberado tras la caída de Robespierre el 9 de termidor (27 de julio de 1794), ayuda al Sr. Emery en la reapertura del seminario. Pasa a ser director espiritual del mismo y queda en ese puesto hasta octubre de 1811, época en que los Sulpicianos tienen que dejar el seminario por orden de Napoleón. En la Restauración, es elegido en 1814 décimo superior general de la Sociedad. Puesto que conservará durante doce años. En setiembre de 1826 da la dimisión por causa de enfermedad. Muere el 5 de diciembre de 1827 en el Seminario de San Sulpicio de París. Es sepultado en Issy donde un epitafio perpetúa su memoria.

Sus relaciones con Eugenio de Mazenod

Hacia finales de 1806 Eugenio piensa seriamente en abrazar el estado eclesiástico. Antes de tomar una decisión definitiva, consulta al Sr. Duclaux. Esta consulta se realiza probablemente gracias a los buenos oficios de Carlos de Forbin-Janson que entró en el seminario en 1807. La respuesta del Sr. Duclaux es sin ninguna duda afirmativa. Ingresado en el seminario el 12 de octubre de 1808, Eugenio escoge en seguida como confesor y director espiritual al Sr. Duclaux. Para mejor darse a conocer le traza un retrato caracterológico con todas sus cualidades y defectos (cf. Escritos Espirituales, t. 14, p. 77-80). A medida que se iban conociendo mejor el director y el dirigido, se volvían más fuertes los lazos de una verdadera amistad espiritual y humana. Y esta amistad durará hasta la muerte del Sr. Duclaux en 1827. Eugenio, escribiendo a su madre el 23 de marzo de 1809, no duda en afirmar que el Sr. Duclaux “es uno de los mejores directores que existen en el mundo” (ib. p. 117).

El 15 de noviembre de 1811, en nombre de sus colegas, Eugenio hace el discurso de despedida al Sr. Duclaux y a los otros directores que tienen que dejar el seminario por orden expresa de Napoleón (ib. p. 200-201). El 1 de diciembre de 1811 Eugenio inicia su retiro de preparación al sacerdocio en Issy, bajo la dirección del Sr. Duclaux (ib. p. 201). Y el día 21 del mismo mes, inmediatamente después de su ordenación sacerdotal, le escribe para manifestarle su gran alegría de ser sacerdote. En las intenciones de la tercera Misa de Navidad, incluye al Sr. Duclaux (ib. p. 215-217).

Tras su regreso a Aix a principios de noviembre de 1812, el abate de Mazenod mantiene correspondencia regular con su director espiritual a quien llama “mi padre” y le da cuenta de sus iniciativas sacerdotales, pero también de las dificultades que encuentra para llevarlas a cabo. El Sr. Duclaux le anima y le sostiene, pero también le pone en guardia contra una excesiva actividad que pueda perjudicar la vida espiritual del celoso neófito. El Sr. Duclaux aprueba en particular y sin restricción, primero el reglamento “monástico” de vida que el abate de Mazenod se ha impuesto a fines de 1812 (REY, I, p. 151s), luego la fundación de la Asociación de la juventud cristiana en 1813 (ib. p. 157s) y finalmente el proyecto de establecer la Misión de Provenza en 1815: “Nuestro querido Sr. de Janson vino a verme hoy: me ha dado a conocer todos los proyectos de usted para formar instituciones útiles a su diócesis. Él le dirá lo que sobre ello piensan el Sr. Rauzan y sus colegas. Es bueno que él le comunique las observaciones de éstos: ellas le darán a usted ocasión de examinar y ver lo que será más útil y más apropiado para procurar la mayor gloria de Dios. Por mi parte, no puedo menos de dar gracias a nuestro buen Maestro por todos los piadosos sentimientos que le inspira. Siga trabajando con todas sus fuerzas por el restablecimiento de la religión. Predique, instruya, haga ver a los franceses la causa de los males que los abruman. Que la voz de usted se haga oír en todas las partes de Provenza. Dios bueno no aguarda más que nuestra conversión para colmarnos de sus gracias. Mantenga sobre todo el espíritu eclesiástico entre los sacerdotes. Induzca, pues, a todos los eclesiásticos a ser santos; que lean las vidas de san Carlos y de san Vicente de Paúl y verán si es lícito a un sacerdote vivir en la tibieza y sin celo. Le aseguro que no ceso de pensar en usted y de agradecer a Dios la valentía que le da. Espero que usted hará mucho porque ama sinceramente a Dios y a la Iglesia” (ib. p. 184).

En 1817 el padre de Mazenod hace un viaje a París para pedir el reconocimiento legal de los Misioneros de Provenza. En aquella ocasión, por supuesto, se encuentra con su director de conciencia. Le comunica que su tío Fortunato pronto va a ser nombrado obispo de Marsella. “El Sr. Duclaux y todos piensan que mi tío está obligado en conciencia a aceptar el obispado de Marsella”, escribe a su padre y a sus tíos el 6 de setiembre de 1817 (Ecrits Oblats, t. 13, p. 28). Pero el nombramiento no será efectivo hasta 1823. Mons. Fortunato, una vez nombrado, se dirige a París acompañado por el padre de Mazenod. Es ordenado obispo el 6 de julio de 1823 justamente en la capilla de Nuestra Señora de Loreto en Issy, pero no hay en los escritos de Eugenio de Mazenod de 1823 mención alguna del Sr. Duclaux. Tal vez estuviera ausente por hallarse visitando, como superior general de la Sociedad, alguno de los seminarios confiados a la dirección de los Sulpicianos.

La muerte del Sr. Duclaux, ocurrida el 5 de diciembre de 1927, marca el fin de sus relaciones con su hijo espiritual

JOSEF PIELORZ, O.M.I.