Pio Bruno Lanteri nace en Coni (Cuneo), el 12 de mayo de 1759. Fue ordenado sacerdote el 24 de mayo de 1782, recibiendo el doctorado en Teología en Turín el 13 de julio siguiente. Estaba en las primeras filas de los sacerdotes que buscaban servir a Pío VII durante su reclusión en Savona. Tras la caída de Napoleón, toma parte en la fundación del instituto de los Oblatos de María Virgen (ver el artículo: Oblatos de la Virgen María), de la que fue rector de 1817 hasta su muerte, sobrevenida el 5 de agosto de 1830. Su acción en favor de la reforma del clero italiano fue intensa.
El P. de Mazenod escribió al menos dos cartas al P. Lanteri y se encontró con él cuatro veces en 1825-1826. En su viaje a Roma para solicitar la aprobación de la Regla, el Fundador se detiene en Turín del 7 al 14 de noviembre de 1825. Desde 1824 estaba en contacto con las autoridades de Turín para obtener la abadía de Saint-Pons en los puertos de Niza. Quería consultarlo con su amigo Luigi Provana di Collegno y también al teólogo Guala a quien había sido recomendado. A su llegada a Turín, va a ver al teólogo Guala. Encuentra allí a algunos sacerdotes miembros del instituto de los oblatos que, tras algunos años de existencia, estaba decayendo, por obstáculos provenientes de las autoridades eclesiásticas y civiles.
Poco antes de su partida de Turín, el P. de Mazenod se encuentra con el P. Lanteri. Escribe desde Génova al P. Tempier el 16 de noviembre : “No tuve tiempo de acabar mi carta en Turín, porque al llegar el gran teólogo Lanteri me pidió la gracia de concederle todo el tiempo libre que tenía antes de mi partida. Había tantas cosas provechosas en sus conversaciones que no sentí lástima de concederle un favor del que yo sacaría más ventaja que él. Este santo, personaje bueno y santo, es el maestro, amigo y superior de ese otro teólogo Guala del que le he hablado en mis otras cartas. Desde el primer instante de nuestra primera entrevisa, le inspiré tanto afecto y confianza que sentí veneración hacia él. Fue, por así decirlo, la repetición de lo que sucedió con D. Guala, con la diferencia de que, siendo jefe y maestro, no puso restricción alguna en las pruebas de confianza que me dió. Aunque no hubiera venido a Turín más que para ver a estos dos hombres, mi tiempo y el dinero de mi tío hubieran estado bien empleados. No puedo decirle por escrito el tema de las diez o doce horas de conversación, el asunto merece la pena…”. El “asunto” de esta larga entrevista era el proyecto de unión o fusión de las dos sociedades. La entrada al instituto del padre de Mazenod de varios italianos (aún no había en ella más que el P. Albini) le daba la posibilidad de aceptar la abadía de Saint-Pons, donde las autoridades deseaban tener sacerdotes de dicha lengua.
Este proyecto de unión explica mejor toda una serie de actuaciones y hechos del Fundador en Roma. Primeramente, en una carta al cardenal Pedicini, el P. de Mazenod dice que una aprobación de la Congregación unicamente para Francia no sería suficiente: el Instituto se propone trabajar en la región de Niza, Savoya, Cerdeña y en las misiones extranjeras. Insiste después ante el Papa y el Cardenal Pedicini para cambiar el nombre de Oblatos de San Carlos a Oblatos de María Inmaculada. En el breve de aprobación de la Regla del 21 de marzo, aparece de golpe un fin del Instituto que no figuraba en la Regla: la formación del clero en los seminarios mayores. El Fundador lo había añadido porque su tío Fortunato proponía por aquel entonces a los oblatos aceptar la dirección del Seminario Mayor de Marsella, pero sin duda también porque el padre Lanteri siempre trabajó en la formación espiritual del clero.
Tras haber obtenido la aprobación de la Regla el 17 de febrero, el P. de Mazenod recibe una carta del P. Lanteri en la que le explica que la unión no podrá realizarse; sus compadres se oponían y ellos también se proponían obtener la aprobación pontificia. El P. de Mazenod le responde el 1 de marzo sin perder las esperanzas: “Persisto en creer que hace falta examinar ante Dios si el proyecto que usted tiene en poco tiempo sería o no ventajoso para el bien”.
En el mes de abril, el P. Lanteri llega a Roma para solicitar la aprobación de los Oblatos de la Virgen María. Los dos fundadores se encuentran los 20, 22 y 24 de abril. En su viaje de regreso, el P. de Mazenod se detiene luego dos semanas en Turín. El 24 de mayo explica al P. Tempier por qué ha fracasado el proyecto de unión: “No pienso más en aquellos que vi a mi paso. El jefe es un hombre de gran mérito, pero es mayor y está débil, y es llevado de la nariz por uno de sus tres o cuatro compañeros. Su sistema, al que se aferran, no podría servir para nosotros, no dan mas que retiros de ocho horas y hacen en esas ocho horas todo lo que nosotros apenas sí hacemos en treinta…”.
El P. de Mazenod escribe entonce una carta amistosa al P. Lanteri del 13 de junio de 1827 para pedirle si podría vender en el Piamonte, donde se habla bastante comunmente el francés, un centenar de ejemplares de la vida del beato Alfonso de Ligorio, traducida al francés por el P. Jeancard.

Yvon Beaudoin, o.m.i.