Nacimiento en Pont de Beauvoisin (Isère), 10 de diciembre de 1816.
Toma de hábito en Notre Dame de l’Osier, ¿1 de noviembre de 1841?.
Ordenación sacerdotal en Marsella, 17 de julio de 1842.
Oblación en Notre Dame de l’Osier, 15 de octubre de 1842 (nº 98).
Expulsión de la Congregación, 19 de agosto de 1852.

Joseph Henri Lavigne nace en Pont de Beauvoisin, diócesis de Grenoble, el 10 de diciembre de 1816. Tras estudiar la teología se ordena diácono; entra en el noviciado de Notre Dame de l’Osier el 1 de noviembre de 1841, al parecer. Hace su oblación el 15 de octubre de 1842, tras haber sido ordenado sacerdote por Mons. de Mazenod en la capilla de las carmelitas de Marsella el 17 de julio de 1842. Durante seis años reside en Notre Dame de l’Osier y predica con éxito en numerosas diócesis, pero sobre todo en la de Grenoble. Pronto aparecen las quejas contra él. En 1847, el Fundador le reprocha administrar por sí mismo sus bienes personales y de servirse de sus ingresos como buenamente le parece. En 1848, 1850 y 1851, el P. Lavigne critica a sus superiores y rechaza formalmente obedecerles. Mons. de Mazenod escribe sobre ello al P. Vincens el 12 de abril de 1850: “¡Dios guarde de tocar al padre Lavigne que no ha de salir de la esfera que inspiran su genio y su celo por el Delfinado!”. En 1852, el comportamiento del padre se vuelve del todo condenable. Predica de un modo que escandaliza a los fieles y se le denuncia a los obispos de Viviers y de Valencia. Además, al parecer de acuerdo con el P. Burfin, superior, comienza en l’Osier, sin autorización de la Administración General, los trabajos de una basílica en Notre Dame de l’Osier. El P. Tempier fue quien reaccione fuertemente contra esta iniciativa.
Escribe al P. Burfin el 13 de julio de 1852: “Una carta del padre Lavigne llega en este momento al padre Vincens. Es sobre la cuestión de comenzar inmediatamente la construcción de una nueva iglesia en lugar de la que hay en l’Osier. Se están trayendo las piedras, van a llegar los canteros, la arena, la cal, todo va a estar en su sitio; las cosas están tan avanzadas que el Superior General se verá bastante obligado a dar su consentimiento a todo. ¡Pues bien!, debo decirle que no, que cuando uno se mueve de una manera tan fea, tan inconveniente, así como contraria a todos los principios y subersiva a todo orden, se pone al superior en la imposibilidad de conceder una autorización, incluso cuando hubiera considerado concederla si se hubieran seguido unos procedimientos más religiosos y más canónicos. El padre Lavigne, en vez de destacarse tanto, debió pensar en cómo resolver las quejas canónicas planteadas por dos obispos contra él por su doctrina. Monseñor le ha pedido venir acá para dar explicaciones y desmontar, si puede, las quejas planteadas en contra suya. Este es el primer deber; después de ello se puede pensar en hacer otra cosa. Pero el punto esencial es de demsotrar lo que se enseña y que se predica el santo Evangelio sin alterarlo o desfigurarlo…”.
El Fundador reúne a su consejo el 9 de agosto de 1852. Se decide advertir seriamente al padre: no debe predicar más su mes de María hasta que no sea aprobado por dos teólogos nombrados por Mons. de Mazenod; no debe predicar sólo y debe vivir en adelante sujeto a sus superiores y en la completa observancia de las reglas; debe también deshacer los trabajos empezados en Notre Dame de l’Osier.
Nueva reunión del Consejo el 19 de agosto. Conovocado por el Superior General, el padre Lavigne viene a Marsella. Reacciona de malas formas, con una conducta “poco comedida” y con “afirmaciones escandalosas” y solicita la dispensa de sus votos. En la carta que deja al Fundador sobre este asunto, escribe: “Al tiempo que despreciando del todo vuestro Consejo del 9 de agosto, le guardo un sincero afecto y un profundo respeto. Dejando de obedecerle, monseñor, no cesaré de amarle”. La dispensa de votos es acordada unánimemente. “Rechazando someterse a la decisión del consejo – se lee en las actas – se pone en estado de verdadera insubordinación y, uniendo el insulto a la sublevación, no se teme levantar contra él las medidas más severas”.

Yvon Beaudoin, o.m.i.