1. Fundación y construcciones (1821-1829)
  2. Período de lentos desarrollos (1829-1862)
  3. Progreso de las obras (1862-1901)
  4. Decadencia de las obras y abandono de la casa (1901-1979)

El Calvario de Marsella fue la tercera casa oblata , después de Aix y N-S. de Laus.

Fundación y construcciones (1821-1829)

La gran misión de Marsella predicada con éxito por los Misioneros de Francia y los Misioneros de Provenza en enero y febrero de 1820 dio origen a varias asociaciones y obras que perpetuaron los frutos de renovación religiosa.

Entre ellas, las dos fundaciones más deseadas por varios grupos de fieles marselleses fueron las de los Misioneros de Francia y de los Misioneros de Provenza en 1821.

Esta tercera fundación de los Misioneros de Provenza – que sigue a la de Aix y a la de Nuestra-Señora de Laus – se efectuó con bastante dificultad, pero respondía bien a los fines del Instituto. Los Padres aceptaban, en efecto, la dirección espiritual de los niños del orfanato de la Providencia y la animación pastoral de los peregrinos que acudían numerosos a rezar al pie de la cruz de la misión en el Calvario.

La instalación de la obra de la Providencia en la plaza de Lenche, a unos pasos de la subida ‘des Accoules’ se hizo el 13 de mayo de 1821. Allí encontraron primero una casa el P. Manuel Maunier, superior, y el P. Francisco Noel Moreau, luego reemplazado por el P. Alejandro Dupuy, a quienes ayudaban con frecuencia los PP. Pedro Nolasco Mie, Sebastián Deblieu y Mario Suzanne. La toma de posesión del Calvario se había hecho el domingo anterior, día 6 de mayo.

La pequeña comunidad solo quedó un año en la obra de la Providencia, y su apostolado en esa casa cesó al llegar a Marsella Monseñor Fortunato de Mazenod en 1823. Sin embargo, había sido intenso. Había que confesar y enseñar el catecismo a unos centenares de niños. Los Padres atraían también a los jóvenes de las parroquias vecinas para prepararlos a la primera comunión. Hasta fundaron una congregación de la Juventud como en Aix.

La obra del Calvario, la más importante con mucho, pronto les ocupó todo el tiempo. El lugar ‘des Accoules’ era considerado como un sitio privilegiado de la vida religiosa de Marsella. Allí había habido una de las iglesia más antiguas de la ciudad, parroquia ya antes del año 1000. Concedida en 1060 a las religiosas del monasterio de San Salvador, había sido reconstruida en el siglo XIII y era estimada como el mejor monumento gótico de la ciudad. En el siglo XVI las religiosas cedieron la iglesia a la diócesis; pasó a ser colegiata con un cabildo de seis canónigos. La Revolución hizo demoler la iglesia, pero no tuvo tiempo de tocar el campanario, que quedó en pie en medio de las ruinas.

En 1820 el superior de la misión, Carlos de Forbin-Janson, siempre expeditivo, escogió ese lugar para plantar la cruz de la misión. En unos días recogió unos 60.000 francos e hizo despejar el lugar y construir un montículo que figuraba el Calvario, con una gruta debajo que representaba el Santo Sepulcro. Una verja de hierro circundaba el lugar. Los marselleses acudieron numerosos. En 1823 el P. Dupuy dice que los peregrinos van en aumento. Ciertos días de fiesta, el recinto, que puede contener unos miles de personas, está repleto, sobre todo de fieles de los barrios populares que rodean el Calvario.

Los misioneros se hallaban en su elemento. Se pusieron con ardor a atender a los pobres peregrinos. Incluso se les presentó muy pronto la ocasión de adquirir una propiedad. El antiguo claustro de los canónigos ‘des Accoules’ compuesto de 9 casas se puso en venta en mayo de 1822. Los Padres lo adquirieron por 12.000 francos. Dos de esas casas estaban vacías; establecieron allí su residencia a fines de 1822. Los inquilinos de las otras casas salieron todos en menos de un año. El P. Henry Tempier, antes incluso de ir a vivir a Marsella como vicario general, en julio de 1823, había sido encargado por el P. de Mazenod de demoler aquellas casas viejas y de construir un convento espacioso con unas 50 habitaciones y salas. Terminado ya a comienzos de 1825, ése fue el primero de los muchos tajos que iban a tocar al P. Tempier en Marsella.

El P. Maunier dejó la Congregación a fines de 1823. El P. Suzanne fue el segundo superior de la comunidad (1823-1829), compuesta por los Padres Santiago Jeancard, Dupuy e Hipólito Guibert. Atendió, pues, con el P. Tempier, a la construcción del convento y fue el principal artífice de la construcción, entre 1824 y 1826, de la iglesia ‘des Accoules’, dedicada a Nuestra Señora del Buen Socorro y consagrada en 1828 por Mons. Fortunato de Mazenod.

El P. de Mazenod apreciaba mucho al P. Suzanne por su celo apostólico y por sus dotes de orador. Mientras ese Padre estuvo en el Calvario, la iglesia se convirtió en un centro importante de vida religiosa con numerosas fiestas y diversas asociaciones. Los Padres ejercían también el ministerio en las cárceles, entre las Hermanas de San Carlos y sobre todo en misiones desde noviembre hasta Pascua. De 1824 a 1828 el Fundador designó al P. Suzanne, aunque era uno de sus religiosos más jóvenes, como superior de importantes misiones.

Mientras el superior atendía a los trabajos de la iglesia, el P. Dupuy, que nunca hizo voto de pobreza, hacía construir la casa que aún existe, adosada a la iglesia. En 1832 la vendió al Fundador.

El cuarto Capítulo general se tuvo en el convento del Calvario, del 10 al 13 de julio de 1826. Así pues, en esa casa, llamada “nuestro Sinaí” por el P. León Delpeuch, fue donde se promulgaron las Reglas aprobadas por Roma. A invitación del P. José Fabre, superior general, dicho Padre hizo erigir en 1889 un cipo de mármol con una larga inscripción que conmemora aquel acontecimiento.

Durante unos años, los Padres de Mazenod y Tempier, vicarios generales, tuvieron su habitación en ese convento. El Fundador incluso ejerció allí por unos meses en 1827 el cargo de superior, cuando depuso al P. Suzanne por no haber cuidado bastante la vida religiosa de la comunidad.

Período de lentos desarrollos (1829-1862)

Ocho oblatos fueron superiores del Calvario de 1829 a 1862. Por dos veces lo fueron los Padres Juan B. Honorat, Casimiro Aubert y José Alfonso Martin. La comunidad contaba de ordinario unos diez Padres y Hermanos, pero pocos residían en forma permanente al servicio de las obras. La casa servía entonces de puesto de relevo: los padres jóvenes esperaban allí su destino, y los religiosos sin empleo tenían allí un asilo momentáneo al lado del Fundador y del P. Tempier.

Parece que aquella gran casa raras veces se llenó, salvo tal vez cuando sirvió de residencia a los novicios en 1833-1834 y de 1836 a 1841, a los escolásticos de 1833 a 1835 y en 1848, o también a los padres jóvenes obligados a seguir un año de cursos preparatorios para la predicación, de 1851 a 1861.

El trabajo apostólico se realizaba sobre todo en el lugar, con los fieles que frecuentaban el Calvario y la iglesia de Nuestra-Señora del Buen Socorro. Se fundaron varias asociaciones, entre ellas la de Nuestra Señora de los Siete Dolores y la de la Pasión. La obra más célebre del Calvario fue la de los italianos, iniciada por el Fundador poco después de su ida a Marsella en 1823. La confió luego al P. Domingo Albini hasta 1835, y después a los PP. Esteban Semeria y Antonio Rolleri. En 1835 cerca de 6.000 italianos frecuentaban ocasionalmente su capilla, situada bastante cerca del Calvario, en la calle del Hospital. El Fundador, siendo obispo de Marsella, inició una obra similar para los alemanes; de ella fue responsable el P. Teodoro Martens de 1857 a 1861.

A más de ese trabajo pastoral en el lugar, los Padres eran capellanes de Nuestra-Señora de la Garde (1835-1850), de las prisiones (casa de arresto y casa de prisión preventiva), de las Hermanas de San Carlos y, más tarde, de las Hermanas de la Sagrada Familia de Burdeos. Algunos se unían a los Padres de Aix para predicar algunas misiones cada año. El P. Luís Santos Dassy, nombrado superior en 1855, escribe en el códex histórico que a los Padres del Calvario no les falta trabajo, aunque la iglesia es menos frecuentada a causa del gran desarrollo de las fundaciones de los jesuitas y de los capuchinos, y porque la ciudad ha expulsado a este barrio viejo a “millares de personas de mala vida” que deshonraban a los otros barrios.

Progreso de las obras (1862-1901)

Tras la muerte del Fundador y la reacción subsiguiente contra los oblatos bajo el episcopado de Mons. Cruice, durante unos años las actividades del Calvario marchan lentamente. Los superiores cambian a menudo, pero la comunidad aumenta poco a poco y contará siempre con una quincena de padres y hermanos, sin contar la administración provincial del Sur y el ecónomo provincial que tendrán allí su residencia, y los numerosos visitantes, obispos en camino hacia Roma y oblatos misioneros que esperan la salida.

El desarrollo aparece sobre todo bajo los superioratos de los Padres Celestino Augier de 1872 a 1876, Agustín Vassal de 1876 a 1870, Francisco Bellon de 1881 a 1887, León Delpeuch de 1887 a 1893, y Víctor Roux de 1893 a 1897.

Durante ese período los Oblatos fueron los verdaderos predicadores de la diócesis de Marsella y de las diócesis circundantes. Se los pide para misiones, cada vez menos numerosas, para advientos y cuaresmas, cuyo objetivo es convertir como en la misión, para retiros, meses de María o del Sagrado Corazón, sermones de circunstancia, etc. En 1865 escribe el P. Bellon que los Padres de la casa predicaron en un año 9 retiros, 5 misiones y un adviento. Diez años después el superior, P. Celestino Augier, expone que en tres años la comunidad del Calvario ha realizado 220 trabajos apostólicos, es decir, 28 misiones, 28 cuaresmas, 7 advientos, 4 meses de María y 163 retiros diversos, en 18 parroquias de Marsella y en otras 12 diócesis.

En carta del 7 de noviembre de 1874 al P. Fabre, el P. Augier dice que los oblatos son solicitados en todas las parroquias de la ciudad. Se ve, pues, que los párrocos, antiguos alumnos de los oblatos en el seminario mayor, saben mostrarse amigos agradecidos.

Desgraciadamente, las leyes inicuas de 1880 contra los religiosos expulsan de la casa a los oblatos y cierran la capilla. Esta seguirá cerrada hasta 1891. De 1883 a 1892 el obispo alquila la mayor parte del convento, que se convierte en una escuela frecuentada por unas 700 niñas bajo la dirección de las Hermanas de San Carlos. Algunos Padres siguen en casa. Todos regresan en 1892, pero entre tanto no han dejado de predicar.

En un informe al Capítulo de 1893, el provincial, P. Celestino Augier, escribe que en seis años la casa del Calvario tiene en su haber apostólico 426 trabajos, entre ellos 20 misiones, 25 cuaresmas, 18 meses de María, 330 retiros, novenas u octavas y 33 adoraciones perpetuas.

Aparte de las obras exteriores, los Padres continúan desarrollando las que habían sido tradicionales: la atención del Calvario y de la iglesia de N.S. del Buen Socorro, las capellanías de las cárceles, de las Hermanas de San Carlos, de las de la Sagrada Familia y de la obra de juventud del Sr. Allemand de 1875 a 1886.

Dos asociaciones seguirán durante más de un siglo bajo la dirección de los oblatos: la de Nuestra Señora de los Siete Dolores y la archicofradía de la Pasión para aliviar a las almas del purgatorio. En 1887 la primera cuenta con 500 o 600 miembros, y la segunda con más de 5.000 de toda la ciudad. Cuando en 1880 se cierra la capilla ‘des Accoules’, sus reuniones mensuales y sus retiros anuales se realizan en las iglesias parroquiales. El P. Fabre tenía razón al decir, en la visita canónica de 1890: “Cerraron vuestra iglesia, pero no han podido cerrar vuestros labios ni encadenar vuestra dedicación” (Informe Delpeuch, junio de 1890).

La obra de los italianos sigue siendo la más importante porque el número de éstos aumenta considerablemente. En 1873 son entre 30.000 y 40.000, y en 1889 unos 80.000. Viven por cierto bastante dispersos en la ciudad, pero acuden con gusto con ocasión de las fiestas de muchos santos y Madonas que tienen estatuas o cuadros o asociaciones etc. en la capilla donde se reúnen los fieles. Esta capilla tiene además la ventaja de continuar abierta en 1880 y de cambiar pocas veces de rector. El P. José Zirio está allí de 1849 a 1881 y el P. Juan Leonardo Gallo, de 1882 a 1918.

En un informe de 1888 el P. Delpeuch escribe que fiestas solemnes “se suceden sin interrupción en el santuario de los italianos. Incluso hemos de confesar que la colonia es insaciable de solemnidades… Los fieles hallan una mina fecunda de nuevas devociones en las ciudades y aldeas que dejaron para venir a Francia e importan aquí todas las fiestas de sus respectivos lugares…” (Missions, 1888, p. 288s).

Decadencia de las obras y abandono de la casa (1901-1979)

En 1903, a consecuencia de la ley de 1901 sobre las asociaciones, la iglesia de N.S. del Buen Socorro o ‘des Accoules’ es cerrada, y la comunidad expulsada manu militari. La mayoría de los Padres seguirán en Marsella dispersos como vicarios o predicadores. El convento, incautado por el Estado, es vendido por unos 50.000 francos. Se intentará en vano rescatarlo, de 1934 a 1944. Estaba entonces ocupado por unas 15 familias y por las clases de una escuela pública. El propietario lo habría vendido ¡por 500.000 francos!

En cuanto a la iglesia, el obispo había hecho valer los derechos de la diócesis sobre ella a raíz de las expulsiones. Se abrió al culto en 1907 y se confió al clero diocesano hasta 1919.

Entre tanto, la iglesia de los italianos había quedado abierta. A la muerte del P. Gallo en 1918, se confió su dirección a los PP. Juan B. Lingueglia y Pedro Centurioni. Este último obtuvo incluso del obispo que la iglesia ‘des Accoules’ sirviera para el ministerio con los italianos, y él fue nombrado rector.

Se contaban entonces en Marsella alrededor de 150.000 inmigrantes italianos. Surgió un conflicto entre los fieles de las dos capillas y, para liquidarlo, el provincial de los oblatos debió reemplazar a los dos Padres con el P. José d’Eramo, nombrado responsable de la capilla de los italianos, donde permaneció de 1921 a 1946. La obra fue decayendo poco a poco, y la capilla fue desafectada en 1953. La pastoral de los italianos en Marsella se había confiado ya sea a los salesianos, ya a los Misioneros de San Carlos en varios otros centros de la ciudad.

Después de 1920 la iglesia ‘des Accoules’ , de nuevo dirigida por los oblatos franceses, fue frecuentada por fieles franceses e italianos, con predicaciones y confesiones en ambos idiomas. Los Padres lograron establecerse en 1922 en la estrecha casa adosada a la iglesia que había pasado a ser propiedad de la ciudad a raíz de las expulsiones.

En 1940 un bombardeo italiano dañó la casa y la iglesia. Estas fueron completamente restauradas en 1951 y 1952. La residencia o casa canónicamente erigida de 1935 a 1965 solo podía acoger a tres o cuatro padres. El ministerio quedó, pues, limitado a la capellanía del Instituto de los ciegos y del Hospital, y al servicio de la iglesia, donde hubo un patronato de chicos y chicas a partir de 1965.

La asistencia de los fieles disminuyó desde 1943, pues el barrio, destruido por los nazis (20.000 habitantes desalojados) no se reconstruyó hasta 1956. El declive iniciado en el momento de las expulsiones no cesó, pues, de ir en aumento. El P. Teodoro Labouré escribía con razón en su acta de visita del 19 de octubre de 1936: “¡Ay! El Calvario ya no es lo que era en otro tiempo. El barrio se ha transformado y la gloria de antaño es solo un recuerdo. No podemos menos de sentir una pena profunda”.

Durante los años 1960-1970, a causa de la inmigración musulmana y de una fuerte disminución de la práctica religiosa, el número de fieles siguió todavía menguando en el Calvario y en las iglesias vecinas. Por una disposición del cardenal Etchegaray del 23 de septiembre de 1979, las parroquias de la Mayor y de San Lorenzo se unieron en una sola, confiada a un equipo de dos oblatos y un sacerdote diocesano responsable del equipo. Vivían en el Calvario. Los oblatos, puestos a disposición del obispo por tres años, salieron al terminar su compromiso (Notre Midi, octubre de 1979 y julio de 1982).

Así pues, fue con mucha discreción y de puntillas como la Congregación se alejó de su ‘Sinaí’.

YVON BEAUDOIN, O.M.I.