1. Orígenes del santuario y de las peregrinaciones
  2. Los Oblatos en Notre-Dame de Lumières en 1837
  3. Los años de prosperidad (1837-1880)
  4. Los años de crisis (1880-1922)
  5. La presencia renovada de los oblatos desde 1922

El santuario de Notre-Dame de Lumières está situado entre Aviñón y Apt, en el municipio de Goult, a 50 km. al norte de Aix de Provenza.

Orígenes del santuario y de las peregrinaciones
Ya en el siglo IV había sobre el sitio de la cripta actual una capilla dedicada a Nuestra Señora. Los ermitaños casianos, que tenían sus ermitas en los vallejos de los alrededores, se reunían en esa capilla para la oración. Muy frecuentada durante la edad media, fue abandonada y casi destruida a consecuencia de las guerras de religión del siglo XVI.

En agosto de 1661, un anciano achacoso del ayuntamiento de Goult, Antonio de Nantes, se arrastró cerca de las ruinas venerables. Vio de golpe “una gran luz y, en medio, el niño más hermoso que hubiera podido imaginar”. El anciano avanzó, le tendió los brazos, pero la visión desapareció; en el mismo instante él quedaba curado de una hernia “de prodigiosa amplitud y grosor”.

En señal de agradecimiento a la Santísima Virgen, el pueblo cristiano levantó de sus ruinas la antigua capilla. La cripta fue terminada en 1663. Los carmelitas, llegados el año después, emprendieron la obra de edificar, encima de la cripta y conservándola, la iglesia tal como la vemos todavía hoy. El 13 de setiembre de 1669, Mons. J. B. De Sade de Mazan, obispo de Cavaillon consagró la iglesia y la puso bajo la advocación de la “Madre de la Luz eterna”.

Acudieron numerosos los peregrinos y abundaron las curaciones hasta la Revolución. Entonces los carmelitas tuvieron que salir; la iglesia y el convento fueron adjudicados como bienes nacionales y rescatados por el señor de Goult, y luego, en 1823, fueron adquiridos por los trapenses de Aiguebelle. La estadía en Lumières de esta orden contemplativa fue de corta duración; pasó a sacerdotes diocesanos el servicio del santuario.

Los Oblatos en Notre-Dame de Lumières en 1837

Mons. Eugenio de Mazenod contó personalmente, en su Diario del 26 de enero y del 30 de mayo al 9 de junio de 1937, la historia de la fundación oblata de Notre-Dame de Lumières.

Ya en 1821 el vicario general de Aviñón, M. Margaillan había propuesto al P. de Mazenod confiar a los Misioneros de Provenza el ministerio en lengua provenzal en la diócesis. De común acuerdo, no obstante, se había decidido dejar para más tarde la ejecución del proyecto, ya que algunos católicos habían recogido fondos para un establecimiento de los jesuitas, que se hará en 1824.

A fines de 1836 los trapenses, queriéndose deshacer de su propiedad, ofrecieron a Mons. de Mazenod que comprara la iglesia y el convento e instalara allí una comunidad. Se habían apalabrado ya con Mons. Celestino Dupont, arzobispo de Aviñón, de quien, al parecer, venía la idea de hacer esa propuesta a los Oblatos. Los conocía por las misiones dadas ocasionalmente en su diócesis y por el P. Carlos Domingo Albini, que había sido su condiscípulo en el seminario mayor de Niza de 1810 a 1813.

El contrato de adquisición de la propiedad se firmó el 14 de diciembre de 1836 entre el P. Henry Tempier y el P. Isidoro Pastorel. Por la suma de unos 20.000 francos la Congregación se hizo propietaria del santuario de Notre-Dame de Lumières.

La toma de posesión oficial se efectuó el 2 de junio, primer viernes del mes y fiesta del Sagrado Corazón, por el Fundador, el P. Tempier y el P. Juan Bautista Honorat, nombrado primer superior de esta décima comunidad oblata. Habían llegado al lugar el 30 de mayo. En unos días habían “habían examinado, pie por pie tanto la casa como las huertas” así como la iglesia que el Fundador encontró “de muy hermosa dimensión y de buen género”.

El acta de nombramiento del superior lleva la fecha del 2 de junio. El 9 de junio Mons. Dupont firma el documento de institución canónica de la comunidad de los Oblatos y les asigna como objetivo: 1. ser los custodios del santuario de Notre-Dame de Lumières, para perpetuar e incentivar siempre más en él la devoción a la Santísima Madre de Dios y dar buena orientación a la piedad de los fieles que afluyen a ese lugar santo de todas las partes de la diócesis y de mucho más lejos aún; 2. evangelizar a todas las parroquias de nuestra diócesis, ya con misiones, ya con retiros espirituales, según los pedidos que les hagan los señores párrocos o según las indicaciones que Nos mismo les demos; 3. dar retiros espirituales a los sacerdotes o a otros eclesiásticos que gusten acudir a recogerse unos días en la soledad, a la sombra del santuario de la Santísima Virgen”.

Los Oblatos serán fieles a esos ministerios. Además harán de Notre-Dame de Lumières una importante casa de educación y mantendrán siempre una comunidad numerosa que el Fundador y los superiores generales visitarán con agrado y alabarán a menudo por su caridad fraterna. Como todas las comunidades oblatas de Francia en el siglo XIX, ésta, que nunca tendrá menos de diez padres y hermanos, se renovó a menudo a causa de las frecuentes salidas para las misiones extranjeras. Esta característica de rotación del personal vale también, en menor grado, para la treintena de superiores que se sucedieron allí por siglo y medio, permaneciendo algo menos de cinco años por término medio. Ciertos oblatos mantenían las tradiciones, en particular, los padres Pedro Nicolas (1812-1903), Eugenio Le Cunff (1843-1934), y sobre todo Juan Françon (1807-1883) que ejerció ahí el ministerio durante unos cuarenta años.

Los años de prosperidad (1837-1880)
Después de que llegaron los Oblatos, Notre-Dame de Lumières fue, por unos años, una obra de construcción para la transformación material de los lugares. Todo estaba deteriorado. El convento amenazaba ruina y el maderamen de la iglesia, lo mismo que el de la capilla de San Miguel en el flanco de la colina, estaban a punto de derrumbarse. Allí fue donde el P. Honorat tomó la costumbre de manejar “la maldita llana” que conservó en Canadá granjeándose los duros reproches del Fundador. El P. Tempier, maravillado por la abundancia de aguas provenientes del Imergue y del Calavon, hizo acondicionar hermosos jardines y plantar centenares de árboles.

La peregrinación
Al mismo tiempo que en la restauración material, los oblatos trabajaron por la renovación espiritual. Se lee en Missions (1863, p. 490s) que, en unos años, han conducido a Lumières “olas de peregrinos” y han devuelto a la peregrinación “su antiguo esplendor”.

Se contaban habitualmente unos 50.000 peregrinos cada año. Algunos millares acudían a las fiestas de la Virgen del 15 de agosto y del 8 de setiembre, y también a las de San Miguel el 29 de setiembre. 20.000 estuvieron presentes en las fiestas de la coronación de la Virgen el 30 de julio de 1864. Fuera de esas concurrencias extraordinarias, los peregrinos llegaban durante todo el verano a partir de mayo, ya aislados, ya en grupos organizados de parroquias, asociaciones y escuelas.

Lo que caracteriza este centro de peregrinación es que los principales ejercicios se efectúan de noche en recuerdo de las luces que están en el origen de la afluencia de los fieles: procesión con faroles hasta el oratorio San Miguel, sermones, confesiones, misas al aire libre, etc.

Los milagros, menos frecuentes que en los siglos anteriores, continuaron manteniendo la confianza en la poderosa intercesión de María. El P. Françon que redactó el codex histórico hasta 1880 relata 325.

Las misiones
Los Oblatos sustituyeron el díptico milagro-peregrinación por el de misión-peregrinación. Fieles al fin principal de la Congregación, los padres salían en campaña apostólica desde el mes de octubre y no volvían hasta la estación de las peregrinaciones en mayo y junio.

La revista Missions consagra cada año, de 1862 a 1880, varias páginas a la enumeración de las misiones predicadas por los padres de las provincias de Francia, como también a la relación de los sucesos más dignos de mención y de los éxitos más brillantes. En el último número de 1863 (p. 491) se lee que, de 1837 a 1863, los cuatro o cinco predicadores de Notre-Dame de Lumières dieron 129 misiones, 30 jubileos y 118 retiros, en las diócesis de Aviñón, de Valence, de Aix y de Digne.

Se anotan luego una treintena de trabajos por año hasta 1866. En ese año el P. Françon escribe en el codex histórico que “el tiempo de las misiones ha pasado, los párrocos ya no las piden más que por Pascua”. Los padres constatan también que “las sociedades secretas penetran en todas partes” (Missions, 1866, p. 586-588) y que, además, otras cuatro comunidades se dan ahora a la predicación en la diócesis, mientras que en 1837 los oblatos eran los únicos que se ocupaban de ese ministerio.

Hacia 1870 la comunidad de Lumières está casi por entero al servicio del juniorado, pero dos o tres padres van todavía a predicar, sobre todo retiros. “No se los llama a los grandes púlpitos, escribe el P. Augusto Bermès al P. José Fabre el 2 de octubre de 1870; no tienen que ejercer su celo en un gran teatro y su palabra no resuena en el mundo con ese son que procura la gloria humana, pero se entregan felices a la obra primera, a la obra fundamental de nuestra querida Congregación. Los pobres son a quienes Dios los ha enviado, los pobres son a quienes ellos evangelizan” (Missions, 1870, p. 515).

De 1870 a 1880 ya no hay más que dos predicadores para responder cada año a una decena de peticiones de misiones o retiros (Missions, 1873, p. 286, y 1879, p. 336).

El juniorado
Notre-Dame de Lumières fue casi siempre una casa de educación oblata; eso es lo que le ha valido el título de “segunda cuna” de los Oblatos (Missions, 1876, p. 113). Hubo allí prácticamente cinco juniorados.

El primero se estableció de 1840 a 1847. Parece que la iniciativa vino del P. Pedro Aubert, que residía en Lumières y sin duda también de su hermano Casimiro, maestro de novicios.

El Fundador autorizó ese ensayo sin entusiasmo y como para salir del paso. Escribe en su Diario el 13 de agosto de 1840: “Consiento en que se busque tomar a algunos estudiantes, pues el noviciado no se alimenta por sí, pero no les disimulo mi poca confianza en un medio tan largo y tan incierto de reclutamiento. A mi edad no se me permite acariciar la idea de ver los efectos”.

Se aceptaron algunos jóvenes de los tres cursos superiores en 1841-1842; y después entre 15 y 20 cada año. Llevaban la sotana. El Superior general parece que se convenció poco a poco de la utilidad de esa obra. En 1841 permitió que se añadiera un piso al convento y constató que el ensayo realizado era “de los más alentadores. Todos los jóvenes que componen esta casa de estudio, escribe en su Diario el 12 de mayo de 1841, están animados del mejor espíritu. Arden en deseos de ser juzgados dignos de que se les admita al noviciado”.

La gira de reclutamiento del P. Juan Claudio Léonard en 1847-1848 tuvo tal éxito que el noviciado de Notre-Dame de l’Osier se llenó de seminaristas: setenta en un año. El P. Tempier, ecónomo general, ya no encontraba el dinero necesario para mantener a tantos jóvenes en formación. En diciembre de 1847 el consejo general se vio forzado a pedir que se cerraran los juniorados de Lumières y de N.-D. de Bon Secours.

La experiencia había sido bastante halagüeña y en ese caso Mons. de Mazenod no se había mostrado buen profeta. Conoció, en efecto, a una treintena de padres salidos de ese juniorado, de los cuales varios fueron misioneros en el extranjero, como Mons. Henri Faraud, primer junior, y los padres José Tabaret, Carlos Arnaud, Eugenio Cauvin, y Juan Pedro Bernard, misioneros en Canadá, Eduardo Chevalier, en Estados Unidos, Agustín Gaudet en Texas, José Arnoux en Inglaterra, José Vivier en Ceilán, Casimiro Chirouse y Carlos Pandozy en Oregón, etc. Los superiores mismos habían dado el ejemplo. En efecto, el padre Juan B. Honorat, primer superior, fue el fundador de las misiones oblatas en Canadá, el P. Pascual Ricard, segundo superior, fundó las misiones oblatas de Oregón, y el P. Pedro Aubert, primer director del juniorado, fue el primer oblato enviado al oeste del Canadá con el escolástico Alejandro Taché.

Aquellos jóvenes aprendieron también a amar a la Congregación y a su Fundador; allí recibieron la primera formación oblata los primeros biógrafos de Mons. de Mazenod, padres Toussaint Rambert y Achille Rey, igual que el P. Robert Cooke que, como escolástico, pasó allí las vacaciones de verano de 1845.

El segundo juniorado estuvo abierto de 1854 a 1882. En 1859 el P. Casimiro Aubert, provincial del Mediodía, decidió con la autorización del consejo general abrir un juniorado en Lumières para alimentar mejor el noviciado. El P. Celestino Augier, nombrado director, acogió primero a algunos alumnos de los tres cursos superiores. Los comienzos fueron lentos; en 1866 solo había todavía 16 júniores, pero el número se elevó a 35 en 1868 y a 45 en 1869, con los cursos completos y siete padres como personal docente.

En el tiempo de la guerra, en el otoño de 1870, los alumnos fueron enviados a sus casas durante unos meses; luego la vida se reanudó con unos cuarenta júniores. El P. José Fabre, superior general, hizo una visita en octubre de 1872, y “encontró al juniorado más floreciente y más fervoroso que nunca”; se leían entonces en el refectorio las Mélanges historiques de Mons. Jeancard y no se hablaba más que de eso (Missions, 1872, p. 703).

En 1878 los niños de los dos primeros cursos fueron enviados a Notre-Dame de Bon Secours. La casa proporcionó entonces unos cincuenta oblatos en 23 años.

Los años de crisis (1880-1922)
El concordato de 1801 no mencionaba a los religiosos. Desde entonces se habían reconstituido muchas órdenes, y se habían fundado bastantes Congregaciones sin ser reconocidas legalmente. Estas pasaron a ser los chivos emisarios de la política laica que se instauró a partir de 1880. El 29 de marzo un decreto del gobierno francés disuelve las corporaciones religiosas dedicadas a la enseñanza o amigas de los jesuitas.

El 5 de noviembre de 1880 los padres son expulsados de la casa por la fuerza pública; párrocos amigos les dan hospedaje. El superior y tres padres obtienen autorización para quedar a cuidar el convento. La
Iglesia queda oficialmente cerrada al público, pero se deja abierto un paso del convento a la cripta. Pronto se cerrará a consecuencia de una denuncia.

Durante el verano de 1882 debe a su vez cerrarse porque se lo juzga contrario a la ley Falloux de 1850 sobre la enseñanza secundaria. Los júniores son acogidos primero en el seminario menor de Beaucaire, en la diócesis de Nîmes, y luego, en diciembre de 1883 son enviados a Diano Marina, en Italia.

En 1886-1887, doble catástrofe. El 26 de octubre de 1886 unas violentas tormentas hacen salir de madre al Imergue, cuya agua inunda la cripta, hunden el techo de las clases y derrumban los muros de los patios. En Italia un terremoto, acaecido el 23 de febrero de 1887, destruye la casa de Diano Marina con dos víctimas entre los júniores.

Los padres regresan poco a poco y siguen predicando. Missions recoge la nota de 44 trabajos entre 1882 y 1884, de 135 entre 1884 y 1887, y de 25 misiones, 8 cuaresmas y 137 retiros entre 1887 y 1893, pero el santuario sigue oficialmente cerrado.

Los júniores vuelven a Lumières con el Sr. Bonnard, laico diplomado y excelente cristiano, como jefe de la institución. Este tercer juniorado, abierto de 1887 a 1901, contará con una media anual de 50 alumnos y dará cuatro o cinco novicios al año.

Una nueva y más grave ofensiva anticlerical se desata en 1901. Todas las congregaciones religiosas tienen que solicitar autorización. Entonces el provincial juzga prudente mandar a los júniores a sus casas o a Notre-Dame de Sion. En 1903 la solicitud de autorización de los Oblatos es rechazada como las presentadas por casi todas las congregaciones. El 7 de abril el comisario de policía de Apt notifica a los Oblatos que deben abandonar el lugar antes de quince días y que Lumières pasa a ser propiedad del Estado.

Según la ley del 1 de julio de 1901los liquidadores debían subastar los bienes confiscados que administraban. En Lumières un tal Sr. Duez, liquidador de los bienes de los oblatos, no se dio prisa a terminar su gestión. La venta se fijó para el 7 de abril de 1908. En 1901 el Prefecto había escrito a París que la propiedad valía 100.000 francos. El liquidador fijó el precio mínimo en 28.000 francos. En la primera subasta del 7de abril no se presentó ningún comprador. La segunda se fijó para el 23 de junio, y el precio se rebajó a 16.000 francos. De acuerdo con los oblatos, Monseñor Elías Redon, vicario general de Aviñón adquiere la propiedad. Se emprendieron entonces importantes trabajos de reparación bajo la dirección del abate Sage, y la peregrinación, reanudada oficialmente el 15 de agosto de 1909, renace en seguida.

De 1916 a 1920 el arzobispo de Aviñón confía el santuario al cuidado de los asuncionistas (bajo el nombre de asociación de misioneros diocesanos) y les permite abrir un seminario menor.

La presencia renovada de los oblatos desde 1922
Después de la guerra de 1914-1918 los gobernantes se hacen más tolerantes. La presencia de una Cámara de diputados moderada favorece el acercamiento al Vaticano en 1921. En ese contexto que se les vuelve favorable, los oblatos rescatan el santuario por la suma de 20.000 francos. El 8 de setiembre de 1923 acogen a los 4.000 peregrinos que acuden a festejar a la Virgen. Hasta los años de 1960 los peregrinos siguen acudiendo. La fiesta del 8 de setiembre en especial prosigue en la forma y la amplitud tradicionales. Se cuentan habitualmente entre 3.000 y 5.000 peregrinos, salvo durante la guerra y en estos últimos años. También otros acontecimientos atraen a los peregrinos, como el centenario de la coronación en 1964 y el 150º aniversario de la llegada de los Oblatos en 1987.

La casa vuelve a acoger, por cuarta vez, a los júniores de 1922 a 1928. Luego dejarán Lumières para ir a Lyon, cediendo el lugar a los escolásticos del Mediodía procedentes de Lieja. Para éstos se construirá un nuevo edificio y una capilla, llamada de la Misión, en 1930.

Se cuenta con unos 50 escolásticos cada año hasta 1939. Al comienzo de la guerra el personal de la casa sube a 120, con la llegada de los 46 escolásticos polacos, de 48 padres y hermanos de la provincia del Este y 12 del Norte. El P. Víctor Gaben, provincial, y los dos superiores sucesivos, los padres Luis Perruiset y José Reslé deben trabajar y sacrificarse sin medida para alimentar y educar a tanta gente. El número baja luego poco a poco: unos 70 en 1943 y 1944, 57 en 1947; después irá disminuyendo regularmente hasta el punto en que ya no conviene mantener un cuerpo profesoral. En 1951 los escolásticos van a unirse a sus compañeros del Norte en Solignac.

El padre Hilario Balmès, que había hecho la visita canónica de la casa en abril de 1942, había escrito que Lumières no podía seguir siendo escolasticado a causa de los muchos peregrinos y extranjeros que invadían la casa y la huerta.

En 1957 las autoridades de la provincia deciden abrir el quinto juniorado. Bajo la dirección del P. Juan Pedro Eymard, algunos niños provenientes de las zonas rurales siguen las clases de los primeros cursos para prepararse a continuar los cursos superiores en la escuela franco-canadiense (juniorado-colegio) de Lyon. La experiencia no duró más que dos años.

La actividad misionera no parece haberse reanudado en Lumières, como se hizo, al contrario, en otras casas oblatas de Francia durante unos quince años después de la guerra. En cambio, la comunidad de Lumières asumió otros dos ministerios: las parroquias y la acogida.

Ya antes de 1940, pero sobre todo durante la guerra, al quedar sin sacerdotes muchas parroquias, los profesores y aun los escolásticos fueron invitados a reemplazarlos los domingos. Este ministerio continuó tras el cierre del escolasticado. En 1980-1981, entre los doce padres de la casa, solo uno tenía la responsabilidad de la atención del santuario; los otros se ocupaban de la acogida y sobre todo del servicio de 18 iglesias en las parroquias circundantes.

La acogida de ejercitantes estaba ya prevista en la carta de institución canónica de Mons. Dupont en 1937. Al regresar los oblatos en 1922, se comenzó a recibir gente en una parte de la casa llamada hostelería. En el informe de su visita canónica en el otoño de 1936 el P. Teodoro Labouré escribía: “En cuanto a la casa de retiro, se ha hecho bien, en las circunstancias actuales, en darle el título de hostelería. Eso es apenas lo que es; no es ciertamente lo que debería ser”.

Tras el cierre del juniorado, hacia 1960, la casa se orientó hacia la acogida: acogida de niños que preparaban su profesión de fe o la confirmación, acogida de movimientos de acción católica, acogida de diversas actividades concernientes a la vida de la diócesis de Aviñón: jornadas catequísticas, sesiones pastorales, consejo presbiteral, etc.

A partir de 1972 hubo que hacer importantes trabajos exigidos por la vetustez de los edificios. Hoy una quincena de padres y hermanos están todavía vinculados a esa casa. Algunos, ancianos, están en retiro. Otros comparten tres tipos de actividad: la peregrinación, el servicio de las parroquias (el sector parroquial atendido por dos padres abarca 16 parroquias), y la acogida: turismo, sesiones, viajes organizados y retiros de treinta días de la experiencia Mazenod.

YVON BEAUDOIN, O.M.I