Nace en Moirans (Isère) el 4 de abril de 1814
Toma el hábito en N.-S. de Laus el 15 de octubre de 1836
Oblación perpetua en Vico el 1 de noviembre de 1845 (nº 150)
Muere en Vico el 12 de febrero de 1878.

Juan Pedro Métifiot nació en Moirans, diócesis de Grenoble, el 4 de abril de 1814; fue el mayor de varios hermanos y hermanas. Sus padres eran labradores. Primero de clase en la escuela primaria, a los 12 años fue puesto al servicio de uno de sus tíos para guardar y cuidar el ganado. Ahí fue tratado bastante duramente. Después de tres años entró como doméstico en el convento de San Antonio, en el Delfinado, donde estaba una de sus tías.

En 1836 los Oblatos predicaron una misión en esa localidad. En su confesión al P. Ambrosio Vincens el joven manifestó el deseo de hacerse religioso. Tras la misión el P. Vincens lo llevó consigo a N.-S. de l’Osier y luego lo envió a empezar el noviciado en N.-S. de Laus el 15 de octubre de 1836.

En mayo de 1836 Mons. Rafael Casanelli d’Istria, obispo de Ajaccio, había dado a los Oblatos el convento de San Francisco de Vico, del que era propietario. Tras unos meses de noviciado, el hermano fue enviado allá con el P. Domingo Albini, primer superior oblato de aquella casa. Allí hizo Juan Pedro sus votos perpetuos el 1 de noviembre de 1845 y pasó la vida como hortelano. Fue una verdadera providencia para aquella comunidad; él fue quien construyó los muros del cercado de la propiedad y quien con su trabajo hizo fértil la tierra.

El Hermano estudió mucho por su cuenta, conocía el latín y el griego y a su muerte dejó un herbario de 2.500 plantas. Sobre todo, fue un religioso ejemplar. El P. Eugenio Antonio Audric escribe que “entre todos los que tuvieron la dicha de conocer al querido Hermano Pedro durante su larga carrera religiosa de 43 años, no hay nadie que no haya quedado impresionado por su constante regularidad, por su fervor siempre nuevo, por su inocencia angelical, por su humildad profunda y sincera, por su aplicación asidua al trabajo y sobre todo por su dedicación a los intereses de la casa, dedicación de todos los instantes en la cual acabó por encontrar la muerte”.

Después de 1876 la salud del hermano declinó rápidamente. Se dio cuenta de que no podía ya trabajar. El médico que le visitaba decía de él: “El trabajo lo ha agotado; y el pensamiento de no poder ya trabajar, ha acabado con él”. Estaba preparado, pues, desde su retiro de primera comunión en el cual el predicador habló con mucha convicción sobre el último juicio, Juan Pedro vivió como si cada día tuviera que morir. El pensamiento de los juicios de Dios lo acompañó durante toda su vida. Murió serenamente el 12 de febrero de 1878.

YVON BEAUDOIN, O.M.I.