Nace en Vieux-Condé (Norte) el 28 de noviembre de 1830
Toma el hábito en Talence el 14 de abril de 1856
Profesión perpetua en Nancy, el 1 de noviembre de 1859 (nº 494)
Muere en Roma el 3 de febrero de 1900

Mansueto Mauroit nació en Vieux-Condé, diócesis de Cambrai, el 28 de noviembre de 1830, último hijo de una familia de cinco, entre los cuales tres fueron sacerdotes y una religiosa. Mansueto comenzó también los estudios secundarios, pero decidió abrazar la vida religiosa como hermano coadjutor. El 14 de enero de 1856 inició el noviciado en Talence, donde era superior su tío el P. Héctor Merlin. Allí el hermano emitió sus votos por un año el 17 de febrero de 1857. Fue enviado a Nancy el 11 de agosto de 1857 para prepararse a sus votos por 5 años. Es lo que escribe el P. Berne, maestro de novicios, en sus notas de diciembre de 1857. Añade: “Un poco vivo, se escapa fácilmente cuando sus hermanos dan lugar a ello, pero buen carácter, buen corazón y deseoso de su progreso espiritual. Está perfectamente contento en su estado y no desea más que perseverar en él, aunque está sujeto a ciertos accesos de desaliento que debería dominar más”.

El hermano pronuncia sus votos por cinco años en presencia de Mons. de Mazenod el 28 de febrero de 1858 y se queda en Nancy, donde se le necesita para la costura. En 1859 el P. Guiné, maestro de novicios, menciona algunas veces al hermano en sus notas. Lo encuentra “bastante bien”, pero deplora en él ciertos “momentos negros”. Cuando “su amor propio herido le excita un poco”.

Hace la oblación perpetua en Nancy el 1 de noviembre de 1859. Según el registro del personal 1862-1863, vuelve a Talence para cuidar a su tío el P. Merlin, que fallece en 1863, y luego es adscrito al escolasticado de Autun hasta las expulsiones de 1880. Acompaña a los escolásticos a Inchicore de 1880 a 1884, a Belcamp-Hall de 1885 a 1888, y después a Roma de 1889 hasta su muerte, acaecida tras unos días de enfermedad el 3 de febrero de 1900. Sus restos descansan en el panteón de los oblatos en el Campo Verano, Roma.

Toda su vida fue sastre y nunca le faltó trabajo al servicio de los escolásticos. El autor de su noticia necrológica escribe: “Fue en Roma donde pasó los últimos años de su vida y donde siguió santificándose en el cumplimiento exacto de sus modestas funciones, ofreciendo siempre el ejemplo de una perfecta fidelidad a sus deberes religiosos, a la vez que encantaba a todos sus hermanos con las exquisitas delicadezas de su corazón, en el que parecía estar grabada la última consigna del Fundador moribundo: ¡caridad, caridad!”.

YVON BEAUDOIN, O.M.I.