Nacimiento en San Pedro de Venaco (Córcega), 25 de octubre, 1834
Toma de hábito en Montolivet, 28 de junio, 1856
Oblación en N.-D. de l’Osier, 16 de julio, 1857 (nº 438)
Ordenación sacerdotal en Marsella, 23 de junio, 1859
Muerte en Aix, 29 de noviembre, 1883.

Antonio Battesti nació en San Pedro de Venaco, diócesis de Ajaccio, el 25 de octubre de 1834. Después de provechosos estudios en el seminario menor de Ajaccio y un año de teología en el seminario mayor, comenzó su noviciado en Montolivet, el 28 de junio de 1856 e hizo su oblación en Notre-Dame de l’Osier, el 16 de julio de 1857.

Durante su escolasticado en Montolivet, el padre Mouchette, moderador de los escolásticos, lo juzga siempre positivamente, pero está preocupado por su tendencia al escrúpulo. En sus informes escribe por ejemplo: “1857, muy bueno y muy observante, conciencia estrecha e incómoda; 1858, bueno, observante, con mucho celo en todo, excepto en la lucha contra sus escrúpulos, que es la única dificultad que lo frena; 1859, bueno, observante, sería excelente sin sus escrúpulos. Obedece pero no siempre con bastante sumisión, de ahía que haya perplejidades, locuras a veces, sobre todo para su oficio. Tiene mucho talento, pero es demasiado obstinado en sus opiniones.”

El escolástico es ordenado sacerdote por Mons. de Mazenod el 23 de junio de 1859 y enseña Sagrada Escritura en Montolivet en 1859-1860. De 1861 a 1868, enseña filosofía y luego dogma en el seminario mayor de Ajaccio, donde es al mismo tiempo ecónomo. En la reseña necrológica, el padre Fabre escribió: Ya había en Antonio Battesti “una tendencia muy pronunciada a las sutilezas y a las distinciones escolásticas, lo que le mereció el título de doctor sutil. Esta tendencia natural, nada teñida de orgullo, lo llevaba a un razonar sin fin, a hacer distinciones siempre, a no ceder nunca en un debate. Lo que el buen hermano había estudiado, lo que había aprendido, sobre todo lo que había afirmado en una discusión pasaba a ser en él una idea fija. Ni profesores ni condiscípulos podían hacerle dar su brazo a torcer […] Todo eso fue el principio de la terrible enfermedad que se desarrolló después en él y nos lo quitó quince años antes de su muerte, para internarlo en una casa de salud. El padre Battesti a pesar de eso era amado y estimado por sus hermanos y sus superiores. Se le perdonaba de buen grado su terquedad en los debates, debido a sus talentos extraordinarios y a su grande y tierna piedad”.

En efecto, cada vez más distraído y obstinado, el padre fue enviado a descansar a Vico en 1868 y luego a una casa de salud en Aix de Provenza. Allí murió el 29 de noviembre de 1883. El padre Fabre termina la nota con las dos reflexiones siguientes: “El padre Battesti no careció de humildad en la valoración que hacía de su talento, ni de piedad hacia Dios, ni de caridad hacia al prójimo; al contrario, por eso se hacía perdonar la falta de equilibrio de sus facultades naturales; fue por sus virtudes y no por su sagacidad extraordinaria, como fue agradable a Dios y digno de ser llamado servidor bueno y fiel. A esta reflexión, nos será permitido añadir otra: en la educación del espíritu, el maestro y el discípulo deben abstenerse de poner un interés demasiado exclusivo en el desarrollo de una facultad o en la adquisición de un conocimiento especial. No pudiendo ser universal, el hombre de Dios será, por lo menos, sabiamente equilibrado; evitará con cuidado todo lo que huela a tensión o a excesiva confianza en sí mismo. La lógica es incorruptible, o es irreprochable o no existe, pero el lógico está a menudo en falta, le conviene ser modesto, y así será más exacto y más convincente.”

YVON BEAUDOIN, O.M.I.