1. Origen de la peregrinación
  2. Los Oblatos en l’Osier
  3. Los años de prosperidad, 1804-1903
  4. Revolución de 1848 y expulsiones de 1880 y 1903
  5. Notre-Dame de l’Osier después de 1903

El p. Alejandro Dupuy (1798-1880) salió de la Congregación en 1830. Al dejar Notre-Dame du Laus, en la diócesis de Gap, donde era ecónomo, se puso a la disposición de Mons. Filiberto de Bruillard, obispo de Grenoble. Este le nombró párroco de Notre-Dame de l’Osier, también con vistas a dar nuevo impulso al santuario mariano, muy abandonado desde la Revolución.

Origen de la peregrinación
En la aldea llamada “Les Plantées”, a 4 km. de Vinay, en Isère, vivía en el siglo XVII Pedro Port-Combet. Era calvinista (hugonote) y estaba casado con una católica. Ahora bien, en aquella época la religión católica era religión de Estado. Estaba prohibido, so pena de multa, trabajar los domingos y fiestas de precepto. El 25 de marzo de 1649, día de la Anunciación y fiesta de obligación, el labrador se pone a cortar ramas de mimbre. Al punto del arbusto brota la sangre e inunda la podadera y la ropa del profanador.

Ocho años más tarde, en marzo de 1657, Pedro Port-Combet ara uno de sus campos en el lugar que desde entonces se llama “Buen Encuentro”. Ve de golpe a una hermosa dama vestida de blanco, envuelta en un manto azul y con la cabeza cubierta por un velo negro. Ella le dice, entre otras cosas: “Ese hugonote que cortó el mimbre ¿dónde vive? ¿No quiere convertirse?”. “No lo sé… Habita muy del otro lado”. “¡Ah, miserable!, replicó la dama, ¿crees que no sé que tú eres el hugonote? Pues bien, sábete que el tiempo de tu fin está próximo. Si no cambias de situación serás uno de los mayores tizones de infierno que hubo jamás. Si cambias de religión, yo te protegeré ante Dios”. Pedro se convirtió antes del 15 de agosto y murió poco después.

A partir de 1649, primero la curiosidad y luego la verdadera piedad determinaron la afluencia de visitantes y de peregrinos, cuyo número fue en aumento desde 1656. Se compró un terreno en torno al mimbre milagroso. El marqués de l’Estang, señor de Vinay, hizo construir allí un pequeño oratorio en diciembre de 1656. Se efectuaron curaciones. Los Padres agustinos de Vinay fueron encargados del santuario en 1664 y quedaron allí hasta la disolución de su orden durante la Revolución.

Los Oblatos en l’Osier
Poco después de su llegada a aquellos lugares, el abate Dupuy compró en 1834 el antiguo convento de los agustinos adyacente al santuario. Tomó posesión el 14 de marzo con el P. Santos Dassy que se reponía de una enfermedad y había ido a descansar allí.

Apóstol celoso y buen predicador, el P. Dassy fue apreciado por los párrocos del contorno y ganó la confianza del obispo. Obtuvo, con el consentimiento del abate Dupuy, que la dirección del santuario se confiara a los Oblatos. El P. Bruno Guigues, nombrado superior de la futura comunidad, llegó el 20 de mayo; le siguió el 7 de setiembre de 1834 el P. Ambrosio Vincens. Esta quinta casa oblata aportó como una bocanada de aire fresco a la Congregación que, desde la revolución de julio de 1830, vegetaba sin poder realizar las fundaciones soñadas en Argelia, en Cerdeña y en Saboya e incluso en América, según los deseos del P. Hipólito Guibert.

Los padres Guigues y Vincens fueron superiores allí durante diez años cada uno. El abate Dupuy había empezado ya a restaurar el convento y la iglesia. En 1837 vendió a los Oblatos sus propiedades de Notre-Dame de l’Osier y pasó a depender de la autoridad de Mons. de Mazenod, nombrado poco antes obispo de Marsella. El P. Guigues hizo continuar los trabajos. Con sus compañeros, desarrolló sobre todo las obras: la parroquia, las peregrinaciones, las misiones parroquiales y el noviciado; éstas prosperaron hasta 1903.

Los años de prosperidad, 1804-1903

La parroquia
El abate Dupuy siguió como párroco hasta su salida para Marsella en 1837. Fue reemplazado por el P. Guigues y después, hasta hoy, por uno de los Oblatos que era al mismo tiempo director de las peregrinaciones. Se trataba de una parroquia muy pequeña, formada por fieles que el P. Marcelino Beuf consideraba en 1864 como “poco practicantes”. La parroquia prosperó con el P. Juan Fayette. En 1869 había escuelas y diversas asociaciones, menos para los jóvenes. En 1886 se quería inaugurar un baile en el municipio y las 23 cantoras de la parroquia rehusaron participar.

Los padres más representativos en ese cargo fueron Marcelino Beuf, cuatro veces párroco entre 1853 y 1890 (en total lo fue durante 22 años), y José Sestier que fue párroco durante 38 años (1890-1902; 1914-1941). Hay que mencionar también al hermano Antonio Chaleyssin (1877-1964) que pasó 70 años en l’Osier al servicio de la comunidad, de los feligreses y de los peregrinos como cocinero, bodeguero, cochero, sacristán, cantor, organista, etc.

Las peregrinaciones
A la llegada de los Oblatos, los peregrinos acudían poco numerosos y encontraban habitualmente la iglesia cerrada. En la primera visita que hizo en el verano de 1835, al Fundador le impresiona el poco fervor de los parroquianos y de los peregrinos. Escribe en el acta de visita: “Apenas algunas personas piden confesión el sábado y pocas más el domingo”.

En la fiesta patronal del 8 de setiembre, el santuario era, como en el pasado, testigo de una gran afluencia de visitantes, atraídos, según el códex del 8 de setiembre de 1834 y 1835, menos por la devoción a María que por la alegría de las danzas, el alboroto de los comerciantes o incluso la comilona de las posadas”. El 3 de setiembre de 1835 el Fundador escribe al P. Guigues: “Recuerde que la Providencia le ha puesto al servicio de ese santuario para dar una dirección mejor a la devoción de los pueblos. Que las promesas que hacen a la Santísima Virgen los conduzcan a la conversión por vuestro ministerio”.

En 1836 Mons. de Mazenod comprueba con gozo que hay progresos en la devoción de los peregrinos. Cada sábado un padre da una instrucción para enseñar a los fieles cómo santificar la peregrinación. La presencia de los padres, el conocimiento que se tiene de ellos en las misiones, la solemnidad con que se celebra el mes de María y las fiestas de la Virgen, todo contribuye poco a poco a atraer a los peregrinos y a crear una atmósfera de oración en torno al santuario. A partir de 1837 los padres hacen preceder la gran fiesta del 8 de setiembre, de un retiro de ocho días.

Damos unas cifras reveladoras. El 8 de setiembre de 1834: 20 comuniones; en 1838, 600, y en 1845, 1.000. El número de peregrinos alcanzó hasta 15.000 al año; fueron 25.000 en 1873, año de la coronación de la estatua de la Virgen. Disminuyó tras las expulsiones de 1880 y sobre todo tras las de 1903.

A fin de dar a conocer ese lugar de peregrinación, los Oblatos escribieron algunas monografías sobre
Notre-Dame de l’Osier, desde el P. Dassy en 1838 al P.Luis Delarue en 1966 (cf. Fuentes y bibliografía).

Las misiones parroquiales
Al confiar la peregrinación a los Oblatos, Mons. Filiberto de Bruillard los nombraba a la vez responsables de las misiones diocesanas. La primera se dio en Saint-Georges d’Espéranche en diciembre de 1834 por los Padres Dassy y Vincens. Con los años se multiplicaron las peticiones de misiones y retiros. En sus cartas al P. Guigues, de 1834 a 1843, Mons. de Mazenod invita a menudo a los misioneros a ser estrictamente fieles a los usos de la Congregación en ese campo.

Las Missions consagran decenas de páginas cada año, hasta el fin del siglo, a la narración de los eventos y de los éxitos de las misiones y retiros de los Padres de Notre-Dame de l’Osier. De 1860 a 1870 los seis o siete predicadores de la casa dan cada año una veintena de misiones y otros tantos retiros. Entre 1873 y 1879 predican un centenar de misiones y hacen mención de otros 468 trabajos (retiros, novenas, sermones de circunstancia, etc.). “Bajo ese aspecto, se lee en Missions de 1873 (p. 288s), se puede decir que la casa de l’Osier ha conservado hasta ahora la fama de los primeros tiempos. Nuestros padres son incontestablemente los misioneros más solicitados en las diócesis de Grenoble y de Valence”. En los informes a los Capítulos generales se da cuenta de 70 misiones y 276 retiros entre 1886 y 1892; luego, de 1892 a 1898, de 70 misiones, 32 retornos de misión, 294 retiros, 2 cuaresmas y unos 50 sermones aislados. “Al fin del siglo, se refiere en Missions (1906, p. 323), esta casa ocupaba entonces uno de los primeros puestos entre todas las misiones parroquiales que existían en Francia”.

El noviciado
En 1841el Fundador decidió trasladar el noviciado a Notre-Dame de l’Osier, donde los jóvenes encontrarían mejor que en Marsella un aire sano y una atmósfera de recogimiento y de oración necesaria para la vida religiosa. El abate Melchor Burfin fue el primero que recibió el hábito el 17 de febrero de 1841 de manos del P. Ambrosio Vincens, nombrado maestro de novicios. Ya en 1842 se construyó el segundo piso en el convento para albergar a los novicios que aumentaban cada año tras la salida de los primeros Oblatos para Inglaterra y Canadá. Este noviciado siguió abierto hasta las expulsiones, a fines de 1902. En 62 años tomaron el hábito 1350 postulantes, o sea una media de más de 20 por año.

En 1892 se festejaron muy solemnemente los 50 años de existencia del noviciado. En Missions se consagraron 66 páginas a la narración del acontecimiento, a la historia de la institución y a la publicación de los discursos y sermones que fueron pronunciados por los padres Luis Soullier, asistente general, Celestino Augier, provincial del Mediodía, Melchor Burfin, primer novicio y Mons. Mateo Balaïn o.m.i., obispo de Niza, que presidía esta fiesta de familia. Cada cual a su modo destacó la edificación que los novicios brindaban habitualmente a la comunidad, la amplitud y solemnidad que daban a las peregrinaciones con sus cantos, la alegría que comunicaban dondequiera en sus excursiones a través del Vercors o a la abadía de San Antonio, a la trapa de Chambarand o también a Murinais, donde la generosa bienhechora del santuario, Francina Murinais les reservaba una acogida principesca en su castillo.

Una quincena de padres fueron por turno maestros de novicios; algunos ejercieron profunda influencia, como los padres Ambrosio Vincens (1841-1848), Florent Vandenberghe (1853-1862), Eduardo Gandar (1872-1883) y Alfonso Durif (1884-1894).

Escolásticos de Marsella , y luego de Autun desde 1862, fueron con frecuencia a pasar las vacaciones del verano a Notre-Dame de l’Osier. Otros hicieron allí la filosofía, especialmente en 1848 (revolución), en 1870 (guerra franco-alemana) y en 1881-1882 (expulsiones), etc. Y otros pasaron allí las vacaciones hasta el cierre del escolasticado de Notre-Dame de Lumières tras la guerra de 1939-1945. En 1883 -1884 la casa acogió también a los júniores expulsados de Notre-Dame de Lumières y de Notre-Dame de Bon Secours.

Revolución de 1848 y expulsiones de 1880 y 1903
Varias grandes pruebas sacudieron a la comunidad, pero no lograron destruirla. La revolución de febrero de 1848 ocasionó una sola alerta en la comunidad. Unos exaltados llegaron de Viney dejando adivinar designios amenazadores. El P. Ciro Chauvet, ecónomo, logró engatusarlos discutiendo con ellos a la vez que distribuía vino a cada uno. La mayor parte de las misiones y otros trabajos de cuaresma fueron cancelados, y varios novicios saboyanos, reclutados el año anterior por el P. Juan Claudio Léonard, salieron del noviciado. El 29 de marzo de 1880 aparecían los decretos gubernamentales contra las comunidades religiosas. Se les daba un plazo de tres meses para hacerse reconocer y si no, serían disueltas. La expulsión de los Padres de l’Osier se hizo manu militari el 4 de noviembre. Los gendarmes y el subprefecto que los dirigía olvidaron el ala del noviciado. La vida de la veintena de novicios y escolásticos prosiguió, pues, como antes; pero evitaron participar en las ceremonias religiosas en la iglesia. Los padres expulsados fueron acogidos por familias vecinas, pero fueron volviendo poco a poco a la casa, y las autoridades locales, bastante tolerantes, les dejaron vivir en comunidad y continuar su apostolado.

Las expulsiones de 1903 tuvieron secuelas más prolongadas y más nocivas. Una ley del 1 de julio de 1901 obligó de nuevo a los cuerpos religiosos a pedir autorización para la existencia legal. En marzo de 1903 la Cámara de diputados vota el rechazo en bloque de las peticiones. Los oblatos de l’Osier deben salir antes del 8 de abril. Los padres se dispersan, menos el P. Próspero Monnet, provincial, el P. José Balmès, párroco, el P. Francisco Masson y el hermano Justino Delange. La expulsión se efectúa el 16 de junio. El 3 de octubre los padres deben comparecer ante el tribunal de San Marcelino por haber resistido a los gendarmes. Son condenados a algunos días de prisión y a una multa de algunos cientos de francos.

A la primera subasta de los bienes de los Oblatos, ningún comprador se presenta. Hacen falta dos ventas sucesivas para que esos bienes sean compartidos entre diversos compradores.

Notre-Dame de l’Osier después de 1903
Los Oblatos regresan discretamente a l’Osier en 1908. Encuentran un convento deteriorado que deben rescatar y reparar. Las actividades se reanudan pero vuelven a marchar con lentitud durante las guerras de 1914-1918 y 1949-1945.

Poco después de su llegada a l’Osier en el siglo XIX los Oblatos habían pensado construir una nueva iglesia capaz para acoger a 2.000 personas al menos. La primera piedra de la futura iglesia de estilo neogótico se puso el 17 de mayo de 1858. Diez años después Mons. Aquiles Ginoulhiac, obispo de Grenoble de 1853 a 1870, tenía el gozo de inaugurar esa iglesia. El 9 de setiembre de 1873 muchos peregrinos participaron en las fiestas de la coronación de la Virgen. Por carta apostólica del papa Pío XI el 17 de marzo de 1924 la iglesia recibía el título de basílica menor.

En 1856 habían hecho levantar, en memoria de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción, la torre de la capilla del Buen Encuentro. En 1941 esa torre fue restaurada tras un incendio que la había destruido parcialmente el año anterior.

En la primera mitad del siglo XX los peregrinos siguen acudiendo bastante numerosos; se cuentan unos diez mil en la fiesta del cincuentenario de la coronación de la Virgen en 1923. En una nota de Missions (1953, p. 618) se afirma que en los santuarios dirigidos por los Oblatos del Mediodía “las peregrinaciones están más en boga que nunca entre nuestros fieles”. Esto no duró apenas, pero siempre acuden peregrinos y turistas, sobre todo el 15 de agosto y el 8 de setiembre.

Las misiones parroquiales y los retiros continuaron con éxito hasta el concilio Vaticano II. En 1947 las casas de Lyon, l’Osier y Burdeos rehusaban cada año trabajos por falta de obreros ( Missions, 1947, p. 41).Esa prosperidad cesó de golpe. En la noche de Navidad de 1948 el convento fue destruido por un incendio. Los padres tuvieron que refugiarse en la casa que antes pertenecía al canónigo Dupuy. Esa casa pasó a ser entonces simple residencia oblata y el personal, muy reducido, dejó de predicar en las parroquias de las diócesis circundantes. En Missions (1959, p. 3) se explica el abandono de ese ministerio, que era el que más había ilustrado la presencia de los oblatos en l’Osier, por la insuficiencia de los locales y el alejamiento de los centros que vuelven difícil el trabajo en equipo.

Las Oblatas de María Inmaculada fundadas en l’Osier en 1842 por el P. Ambrosio Vincens (que se unirán a las Hermanas de la Sagrada Familia de Burdeos en 1868) habían hecho construir, entre la basílica y la torre del Buen Encuentro, un gran convento para servir de casa madre y de escuela, de acogida de peregrinos y de retiros. Esa construcción, comprada por los Oblatos en 1940, sirvió hasta 1970 de centro de acogida de peregrinos. Después es una casa de retiro para personas ancianas (100 camas) administrada por laicos. En 1991 se construyó un anejo para albergar temporalmente (24 camas) a peregrinos o ejercitantes.

Desde hace unos veinte años ya no hay más que dos padres que se ocupan de los peregrinos y de algunas parroquias de alrededor. En el cementerio, en cambio, aguardan la resurrección los restos de 29 padres y hermanos, entre estos el P. Juan Bautista Honorat, fundador de la misión de Canadá.

El Consejo provincial de Francia-Sur en su reunión de mayo de 1993, decidió retirar a los Oblatos de Notre-Dame de l’Osier dentro de unos años.

Ese centro será, con el Calvario de Marsella, otro lugar destacado de la historia oblata de Francia que las circunstancias actuales y el envejecimiento del personal obligarán a abandonar. Esa casa, durante siglo y medio, permitió a muchos oblatos vivir plenamente los fines de la Congregación: evangelización de los pobres, apostolado mariano, vida comunitaria y religiosa, sin olvidar el espíritu misionero. En efecto, entre los seis primeros misioneros enviados al Canadá, dos pertenecían a esa casa: los padres Luciano Lagier y Juan María Baudrand. Menos de tres años después, el P. Guigues, superior de l’Osier desde hacía diez años, salía a su vez como visitador extraordinario y superior de las misiones oblatas de América. Otros siguieron pronto: Pedro Aubert, Francisco Bermond, Santiago Santoni, maestro de novicios que fue el primer provincial de Canadá en 1831, sin olvidar al P. Ambrosio Vincens que, durante su visita canónica en 1863, se ahogó en Maniwaki.

YVON BEAUDOIN, O.M.I.