1. Aceptación de esta casa de misioneros.
  2. La comunidad: sus obras y sus dificultades de 1847 a 1861.
  3. La comunidad y sus obras de 1861 a 1904.
  4. Las misiones.
  5. Otras obras.
  6. Algunos sucesos importantes.

Aceptación de esta casa de misioneros.
El año de 1847 marca una etapa importante en la extensión de la Congregación en Francia; se implanta en dos diócesis alejadas de la Provenza: Nancy, en el noreste, y Limoges, en el centro.
La segunda de estas fundaciones “fue como propuesta por la Providencia misma – escribe el padre Ortolan –, pues era algo impensado”. El 3 de octubre, Mons. de Mazenod recibía una carta de Mons. Bernard Buissas, obispo de Limoges de 1844 a 1856, que le proponía un puesto de misioneros en su ciudad episcopal. Ya se había dirigido, sin éxito, a numerosas congregaciones religiosas. Habiendo oído “mucho bien” de los oblatos, se aventura a solicitar algunos padres. Ese mismo día el Fundador escribe al padre Courtès para que viniera cuanto antes a Marsella, porque lo necesitaba para responder a una carta de gran interés”. Responde a Mons. Buissas pasado el 7 de octubre, anunciándole que “existe, en efecto, en la Iglesia una pequeña congregación, cuyo fin principal es evangelizar a los pobres e ir en socorro de las almas más abandonadas”. Le comunica el envío de algunos padres una vez terminado el retiro anual, a inicios del mes de noviembre. El 19 de octubre, designa el personal para la futura comunidad: el padre Hippolyte Courtès, superior, y los padres Jean Viala, Scipion Chauliac y el hermano Jean-Bernard Ferrand.

El contrato de fundación, firmado el 21 de noviembre por Mons. Buissas y el padre Tempier, contiene dos artículos. El primero se refiere a los compromisos del obispo. Trata sobre la perpetuidad de la obras de los padres auxiliares, encargados del ministerio de los retiros y de las misiones en la diócesis, la casa con su dependencias. Estos padres son, y serán siempre, los Oblatos de María Inmaculada. Para proporcionarles sustento, la diócesis les dará una renta anual de 2.200 francos. Por el segundo artículo, los oblatos asumen a perpetuidad el compromiso de proporcionar “habitualmente, al menos seis padres” para predicar las misiones y retiros, prestar socorro a los detenidos en la prisión y a los enfermos en los hospitales, más aún, el obispo podrá “enviarlos transitoriamente, y como excepción, a las parroquias para reemplazar a párrocos enfermos o momentáneamente ausentes”. Los impuestos, seguros, cuotas de reparación y de mantenimiento estarán a cargo de los oblatos.

La comunidad: sus obras y sus dificultades de 1847 a 1861.
El padre Coutès no fue enviado a Limoges sino para su fundación, y para asegurar que el padre Melchior Burfin estuviera libre para el período de misiones. Éste llega a Limoges en mayo de 1848 y quedará como superior de la casa hasta finales de 1850. Sus sucesores fueron los padres Henry Cumin (1851-1854), Louis Soullier (1854-1856), Joseph Bise (1856-1857), Burfin (1857-1860) y Joseph M.F. Coste (a partir de 1861). La comunidad cuenta pronto con seis padres, entre los cuales se encontraban Charles Baret y Pierre Nicolas, buenos predicadores. Tenían habitualmente algunos padres que conocían bien el “patois” limusino, como los padres Scipion Chauliac (1845-1888) y Louis Soullier (1826-1897).

En los primeros años, los oblatos encontraron numerosos obstáculos. Ya desde los primeros sermones, Mons. Buissas no parece apreciar al principio su modo de predicación. Se lo dirá a Mons. de Mazenod, que responde: “Usted me permitirá, monseñor, hacer una observación sobre lo que usted me dice de que en Limoges a nuestros misioneros no sólo son necesarias las virtudes, sino también los talentos. Estaría de acuerdo si se tratara del talento propio del ministerio que han de ejercer nuestros misioneros. Son llamados a evangelizar a los pobres y a trabajar por la salvación de las almas más abandonadas. Hace falta, para cumplir convenientemente este ministerio, primeramente virtudes y luego un talento proporcionado a las necesidades de aquellos que han de llevar a Dios…”.
Tal como estaba previsto en el contrato de fundación, el obispo de Limoges envía a los padres a sustituir a los párrocos, pero abusa de esta concesión hecha por el padre Tempier. Mons. de Mazenod se planta ante el prelado el mes de febrero de 1848: “He experimentado – escribe – una pena que me es imposible compartirle. Usted sabe que hace falta que cada uno viva su propia vida y siga su vocación. Hallamos que por el sistema que se sigue en Limoges, nuestros padres son privados de aquello que han venido a buscar en la Congregación. Para vivir en comunidad es por lo que renunciaron al ministerio ordenado en parroquias, y es sobre todo por medio de los ejercicios de misiones como ellos llevan a las almas a Dios. El voto de su Regla es tal que ellos viven en comunidad, que se les prescribe que vayan siempre dos… Comprendo que algunas veces convenga dispensar este punto de la Regla, sobre todo cuando haga falta enviar a un misionero para socorrer a un párroco, pero es esencial que esto no sea sino transitorio…”. Mons. Buissas no presta gran atención a esta carta, sufriendo la vida de comunidad. El padre Tempier se encarga entonces de recordar al obispo las condiciones de fundación. Se expresa con una franqueza y en unos términos que enfadan a Mons. Buissas. En julio de 1848, el padre Burfin escribe en agradecimiento al padre Tempier y añade: “Guárdese de arrepentirse. A mi modo de ver, es uno de los mejores actos de su vida. Más vale una cólera leal que una moderación artificiosa… El resultado no será nefasto, al contrario, ahora los acuerdos se comentan según el texto, el obispo no habla más que de misiones y retiros”.
En su ministerio, los oblatos tropiezan también con la indiferencia del clero hacia las misiones. Poco a poco, en cambio, consiguen hacer caer los prejuicios, contribuyendo los frutos de salvación que acompañan a sus trabajos a conquistar la benevolencia del obispo, la estima del clero y el respeto de la gente. No se conoce la lista de todas sus obras, sino sólo la de algunos años. En 1850-1851, los padres predican 12 misiones, 19 retiros y 2 estaciones cuaresmales; 7 misiones, 11 retiros y dos sermones sueltos en 1853-1854; 10 misiones o aniversarios de misión y 2 meses de María en 1854-1855; 8 misiones, 6 retiros, 3 cuaresmas, 2 advientos y 2 meses de María en 1857-1858. Cada año predican un retiro a 1.000 presos.
Al regreso de su viaje a Inglaterra, en el mes de agosto de 1850, Mons. de Mazenod pasa algunos días en Limoges. Es bien acogido por el obispo y el clero. Fue entonces cuando encuentra también a Mons. Bertaud, obispo de Tulle, que dirá: “He visto a Pablo” (“Missions OMI” 1928, pág. 98).
En 1855, el Consejo General se propone abandonar Limoges por las condiciones poco favorables, tanto en lo material como en lo espiritual. En efecto, la casa acumula cada año deudas y la existencia de la vida de la comunidad depende completamente de la buena voluntad del obispo, que introduce la licenciatura en una parte de la casa, obliga al superior a acoger a los predicadores no oblatos, se queja sin cesar del cambio demasiado a menudo de los padres. Algunos meses más tarde, se decide, en cambio, quedarse. Mons. Buissas disminuye sus pretensiones y ofrece la capellanía de los hospicios, con unos ingresos considerables. En 1856, la administración diocesana ofrece a los oblatos establecerse en un nuevo barrio de la ciudad y les propone también la dirección del santuario de Notre Dame de Sauvagnac, a una treintena de kilómetros de Limoges, en los Montes d’Ambazac. Mons. de Mazenod hace una segunda visita a Limoges en julio de 1856; fue entonces, al parecer, cuando por razones prácticas se decide quedarse en la casa junto al obispado y continuar los ministerios ejercidos hasta entonces.

La comunidad y sus obras de 1861 a 1904.
Se conoce bien la historia de esta casa de 1861 hasta su cierre, en 1904, por los informes que se publicaron en Missions OMI al principio de cada año y, después, con ocasión de los capítulos generales. Durante el año que siguió a su elección, el padre Joseph Fabre visita las casas oblatas de Francia. Está en Limoges a finales de octubre de 1862. Encuentra la casa como bien apropiada para los fines para los que fue construida. Hizo otra visita en 1877. Es sabido cómo siempre vigiló por la observancia de las reglas. En sus informes a la administración general, los superiores recuerdan que la casa de Limoges se ajusta bien a la regularidad, pues se tienen seis meses de intenso trabajo en el exterior y seis meses de vida regular con un poco de predicaciones y más vida comunitaria durante el verano. Permanecerán fieles a los compromisos asumidos con Mons. Buissas al mantener al menos 6 padres, pero los superiores siguen cambiando a menudo. Se cuentan al menos 13 entre 1861 y 1904, lo que supone al menos 3 años cada uno.

Las misiones.
Los padres predicarán entre 10 y 15 misiones al año entre 1862 y 1868. Vemos después disminuir el número en los siguientes veinte años. Ya en su informe de 1864, el padre Alexandre Chaine, superior, escribe que en el departamento de la Creuse “la mayor parte de los hombres se componen de emigrantes obreros, albañiles en su mayoría, a los que el afán de ganar atrae a las grandes ciudades, sobre todo a París, tres cuartas partes del año, volviendo en invierno a su país, trayendo a la familia los productos de la civilización moderna: poco ahorro, pero en cambio, el amor al lujo y al cabaret; añada a esto un cierto lote de objeciones contra la religión y costumbres depravadas…” (Missions OMI, 1865, pág. 516).
En su informe del año 1874, el padre Léon-François Delpeuch anota: “La Creuse, otrora tan buena y tan cristiana, está hoy gangrenada por la internacionalidad: triste resultado de la emigración que cada año arroja por millares a los albañiles a las calles de París… Los alrededores de Limoges oponen también una fuerza por la deplorable inercia contra la que los esfuerzos de los misioneros se ven a menudo hechos en vano…” (Missions OMI, 1875, pág. 339). En 1867, el padre Alexandre Audruger escribe: “La casa de Limoges envejece: es porque ella descansa. Tras el fin del aniversario, en abril de 1876, no encontramos sino tres o cuatro misiones, y una sola en la diócesis, en una pequeña parroquia. Se diría que los señores párrocos no quieren más, tanto se ven desanimados o se dejan llevar a abusar de la maldad de los tiempos como excusa para relegar las misiones en un futuro indeterminado o lejano. Hay que admitir que un gran número de parroquias parecen poco o nada misionables, tanto ha decaído la religión en sus pobres habitantes” (Missions OMI, 1878, pág. 126).
Diez años después, el padre Victor Bourde, superior, destaca que “la vida apostólica está cerca de extinguirse. Los misioneros de Limoges se ven, como los obreros de la Creuse, obligados a emigrar para ir a buscar trabajo” (Missions OMI, 1888, pág. 283). Tras 1890, los superiores relanzan este ministerio, pero yendo a predicar en numerosas diócesis. En su informe para el capítulo de 1893, el padre Achille Rey, provincial, escribe: “La obra de las misiones está en plena prosperidad” (Missions OMI, 1893, pág. 279).

Otras obras.
Los padres jamás permanecían inactivos. Predican entre veinte y cuarenta retiros por año en parroquias, comunidades religiosas, obras, etc., los meses de María, algunos advientos y cuaresmas y numerosos sermones sueltos. .
La pequeña capilla de la comunidad, abierta al público en 1850, fue cada vez más frecuentada, hasta su cierre con las expulsiones de 1880. Se convirtió en lugar de encuentro y de oración de tres obras: la archicofradía de Notre Dame de la Salette, para la conversión de pecadores, la obra de los Sirvientes y la de los Militares, dirigida por durante largo tiempo con celo y éxito por el padre Basile Bouniol. Las reuniones, las ceremonias religiosas, las confesiones de fieles asociados a dichas obras, ocupaban sobre todo a los padres mayores de la casa (Missiones OMI, 1868, págs. 406-407).

Algunos sucesos importantes.
En 1880, el gobierno francés expulsa a la mayor parte de los religiosos y religiosas de sus casas. El 5 de noviembre de 1880, los oblatos de Limoges fueron echados “manu militari”. El padre Bourde, superior, quedó como guardián de la casa. Los padres fueron regresaron discretamente en los años siguientes, no siendo molestados.
En 1888, la administración de cultos obliga a las administraciones episcopales a vender sus propiedades. Para quedarse en Limoges, los oblatos se ven obligados a adquirir la casa al precio de 60.000 francos y de dar un préstamo de 30.000 francos. Esto les hace más independientes de la administración diocesana, pero pronto deja a la provincia del Norte una pesada herencia de deudas. En efecto, tras las expulsiones de 1903-1904, esta casa, como la mayor parte de la de los religiosos, se convierte en propiedad del gobierno. En 1907, el liquidador la vende a una sociedad de eclesiásticos y laicos para hacer la residencia del obispo, expulsado también de su palacio episcopal. Los oblatos se quedarán con la deuda y los intereses a pagar cada año.
Las expulsiones temporales de 1880 no fueron más que un hecho precursor de medidas más graves. El 14 de noviembre de 1899, Waldeck-Rousseau, entonces primer ministro y al mismo tiempo ministro de Interior y de Cultos, presenta un proyecto de ley relativo a las asociaciones y congregaciones religiosas. La ley fue aprobada el 1 de julio de 1901. Las congregaciones constituidas sin autorización serán declaradas ilegales y la “liquidación de los bienes poseídos por ellas tendrá lugar por ley”. La mayor parte de las congregaciones religiosas habían sido fundadas sin autorización gubernamental. La solicitud de autorización de los oblatos fue entregada el 24 de septiembre de 1901. Los 23 y 24 de marzo de 1903, tuvo lugar en la Cámara el debate sobre el proyecto de ley relativo a la solicitud de 28 congregaciones de predicadores, entre ellas los oblatos. Las solicitudes fueron todas rechazadas. Se acordó un plazo de algunas semanas para que los religiosos abandones sus casas. Los oblatos de diversas casas rechazaron abandonarlas. Fueron expulsados por la fuerza durante el año de 1904. En su informe en el Capítulo General de 1904, el padre Charles Brulé, provincial del Norte, escribió: La provincia contaba “9 casas. Estas 9 casas están cerradas, selladas, para vender o alquilar, por parte del liquidador, sus miembros están disperos” (Missions OMI, 1905, pág. 12).

Yvon Beaudoin, o.m.i.