1. Misionero y ecónomo
  2. Salida de la Congregación
  3. Sacerdote diocesano

Nació en Aix el 29 de noviembre de 1798
Tomó el hábito el 3 de octubre de 1816
Ordenado el 16 de junio de 1821
Salido en 1830
Muerto en N.-D. de l’Osier el 21 de agosto de1880.

Alejandro Dupuy nació en Aix de padres desconocidos el 29 de noviembre de 1798. Fue la Sra. Catalina Isabel Joannis, la abuela de Eugenio de Mazenod quien se encargó de los gastos de su mantenimiento y educación hasta su ingreso en el noviciado de los Misioneros de Provenza el 3 de octubre de 1816.

Pasó los primeros años en casa de una de las granjeras de la Sra. Joannis en el campo de Banon, cerca de Aix. A los 7 años fue bautizado públicamente en la catedral de San Salvador de Aix y luego hizo los estudios primarios en casa de Roze-Joannis, sobrino de la Sra. Joannis, y en el pensionado de los Hermanos Grises. Luego en el seminario menor de Aix hizo el curso secundario. Finalmente, siguió a los novicios y a los escolásticos oblatos, ya en Aix ya en Notre-Dame du Laus, hasta su ordenación el 16 de junio de 1821.

Misionero y ecónomo

En 1821 y en 1823-1824 es ecónomo de la comunidad recién formada en el Calvario de Marsella; en 1822 cumple la misma función en Aix, y después en Notre-Dame du Laus de 1825 a 1830.

Durante su estadía en Marsella colaboró de cerca con el padre Henry Tempier en la compra de las casas del claustro des Accoules, en su demolición y en la construcción del convento que fue propiedad de los Oblatos hasta las expulsiones de 1903. En 1822-1823 organizó igualmente, con éxito, una colecta que permitió financiar los trabajos de construcción. El 14 de setiembre de 1826 escribía sobre esto al padre de Mazenod: “Nunca encontrará usted un ecónomo que me iguale; usted mismo es quien me ha dado el sobrenombre de el ecónomo hábil, imcomparable, sin igual”.

En las tres comunidades donde compartió la vida estuvo poco de acuerdo con sus socios. Conocía bien su defecto dominante que era la causa de ese desacuerdo habitual. Lo describe así al Fundador el 4 de junio de 1825: “Usted lo sabe, querido padre, mejor que nadie, yo estoy ciego para mis propios defectos y me doy demasiada cuenta de los de los otros y, lo que es todavía más lamentable, es que no soy capaz de callarlos, incluso cuando sería absolutamente preciso”

El padre Dupuy predicó unas diez misiones con los padres Pedro Nolasco Mie, Juan Bautista Honorat, Santiago Jeancard, Mario Suzanne, Francisco Noel Moreau, Hipólito Guibert y sobre todo con el padre Domingo Albini. Se burló primero de éste a causa de su piedad y de su “misticismo”, pero luego pidió ir siempre a predicar con él. El ejemplo del padre Albini lo arrastró hacia la perfección. Solo entonces se hallan en sus numerosas cartas reflexiones sobrenaturales. Escribía, por ejemplo, al Fundador el 7 de octubre de 1826: “Dios ha querido que esta misión [de Upaix] contribuyera más a nuestra salvación que a la conversión del pueblo […] ¡Sea bendito su santo Nombre! Le bendecimos tanto y más que si el éxito hubiera correspondido a nuestros deseos. El Señor sabe cuán necesaria es la virtud de la humildad a hombres apostólicos; así que todos hemos tomado la resolución, y sobre todo yo que tengo más necesidad que cualquier otro, de trabajar con ardor para adquirir esa santa, preciosa y sublime virtud que todos los santos han practicado toda la vida”.

Salida de la Congregación

Poco después de 1830, el padre Dupuy pidió abandonar la Congregación. En 1825 había sabido que se le intentaba despedir. Muy apegado al padre de Mazenod y a su familia religiosa, había pedido al Fundador el 11 de octubre de 1825 poder permanecer incluso a título de “hermano sirviente”. “Yo creía, precisaba, que usted había resuelto despedirme, ya sea a causa de los malos ejemplos que doy a la comunidad, ya sea con el fin de liberar a su comunidad de este medio-religioso que no podía menos de dañar el bien de la comunidad. Este pensamiento me afligía vivamente; yo no podía consolarme, gemía ante Dios por ser así, desgraciadamente para mí, una piedra de tropiezo y de escándalo, aunque me reconociese muy indigno de habitar una casa tan santa y en la compañía de santos. Aunque no podía menos de reconocer que al excluirme da la Sociedad se me trataba como yo merezco, con todo me afligía viva y amargamente la resolución que yo creía que usted había tomado. A pesar de todo eso, ni la menor idea de dejar la casa se me ocurrió; incluso aunque hubiera sabido positivamente que querían excluirme, yo no por eso la habría dejado por mi cuenta; habría esperado todavía, adorando los designios de la Providencia, hasta que llegara el momento fatal y se me hubiera en cierto modo empujado a salir […]”

Pero en 1830 él pidió ser despedido al reconocerse insuficientemente dotado para las misiones e incapaz de vivir en paz en una comunidad. Por lo demás, solo se sentía oblato a medias, ya que siempre había rehusado emitir el voto de pobreza.

El consejo general consintió en que saliera y motivó ese consentimiento con estas palabras: “Se había creído poder mantener esa excepción [del voto de pobreza] a favor del Sr. Dupuy, conservándolo así en la Sociedad a la que estaba en situación de ofrecer muchos servicios. Pero con todo, no tardó en reconocerse que esa existencia excepcional lo situaba en una falsa postura dentro de la Sociedad […] Hoy él pide salir, creemos que conviene permitírselo, dado que, al no haber hecho el voto de pobreza, no puede ser obligado a llevar la vida común, lo que sin embargo sería un grave inconveniente si continúa a formar parte de la Congregación, y dado que su carácter singular y muy original podría ser de mal efecto en nuestras comunidades y no dejaría de comprometernos fuera […]”. (Registro de las expulsiones y dispensas, s.d.).

Sacerdote diocesano

Su salida podemos decir que fue providencial para la Congregación. Gracias a él fue como los Oblatos entraron en 1834 en Notre-Dame de l’Osier, donde permanecieron hasta finales del siglo XX.

Al salir de Notre-Dame du Laus, el abate Dupuis se había puesto a disposición de Mons. Filiberto de Brouillard, obispo de Grenoble, que lo nombró párroco de Notre-Dame de l’Osier, con vistas también a devolver vida al santuario mariano, abandonado desde la Revolución. A comienzos de 1834 el nuevo párroco compró el antiguo convento de los Agustinos, adyacente al santuario, y se dispuso a restaurarlo. El padre Luis Santos Dassy, que se reponía de una seria enfermedad y necesitaba aire puro, fue a pasar el verano con él. Buen predicador y hombre de relaciones, el padre Dassy trabajó tan bien que se ganó la confianza del obispo y obtuvo, con el consentimiento del abate Dupuy, que el santuario y la parroquia de l’Osier se confiara a los Oblatos desde finales de 1834.

Esta quinta casa, cuyo primer superior fu el padre Guigues, fue como una bocanada de aire fresco para la Congregación que desde 1830 vegetaba sin poder realizar las fundaciones soñadas en Argelia, Cerdeña y Saboya.

En 1837 el abate Dupuy vendió a los Oblatos sus propiedades de Notre-Dame de l’Osier y las pasó a la jurisdicción de Mons. de Mazenod, nombrado poco tiempo atrás obispo de Marsella. El obtuvo primero el curato de la iglesia de los Cartujos, y luego fue nombrado canónigo en 1844.

Amigo del obispo y del canónigo Santiago Jeancard, tuvo siempre entrada libre en el obispado y, en los asuntos temporales de la diócesis colaboró a menudo con el padre Tempier, sin tener nunca no obstante el tacto de éste. En efecto, pasó sus últimos años de vida en la pobreza a consecuencia de desafortunados asuntos financieros.

A la muerte de Mons. de Mazenod, el canónigo Dupuy tomó la defensa del difunto y de los Oblatos contra las pretensiones de Mons. Patricio Francisco María Cruice sobre algunas propiedades oblatas. Había alquilado entonces un apartamento de los Oblatos cerca de la iglesia del Calvario y allí atendió durante unos años al servicio de la capilla del Santo Sepulcro, aguardando poder dejar la diócesis para ir a morir a Notre-Dame de l’Osier.

Al ser nombrado arzobispo de París en 1871, Mons. Hipólito Guibert quiso adscribir a su antiguo amigo y socio misionero de Provenza a la iglesia de París, nombrándolo canónigo honorario de Notre-Dame. Ocupado hasta entonces en preocupaciones financieras, el canónigo se retiró finalmente a Notre-Dame de l’Osier, donde hasta su muerte, ocurrida el 21 de agosto de 1880, colaboró de nuevo con los Oblatos, aunque viviendo en una casa que se había mandado construir junto a la basílica, la cual pasó a ser casa de habitación de los Oblatos tras el incendio del convento la noche de Navidad de 1847.

YVON BEAUDOIN, O.M.I.