Nació en Quercitello, Córcega, el 19 de enero de 1820
Tomó el hábito en N.-D. de l’Osier el 14 de agosto de 1844
Hizo la oblación en N.-D. de l’Osier el 15 de agosto de 1845 (nº 144)
Recibió la ordenación sacerdotal en Ajaccio el 24 de junio de 1851
Murió en Vico el 29 de setiembre de 1886.

Pablo María Pompei nació en Quercitello, Córcega, el 19 de enero de 1820, de María Dominica Valentini y Pablo Pedro Pompei. Recibió la primera educación de su tío abuelo, el sacerdote Tomás Pompei, párroco de Quercitello. Tuvo luego algunos preceptores antes de entrar en la escuela de Morosaglia, abierta en 1833. En 1838 siguió a su hermano mayor en la escuela Paoli de Corte. Durante la cuaresma de 1840, a raíz de sermones que le conmovieron, decide hacerse sacerdote. Al principio sus padres se oponen, pero en octubre de 1842 le dejan ingresar en filosofía en el seminario mayor de Ajaccio.

Durante el curso de 1843-1844, bajo la dirección del P. Juan Lagier, se orienta a la vida religiosa entre los Oblatos. El 4 de julio de 1844 Mons. de Mazenod escribe en su Diario: el P. Noel Francisco Moreau, superior del seminario de Ajaccio, “me anuncia la próxima partida de Pompei del que me hace el mayor elogio”. El 14 de agosto el seminarista inicia su noviciado en Notre-Dame de l’Osier. El Fundador escribe al P. Moreau el 29 de agosto: “He recibido con alegría a vuestro Pompei. Ha sido admitido al noviciado con otros diez… Se hará trabajar a Pompei en el latín durante el noviciado: nos hemos dado cuenta de que no lo sabía, lo que no le quita ninguna de sus encantadoras cualidades”.

Tras su oblación, el 15 de agosto de 1845, va a continuar la teología en el seminario de Marsella. Pronto cae enfermo, y se le envía a Notre-Dame de Lumières. El mal aumenta. Se estudia su caso en el consejo general el 6 de noviembre. El secretario anota en el acta de la sesión: “Desde la profesión que hizo en agosto, [el h. Pompei] ha caído en un estado de exaltación al que no han podido poner remedio todos los medios empleados”. Se teme una “locura completa”. Pide la dispensa de los votos y el consejo opina afirmativamente.

Vuelto al seno de su familia, Pablo María recibe la dispensa de los votos el 6 de noviembre de 1845. Tras dos años de reposo y de cuidados, es aceptado de nuevo en el seminario mayor de Ajaccio el 26 de diciembre de 1847 y es ordenado sacerdote en Ajaccio el 24 de junio de 1851. Un mes después vuelve a hacer unos meses de noviciado en Notre-Dame de l’Osier y hace la oblación guardando el número de oblación recibido en 1845 y después, en octubre, va a iniciar una larga carrera de enseñanza.

Durante 25 años, de 1851 a 1876, el P. Pompei reside en el seminario mayor de Ajaccio, donde es ecónomo, profesor de dogma y de elocuencia, confesor de una comunidad de religiosas y predicador ocasional de retiros. En 1876 es enviado a Vico como vicario en la parroquia de Nesa y misionero. Muere el 29 de setiembre, herido por un ataque de apoplejía seguido de parálisis. Sus funerales se celebraron el 1 de octubre en presencia de numerosos fieles y el sábado 2 de octubre fue enterrado en el cementerio de la comunidad, al lado de los padres Albini, Moreau, Luigi, etc.

El P. Jacques Santoni, que durante varios años fue superior del P. Pompei en Ajaccio, escribió unas páginas sobre él. Dice entre otras cosas: “El amor a la Iglesia y a la pura doctrina fue uno de sus caracteres distintivos. De ahí podemos deducir qué grande fue su aplicación al estudio, aplicación incesante solo interrumpida por sus deberes de estado, que no dejó de cumplir con extrema fidelidad. En efecto, era en sumo grado hombre de regla. No sé que, durante los 25 años que pasó en el seminario mayor, haya violado nunca un solo punto. Y si es verdad que vivir según la regla es vivir según Dios, no podría extrañarnos que haya practicado con tanta perfección las virtudes de su estado.

“Su piedad era singular, no por impulsos externos de devoción, sino por la asiduidad a la oración, ya que acostumbraba pasar ante el Santísimo Sacramento todos sus momentos libres; y también por su actitud respetuosa en el lugar santo: semejaba a una estatua sin moverse, sin mirar, tan absorto parecía en Dios. Su piedad fue la fuente de tantas otras virtudes que hicieron de él un modelo perfecto del verdadero religioso […]

“Tanto como se olvidaba a sí mismo, era bondadoso y se mostraba lleno de atenciones y de gran delicadeza para los demás; le gustaba complacer y prestar servicios por mucho que pudiera costarle. Por eso, aunque su conversación, aparte de las materias de estudio, no ofreciera atractivo, agradaba conversar con él, pues resultaban encantadores su sencillez, su espíritu de dulzura y sus actitudes de humildad a veces excesivas…”

Los contemporáneos del P. Pompei lo consideraron como un santo al igual que al P. Albini. Se pensó en introducir su causa de beatificación, pero posteriormente más bien se le olvidó, después del traslado de su cuerpo en 1891, a ruegos de su familia, al sepulcro de sus antepasados en Quercitello.

YVON BEAUDOIN, O.M.I.