Jonasz LALIK, OMI

El 25 de enero, muy temprano en la mañana, inicié mi viaje hacia Cuba, marcando así el comienzo de mi experiencia misionera. Como Oblato, estoy comprometido por nuestro directorio de formación a vivir un período inicial en una cultura diferente a la mía. Este paso tiene como objetivo prepararnos para servir de manera más efectiva a las personas. Sumergirnos en una cultura desconocida facilita la comprensión de las personas y nos prepara mejor para servir al Pueblo de Dios.

Dentro de mi experiencia misionera, la Provincia de la Asunción me asignó a Cuba. Llegué sin saber qué me esperaba. Aunque había escuchado mucho sobre la situación actual de la iglesia y la sociedad en esta isla, la realidad superó mis expectativas. Durante mis primeros días en La Habana, me dediqué a adaptarme al clima y a descubrir gradualmente la dinámica de las parroquias a las que los Oblatos sirven. Conocí al Padre Ireneusz y al Padre Tomasz, ambos originarios de Polonia, así como al Diácono Juan Carlos, quien también se encuentra en una etapa de misión y proviene de la Provincia de México.

Después de unos días de adaptación y asimilación de la realidad misionera, viajé con la comunidad oblata de La Habana hacia nuestra comunidad en Los Palacios, donde pasaré los próximos seis meses.

En Los Palacios, comparto comunidad con otros dos Oblatos. El Padre Roger, que procede de la Provincia de Estados Unidos, tiene más de 60 años de experiencia misionera en Haití, Colombia y Cuba. También estoy acompañado por el Padre Sheehan, originario de Sri Lanka. Durante mis primeros días, pude familiarizarme con la situación de las parroquias Oblatas en la zona. Los Palacios cuenta con dos parroquias y tres capillas, pero las comunidades son bastante reducidas debido a que muchas personas no pueden asistir a la iglesia por temor a perder sus empleos con el gobierno o han optado por emigrar en busca de una vida mejor. Aquellos que sí asisten muestran una fe profunda y un deseo sincero de construir comunidad, destacándose por su devoción eucarística y mariana.

Hasta ahora, mi experiencia en Cuba ha sido sumamente activa. Aunque llegué con la expectativa de tener tiempo para tomar clases de español antes de asumir responsabilidades en la comunidad, las necesidades de la misión no lo permitieron. Fui inmediatamente incorporado al ministerio. A pesar de mi limitado dominio del español en este momento, la comunidad ha acogido mi presencia con alegría y estoy compartiendo el Evangelio a través de mis palabras y acciones. Mi pastoral incluye predicar el Evangelio, bautizar a niños y visitar a los enfermos. Debido a la carencia de sacerdotes, en varias ocasiones me ha tocado presidir la liturgia de la palabra y dar la comunión.

De hecho, para el Miércoles de Ceniza me pidieron celebrar la liturgia e imponer las cenizas. Fue una experiencia conmovedora al iniciar el camino cuaresmal.

Diácono Jonasz con un grupo en oración.

En resumen, mi tiempo en Cuba hasta ahora ha sido profundamente enriquecedor. He experimentado dificultades en algunas ocasiones, tales como la extrema pobreza y las circunstancias familiares y económicas complejas. Sin embargo, la fe compartida por la gente me llena de esperanza. Su convicción de que Dios está por encima de todo en este mundo me recuerda que, como misionero, estoy llamado a testimoniar la esperanza que Cristo ofrece a través de su sacrificio en la cruz y su resurrección al tercer día.