1. La población y el clero
  2. Las parroquias
  3. Los religiosos y religiosas
  4. Las obras
  5. Monseñor Eugenio de Mazenod, pastor

La diócesis de Marsella fue erigida en los primeros siglos del cristianismo. Suprimida durante la Revolución, fue restablecida el 6 de octubre de 1822. Tuvo como obispos a Mons. Fortunato de Mazenod, de 1823 a 1837 y a su sobrino Mons. Eugenio de Mazenod de 1837 a 1861.

La población y el clero
La población de la diócesis de Marsella aumentó mucho durante el siglo XIX. Entre 1823 y 1861 pasó de unos 100.000 habitantes a 300.000. Marsella era la segunda ciudad de Francia. Para la atención de las parroquias y de las obras los obispos podían contar con 171 sacerdotes en 1823 y con 378 en 1860. Varios de esos sacerdotes provenían de España e Italia, pero la mayoría salieron del seminario menor del Sagrado Corazón dirigido por el clero diocesano y de la escuela de la Sagrada Familia del abate Bruchon, y después del seminario mayor dirigido por los oblatos de 1827 a 1862. Los Mazenod establecieron el reparto equitativo de los emolumentos del clero y, desde 1837 hasta su muerte, Mons. Eugenio de Mazenod trató de introducir la vida común de los párrocos y de los vicarios en las casas rectorales.

Las parroquias
La diócesis contaba 60 parroquias en 1823. Estas aumentan muy poco durante el episcopado de Mons. Fortunato. El gobierno y la municipalidad que financiaban las construcciones y retribuían al clero rehusaron, por razones financieras, modificar los cuadros concordatarios. El obispo y su sobrino entonces hicieron abrir al público varias capillas de casas religiosas y obras y edificar, a expensas de la diócesis, tres grandes iglesias en los nuevos barrios de la ciudad: San Carlos, San Lázaro y San José.

Durante los primeros años del episcopado de Mons. Eugenio de Mazenod, el régimen orleanista que modifica su política religiosa acoge las reclamaciones del obispo. Se erigirán oficialmente 13 parroquias y otras 9 bajo Napoleón III con quien Mons. de Mazenod mantiene buenas relaciones.

De 1837 a 1861 unas cuarenta iglesias serán construidas, ampliadas o reparadas. Además, Mons. de Mazenod hace iniciar los trabajos de dos vastas construcciones: la catedral, edificada en el emplazamiento de la antigua Mayor, y dominando el mar, la basílica de Nuestra-Señora de la Garde. Logró también, de 1856 a 1860 hacer reparar y ampliar el palacio episcopal (ver los artículos: catedral, obispado y Nuestra-Señora de la Garde).

Los religiosos y religiosas
Si las parroquias todas son dirigidas por el clero diocesano, las obras, al contrario, están confiadas en su mayoría a las congregaciones religiosas que el obispo acoge, llama o incluso funda, para responder a nuevas necesidades. De 1837 a 1861 se establecen en la diócesis diez comunidades de hombres, de ellas cuatro fundadas en el lugar, y al menos 16 de mujeres, cinco de fundación local. En 1861 la diócesis cuenta con 1775 religiosos y religiosas; de ellos unos 850 ocupados en la enseñanza, cerca de 800 en las obras de caridad, y otros dedicados a la oración y la contemplación. Mons. de Mazenod ayuda habitualmente a esas comunidades en su instalación o en la construcción de sus conventos con una colecta hecha en todas las parroquias. Con gusto preside sus ceremonias religiosas. Algunas congregaciones se aprovecharon especialmente de su protección y le quedaron agradecidas, así por ejemplo, las Hermanas de San José de la Aparición y la Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús Niño, del abate Timon-David.

Las obras
Para completar la acción del ministerio parroquial, Mons. de Mazenod alienta las obras tradicionales de piedad y de perseverancia, y sobre todo las de educación y de caridad.

Aunque el comercio y la industria lo mismo que las actividades del Puerto sean prósperos, salvo en 1848 y 1849, abundan los pobres. En efecto, la población aumenta casi únicamente por la inmigración y los recién llegados viven a menudo en la miseria hasta que pueden tener trabajo y vivienda. El obispo, pues, impulsa a su diócesis dentro de ese movimiento de caridad que caracteriza el siglo XIX. En el celo que despliega a favor de esas obras se puede adivinar la preocupación evangélica de aliviar las miserias. Pero, al patrocinarlas, mira también a darles un carácter confesional para que la acción benéfica extienda la acción apostólica del clero. En efecto, al llegar los Mazenod a Marsella en 1823, hay dos instituciones, una oficial y otra privada, que contribuyen a aliviar la miseria: la Oficina de Beneficencia y la Sociedad de beneficencia y de caridad. Son laicas e independientes de la Iglesia. Las oficinas de beneficencia, instituidas por Napoleón en toda Francia, dependen de los municipios, que distribuyen de ordinario los recursos por medio de los párrocos. En 1843 Mons. de Mazenod instala a las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl y les confía la distribución de esos recursos. Sucederá lo mismo con la Sociedad de beneficencia y caridad. En 1845 las Hermanas Trinitarias de Santa Marta, fundadas en Marsella por el abateMargalhan-Ferrat, asumirán el relevo, para asegurar, a domicilio, el cuidado de los enfermos de las zonas rurales, mientras que las Hermanas de la Sagrada Familia de Burdeos se consagran al mismo apostolado en la ciudad.

En 1823 los Mazenod encuentran un orfanato para muchachos y otro para muchachas, así como la Asociación de la juventud del abate Allemand. Algunas obras van apareciendo entre 1828 y 1836 y luego de 1838 a 1847, surgirá una nueva cada año. . La mayoría tienen por objetivo la educación humana y religiosa de la juventud obrera y del mundo obrero. Entre las obras de caridad, pero con orientación más social, las que tienen más éxito son las sociedades de ayuda mutua. Estas aseguran, en caso de enfermedad e incluso de desempleo, una asistencia financiera. Son alentadas por el Estado y por la Iglesia. En Marsella se cuentan 34 en 1820, 102 en 1850 y 183 en 1860, con 15.000 miembros.

Monseñor Eugenio de Mazenod, pastor
Aunque consagró mucho de su tiempo a sus colaboradores, a las parroquias y a las obras, Mons. de Mazenod se mantuvo también constantemente en contacto con los marselleses, y éstos le amaron, en especial los más pobres. Anteriormente visitaba a todas las familias de los lugares donde predicaba misiones; ahora se relaciona con su pueblo, quedando muy cercano a él. Se reconoce favorecido en este punto por ser la diócesis poco extensa. Se somete primero, en principio, a cuatro horas de recepción cada mañana. Cada año hace la visita pastoral de su diócesis para las confirmaciones. Durante esas visitas, predica incansablemente, sobre todo en provenzal. Todos los lunes confiere la confirmación a adultos en la capilla del obispado. Nunca rehúsa ir a confirmar a los enfermos a domicilio. Son muchas las peticiones, sobre todo en las epidemias de cólera de 1837, 1844, 1850,1854 y 1855.

Se le solicita sin cesar para presidir las ceremonias religiosas en las parroquias, los conventos y las obras. Según su cuaderno-agenda tiene cada año 50 ceremonias en la catedral y otras 25 en varias iglesias y comunidades religiosas. Inscribe en su ordo los otros compromisos que llenan sus jornadas sobre todo del domingo y de las fiestas. Por ejemplo, el 25 de abril de 1858, cinco ceremonias le ocupan sin interrupción desde las 6 de la mañana a las 9 de la noche. Por cortesía con las autoridades civiles y por amor a la ciudad de Marsella en pleno desarrollo, responde en lo posible a las invitaciones que recibe para la inauguración de grandes empresas. Se conserva el texto de varios discursos hechos, por ejemplo, antes de la bendición del canal de las aguas del Durance en 1847, del nuevo lazareto en las islas de Frioul en 1850, de la fiesta agrícola de Aubagne en 1851, de la ciudad obrera de La Ciotat y del Hospicio civil de la Inmaculada Concepción en 1858, del Palacio de la Bolsa del comercio en 1861, etc. Una sola vez, con ocasión de la inauguración del ferrocarril Marsella-Aviñón, vaciló antes de bendecir , en la nueva estación San Carlos, 10 locomotoras con nombres muy evocadores tales como “Tromba”, “Mistral”, y sobre todo “Lucifer”.

Invita a los fieles de Marsella a la santidad, a la que todos los bautizados deben tender, y les muestra el camino. Lo hace en sus numerosos sermones y también en las cartas pastorales con ocasión de la cuaresma. Enseña que la santidad consiste en una constante conversión del corazón, en la fidelidad a la ley de Dios y a las inspiraciones de su gracia, en el conocimiento y el amor de Jesucristo. Las cartas pastorales de la cuaresma de 1842, 1846, 1850 y 1860 ofrecen hermosas páginas sobre el tema.

Toda la obra apostólica de Mons. de Mazenod está animada por la devoción a la Eucaristía. Durante su episcopado tiende a acrecentar esa devoción entre los fieles, alienta el ejercicio de las Cuarenta horas y la exposición del Santísimo Sacramento, especialmente los días de carnaval y el jueves santo. Solemniza cada año la ceremonia de reparación por el robo sacrílego cometido en la iglesia de San Teodoro el 10 de marzo de 1829, y otras del mismo género; a fines de 1859 establece en la diócesis la adoración perpetua. Los Padres sacramentinos, llegados poco antes a Marsella, le permiten llenar las lagunas inevitables dado el escaso número de parroquias. Durante el año siguiente el anciano obispo logra ir a rezar en casi todas las iglesias donde está expuesto el Santísimo. Esa es una de las últimas alegrías de su vida.

YVON BEAUDOIN, O.M.I.