P. Luis Ignacio Rois Alonso, O.M.I
Superior General

LJC et MI

CON MARÍA, MISIONEROS PEREGRINOS DE ESPERANZA EN COMUNIÓN

Queridos hermanos oblatos y todos los hermanos y hermanas de nuestra familia carismática.

Hoy saludamos a María, “bendita entre las mujeres”, al contemplar el milagro de la misericordia de Dios en el misterio de su Inmaculada Concepción. Nos felicitamos por tenerla como madre y patrona y pedimos su intercesión maternal sobre nosotros.

En su discurso durante la audiencia a los capitulares del 37º Capítulo general[1], el papa Francisco nos invitaba a “tomar a María como compañera de viaje, para que os acompañe siempre en vuestra peregrinación”. Después de evocar el episodio de su “peregrinación” hacia la casa de Isabel, nos decía el papa “que María sea también un ejemplo para vosotros en esto, para vuestra vida y para vuestra misión”. En este día de fiesta quiero volver a ponerme en camino con María y con toda nuestra familia, para irnos convirtiendo en esos misioneros peregrinos, sembradores de esperanza en comunión que ha soñado nuestro Capítulo General.

El texto evangélico propuesto por el papa narra el encuentro de María con Isabel (Lc 1, 39-56). Para muchos este pasaje evangélico es un paradigma inspirador de la acción misionera de la Iglesia. Yo mismo, participando en la vida de las Iglesias del Norte de África, he podido comprobar su fecundidad. Llamados a portar, anunciar y compartir el misterio de salvación que nos habita, salimos deprisa al encuentro del “otro”, poniéndonos a su servicio, como lo hizo María. Es un camino que nos descubre la presencia de Jesús y nos invita a ir dejando a nuestro paso la huella de la esperanza y de la comunión entre nosotros y con todo lo creado. Caminando, saliendo al encuentro del otro y poniéndonos a su servicio vamos descubriendo nuestra propia identidad. También así se nos revela esa porción de verdad que en el otro ha sembrado el Espíritu de Dios y que se nos ofrece como regalo. Caminando con Jesús y con el otro, siempre viviendo la comunión como don y tarea, nos convertimos en profetas que peregrinan cantando las alabanzas del Señor y anunciando con nuestras vidas el mundo nuevo y la nueva humanidad que ya ha nacido y que espera manifestarse en su plenitud.

Me gustaría comenzar y mantener una conversación con todos los miembros de nuestra familia en la que compartamos lo que la contemplación de este pasaje evangélico nos aporta para nuestra vida y nuestra misión. En la Eucaristía de clausura del Capítulo General[2] pude ya comenzar este diálogo. Qué bonito sería si, en las reuniones que celebramos estos días de fiesta, pudiéramos dedicar algo de tiempo a compartir los frutos de esta contemplación. Qué bonito si pudiéramos escuchar los ecos provenientes de todos los rincones de nuestra casa común, de todas nuestras comunidades e instituciones, de todas las expresiones de nuestra familia carismática. Seamos creativos para poner en la mesa común lo que cada uno va descubriendo.

En estos días estará llegando a nuestras manos las Actas del XXXVII Capítulo General. Sabemos que la recepción de los documentos capitulares no sucede de forma espontánea, es una gracia que tenemos que aprender a acoger. ¿Cómo hacerlo? Los capitulares expresaron con fuerza que todos ellos deberían ser los primeros animadores de esta etapa. Es evidente que son los testigos privilegiados de todo lo que aconteció. ¡No tengamos miedo de importunarlos pidiendo que compartan su experiencia! Escuchemos sus historias, intentemos caminar con ellos y pidamos la gracia de comulgar con su experiencia.

Yo creo que una buena recepción del documento del capítulo ocurrirá cuando todos y cada uno de los miembros de nuestra familia carismática se conviertan en animadores de la etapa poscapitular: animadores porque se han dejado interpelar por el Espíritu, animadores porque buscan la manera de poner en práctica con creatividad las sugerencias propuestas. Todos, pues, estamos llamados a ponernos en camino. Emprendamos juntos esta peregrinación y hagámoslo junto con los pobres, para renovarnos en nuestra vocación, para hacer de nuestra casa común un hogar habitable, para vivir como familia la riqueza de nuestra diversidad tanto cultural como de las variadas vocaciones específicas en que encarna nuestro carisma. Caminemos todos como misioneros peregrinos de esperanza en comunión.    

¿Permitirán que, en esta etapa de recepción y animación poscapitular, proponga una vez más como modelo lo que María vivió en el misterio de la “visitación”? Ella escuchó del mensajero una Buena Noticia que superaba toda expectativa. Aún sin entenderlo todo, se abandonó confiada en las manos de Dios. Mientras el Verbo se iba encarnando y su cuerpo de mujer se iba trasformando para acogerlo y nutrirlo en su seno, se puso en camino, a prisa, superando la tentación de la autorreferencialidad. Seguramente caminando dejó que en su corazón creciera la fe y la esperanza, recordando repetidamente que “para Dios nada hay imposible”. Y en ese caminar peregrino María era sacramento y anuncio de la presencia del Salvador en nuestra historia. Poniéndose al servicio de Isabel, recibió el regalo de la confirmación de su propia identidad y posteriormente la explosión de alegría profética hecha canto a un Dios que es a la vez Santo y Misericordioso y que está llevando a plenitud su creación y lo hace desde los pobres y los hambrientos, los sencillos y los humildes.  

Pidamos a María que nos enseñe a acoger de todo corazón la gracia del último Capítulo General. Caminemos con ella de la mano, como nos propone el papa Francisco, poniéndonos al servicio del otro y viviendo la alegría de ser profetas de comunión y esperanza. Crezcamos en fe, esperanza y amor como familia carismática que quiere responder hoy a su vocación de misioneros de los pobres cuidando de nuestra casa común. Me gustaría invitar a que me acompañaran con su oración en la peregrinación que emprenderé para abrazar y mostrar nuestra comunión a nuestros hermanos de Ucrania. Con ellos quisiera abrazar también a todos los miembros de nuestra familia carismática que peregrinan en situaciones difíciles, de sufrimiento, golpeados por todo tipo de situaciones violentas causada por las injusticias y ambiciones de los hombres.

Con María y con todos los santos de nuestra familia y con aquellos que nos han precedido en esta peregrinación, caminemos por las sendas del servicio a los más abandonados, siendo sembradores de esperanza y comunión.

Feliz fiesta de la Inmaculada Concepción de María.
Vuestro hermano peregrino, en Cristo y María Inmaculada

Luis Ignacio Rois Alonso, OMI.
Superior general


[1] https://www.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2022/october/documents/20221003-oblati.html
[2] https://www.omiworld.org/es/2022/10/30/186040/