HOMILÍA 25 ENERO DE 2024


Queridos hermanos y hermanas.

Celebramos hoy la Fiesta de la conversión de san Pablo y hacemos memoria del inicio de nuestra vida comunitaria y misionera hace 208 años. Estos dos acontecimientos están unidos con una palabra: conversión. La conversión de san Pablo hizo que él cambiara su visión de la fe, su actividad misionera y su pertenencia a una comunidad religiosa. Podemos decir lo mismo de la conversión de san Eugenio que lo condujo a ser un enamorado de Jesucristo, misionero de los pobres y fundador de una Congregación en la Iglesia. Con Pablo y Eugenio os invito a pensar en nuestra propia conversión.

1.- Tanto en Pablo como en Eugenio cambian el rumbo de su vida después de encontrarse con Jesús. Ambos viven en un tiempo crítico como el nuestro, un cambio de época. A Pablo Jesús se le aparece tan luminoso que ciega en él todas sus convicciones religiosas y sociales. La ideología farisea condicionaba su visión religiosa y social pero el encuentro con Jesús lo hace cambiar radicalmente: pasa de ser un perseguidor a ser un seguidor de Jesús que dice “no soy yo quien vive en mí, es Cristo quien vive en mí” (Gal 2,20). También Eugenio, al encontrarse con Jesús crucificado, cambia la orientación de su vida : el noble De Mazenod dejará de buscar su éxito social y familiar para ponerse al servicio de una Iglesia abandonada y ser el sacerdote de los pobres. También hoy estamos tentados de vivir la fe como una ideología que justifique nuestras convicciones políticas, sociales e incluso religiosas. ¿Qué nos enseñan Pablo y Eugenio hoy?

Pablo y Eugenio nos enseñan que Cristo tiene que estar en el centro de nuestras vidas, de nuestros pensamientos, de nuestros sentimientos, etc. Con fuerte emoción me pregunto y os pregunto: ¿Está realmente Cristo en el centro de nuestras vidas? ¿Está en el centro de nuestra manera de pensar, de sentir, de actuar? ¿Está en el centro de nuestra religión? Si así fuera, cumpliríamos el sueño de Pablo y el Fundador de ser otro Cristo en la tierra, conociéndolo cada vez más, reproduciéndolo en nuestras vidas, dejándolo vivir en nosotros mismos. Una vez más, ¿está realmente Cristo en el centro de mi vida?

2.- Para Pablo y Eugenio encontrarse con Cristo significó también recibir una misión. Pablo será el Apóstol de los gentiles, siempre viajando intentando llegar hasta los confines de la tierra para proclamar el Evangelio de Jesús. Eugenio, aún queriendo abrazar la tierra entera, se dedicará a los más abandonados de su región natal. Como obispo nos enseña que hay que buscar siempre a quienes el anuncio del Evangelio no ha llegado todavía y que quizás están viviendo cerca de nosotros. Pablo y Eugenio nos enseñan que nuestra misión es estar siempre en salida, buscando a los más abandonados, intentándolo todo para anunciar el Evangelio a los más pobres. Nos enseñan a escuchar los gritos de los pobres y los gritos de la Iglesia, los gritos también de nuestra Madre tierra. Decimos que somos misioneros y que todo lo que hacemos está orientado a la misión. Me pregunto y os pregunto:  ¿están realmente las necesidades de salvación y liberación de los pobres en el centro de nuestras actividades, de nuestros planes de presente y futuro? Me pregunto y os pregunto : ¿Están realmente lo pobres en el centro de nuestra misión?

3.- Al encontrarse con Cristo Pablo descubre su presencia en la comunidad de sus seguidores: Aun a riesgo de perder su vida será creador de nuevas comunidades. Eugenio por amor a Cristo y su Iglesia siente también la llamada de ser padre de una nueva comunidad religiosa que a su vez engendrará nuevas comunidades cristianas. En la comunidad de Pablo y en la de san Eugenio, Cristo está en el centro generando una comunión misionera que hace vivir y proclamar el Evangelio. Pablo y Eugenio saben que la caridad es la expresión de la comunión misionera donde se hace presente la misma vida Trinitaria.

Al hacer memoria de los inicios de la primera comunidad en Aix. hacemos memoria de sus primeros pasos, vividos en humildad y pobreza. ¿Cómo fue posible que este pequeño grupo sobreviviera a tantas dificultades? El secreto es que fueron aprendiendo a amarse. El deseo de ser otros Cristo les hizo aprender a amar al otro como Cristo lo ama. Por eso se ayudaban mutuamente a ser cada vez más santos. Repetimos muchas veces las palabras de lo que consideramos el testamento de san Eugenio: entre vosotros caridad y celo, comunión misionera. Se dice en nuestras Constituciones que para perseverar tenemos que ayudar al otro a alcanzar alegría y plenitud en su vocación y en su misión. Me pregunto y os pregunto : ¿Me estoy esforzando para que mis hermanos de comunidad encuentren alegría y gozo en su vocación y en su misión?   ¿Están los hermanos de comunidad en el centro de mis relaciones humanas?

Queridos hermanos. Peregrinamos con esperanza en comunión en esta época que nos presenta unos retos estremecedores: las guerras, las injusticias, la degradación del planeta, las divisiones, los abusos de todo tipo, etc. no nos dejan indiferentes. Tiempos difíciles, un cambio de época. Hoy la liturgia y nuestros recuerdos de familia nos invitan a abrirnos a la conversión como respuesta a estos desafíos. Dejemos que el Espíritu de Jesús nos trasforme y no enseñe a responder con audacia y con nuestras vidas : ¿está de verdad Cristo en el centro de nuestra vida? ¿están los pobres en el centro de nuestra misión? ¿están los hermanos de comunidad en el centro de mis relaciones?

Que maría Inmaculada, san Eugenio y nuestros Beatos Oblatos intercedan por nosotros para que podamos dar una respuesta semejante a la suya y nos ayuden a continuar nuestra peregrinación hasta encontrarnos con ellos en el cielo. Amén.

Luis Ignacio ALONSO ROIS, OMI
Superior General
Homilía, 25 de enero de 2024