Martín Bardeau, en religión hermano Mauro, fue doméstico del abate de Mazenod durante tres años, de octubre de 1812 al 18 de septiembre de 1815. Tras la disolución por Napoleón de la Trapa de Versalles, de la que era miembro, halló refugio en el seminario de San Sulpicio en calidad de doméstico. El abate de Mazenod, después de la expulsión de los sulpicianos del seminario, aceptó ser uno de los directores reemplazantes, pero solo por el año escolar 1811-1812. Al fin de ese año escolar, estaba decidido a volver a Aix, establecerse en el Enclos y desde allí comenzar su ministerio sacerdotal. Pero necesitaba a una persona que pudiera cocinar y hacer todos los trabajos domésticos. Como él no podía tolerar “que una mujer merodee en su celda” (carta a su madre, 14-11-1811), pensó en el hermano Mauro. Para el abate de Mazenod era un doméstico ideal: muy piadoso, experto en todos los trabajos domésticos, incluida la cocina, y aproximadamente de su misma edad.

Tras haber obtenido el permiso de su antiguo patrón, un sacerdote anciano, el hermano Mauro aceptó con gusto la oferta del abate de Mazenod. Llegaron a Aix a comienzos de noviembre de 1812. Como la Sra.de Mazenod se opuso a que se establecieran en el Enclos, se alojaron en la casa natal de la Sra. de Mazenod sita en la calle Papassaudi, 2. La pensión anual se fijó en 200 francos oro, sueldo normal de un doméstico en aquella época. El Hermano Mauro se apegó de tal manera al abate de Mazenod que rehusó una pensión mucho más elevada que le ofrecía la condesa de Baviera por tenerlo a su servicio. Por su fidelidad a los ejercicios religiosos y a las oraciones que rezaba a menudo con el abate de Mazenod y por su habilidad en todos los trabajos domésticos, dio plena satisfacción a toda la familia.

Resultó muy duro para el abate ver partir a su querido doméstico, por eso hizo todo lo posible por retenerlo. Incluso pidió a su director en San Sulpicio, el Sr. Duclaux, consejo sobre este asunto. Este respondió con claridad: “Siento que usted tiene razón al echar de menos al hermano Mauro…, pero desde el momento en que haya una casa de trapenses sólidamente restablecida, él está obligado en conciencia a retirarse allá; es un sacrificio que usted debe hacer a Dios y a la religión (carta de 1-12-1814).

La víspera de su salida, el hermano fue recibido como congregante y el abate de Mazenod, en su alocución, subrayó “las ventajas” que iban a sacar los congregantes de la comunión de oraciones y de méritos que quedaba establecida ya entre ellos y “el santo religioso que desde el fondo de su soledad… velará en cierto modo por ellos” (Rey, I, p. 176). El hermano Mauro dejó Aix el 18 de septiembre de 1815 y volvió a su trapa en la diócesis de Versalles.

JOSEF PIELORZ, O.M.I.