1. La fundación
  2. El personal oblato
  3. Relaciones con los obispos y el clero
  4. Los seminaristas
  5. Acontecimientos importantes; expulsión

La fundación

En julio de 1851, Mons. Casimiro A. J. Wicart, obispo de Fréjus de 1845 a 1855, confió la dirección de su seminario mayor a la congregación de los Oblatos. Fundado en 1677, ese seminario había sido cerrado durante la Revolución, cuando se suprimió la diócesis. Con la restauración de la diócesis en 1823, el seminario se abrió en el antiguo edificio construido en 1776 bajo la advocación de la Inmaculada Concepción. Fue entonces cuando Mons. Carlos Alejandro de Richery, obispo de 1823 a 1829, nombró como superior de esa institución al padre Emmanuel Maunier, que formaba parte desde 1816 de la comunidad de los Misioneros de Provenza, y para ello le dispensó de los votos.

Mons. Wicart conocía a Mons. de Mazenod desde su llegada a Fréjus. En la primavera de 1846 Mons. Eugenio de Mazenod le hospedó por varrios días en el obispado de Marsella. Mons. Wicart encontró de nuevo a Mons. de Mazenod con ocasión del concilio provincial de Aix en 1850 y ese mismo año fue en la catedral de Marsella conconsagrante de Mons. Juan Francisco Allard. Se ignora el motivo de su decisión, pero ésta no se tomó de improviso, pues, como escribe el padre Ortolan, Mons. Wicart “aprovechó sus relaciones de vecindad para abogar elocuentemente por la causa de su seminario mayor, que deseaba poner en manos de los Oblatos. Como sus cartas reiteradas no habían obtenido el resultado tan ardientemente deseado, hizo el viaje a Marsella para tratar de viva voz y concluir lo antes posible este asunto”. Se sabe que había escasez de clero en Fréjus y, al parecer, mal espíritu entre los seminaristas. Los Oblatos despidieron a seis alumnos a su llegada en 1851-1852 y a cuatro el año siguiente.

Mons. de Mazenod aceptó con alegría y, a lo que parece, sin consultar a su consejo, esa nueva fundación, toda vez que en el capítulo general de 1850 se habían añadido a la Regla algunos artículos sobre la dirección de los seminarios. Ya en julio anuncia esa nueva al padre Casimiro Aubert en Inglaterra, al padre Tempier, en visita canónica en Canadá, al padre Esteban Semeria en Ceilán y al padre Pascual Ricard en Oregón. Es él mismo quien, el 15 de agosto de 1851, firma el “convenio” con Mons. Wicart, por el que el obispo de Fréjus confía a perpetuidad a los oblatos la dirección de su seminario. Estos dependerán solo del obispo, serán alimentados y hospedados y recibirán un salario que será de 1200 francos mensuales para el superior y de 700 para cada uno de los directores. Por su lado, la Congregación se compromete a proporcionar al menos cinco sacerdotes para la enseñanza y la dirección espiritual y además a ocuparse de la administración financiera, de las admisiones y expulsiones de los seminaristas, etc.

El personal oblato

Seis padres fueron superiores de la casa: Juan José Lagier de 1851 a 1856, Juan José Magnan de 1856 a 1859, Mateo Víctor Balaïn de 1859 hasta su elevación al episcopado en 1877, Santos Rambert de 1877 hasta su muerte en 1889, Juan Corne de 1889 hasta su muerte en 1893, y Eugenio Baffie de 1894 hasta las expulsiones en 1901.

Treinta y cinco padres fueron profesores y directores en los cincuenta años. Como en todas las casas oblatas de entonces, la estadía de ellos no duró, por término medio, más que tres años por persona, e incluso menos, pero el padre Santiago Bonnet permaneció 30 años, el padre Elías Nrmoz, 27, y el padre Esteban E. Chevalier, 20.

Según los informes de los superiores y de los visitadores canónicos, los directores se mostraron desde el principio a la altura de su importante función. En un informe de 1853-1854 escribe el padre Lagier: “Por su parte, los padres han secundado muy bien ese movimiento hacia el bien. Cada cual ha contribuido lo mejor posible con su celo, su regularidad y su buen espíritu. Los ejercicios de la adoración cotidiana al Santísimo y en honor del sagrado corazón de Jesús y del sagrado corazón de María, la salmodia en común, la visita regular al santísimo Sacramento y a la santísima Virgen , los puntos de oración dados de viva voz tres o cuatro veces a la semana por cada uno de los directores por turno, la lectura espiritual acompañada de algunas explicaciones, etc., debieron de contribuir también poderosamente al feliz resultado del que he hablado”.

Tras su visita canónica en 1855, el padre Casimiro Aubert, provincial del Mediodía, añade: “De las conversaciones personales que hemos tenido con los padres de Fréjus, hemos sacado la dulce convicción de que comprenden perfectamente su posición y están a la altura de su vocación , ya como religiosos, ya como directores de seminario… Su buen espíritu, su unión, su piedad y su regularidad son la edificación de los seminaristas…” Lo mismo constata el padre Juan José Magnan en 1857-1858: “Por lo que respecta a la situación, ésta sigue siendo buena y satisfactoria en todos los aspectos. Nuestros padres están en su tarea. Cada uno cumple con cuidado sus deberes de profesor y trata según sus medios de hacer avanzar a los alumnos en la parte de los estudios eclesiásticos que está encargado de enseñarles. Como directores, se esfuerzan en secundar al superior en la obra más difícil de la formación de los seminaristas en la piedad y en las virtudes eclesiásticas…”

Se conservan algunas cartas del Fundador a los directores, en las que los alienta y felicita: “La docilidad de sus alumnos debe atribuirse más todavía a los ejemplos que a las lecciones de usted” (al padre J.B. Berne, 9 de julio y 8 de setiembre de 1852); “Gracias a Dios, ustedes no me causan preocupación en Fréjus” (al p. Adolfo Tortel, 31 de enero de 1854); “La diócesis se aprovechará del beneficio de sus buenas enseñanzas y de sus edificantes ejemplos y Dios le bendecirá por el bien que ha hecho a las almas” (al p. Berne, 5-2-54) , etc. Desde los primeros años de su llegada a Fréjus, el Fundador exigió que los directores pasaran las vacaciones en comunidad y no salieran más que para ir a predicar algunos retiros. Así lo hicieron en adelante. Se sabe, por ejemplo, que de 1873 a 1879 predicaron 18 retiros durante sus vacaciones, y 25 de 1886 a 1892.

En el acta de la visita canónica de mayo de 1859 el padre Casimiro Aubert escribe también: “El estado es satisfactorio, ya por lo que atañe a nuestros padres mismos, ya por lo que respecta a los seminaristas. Los primeros están en general seriamente empeñados en su tarea y cuidan como es debido a sus alumnos tanto respecto a los estudios como respecto a la piedad. La unión y la buena armonía reinan entre ellos así como la fidelidad a sus deberes de regla y la deferencia para con el superior. En cuanto a los alumnos, tienen buena actitud, parecen contentos de sus directores, observan bastante bien el reglamento, están animados de buen espíritu y dan pruebas habituales de una verdadera piedad…”

En su informe al capítulo general de 1873 el provincial del Mediodía habla de cada una de las casas de la provincia y concluye: “Faltan nuestros dos seminarios mayores de Ajaccio y de Fréjus. Inútil señalar aquí la importancia de esas obras y el honor que reportan a la Congregación. Aquellos de nuestros padres que están adscritos a ella comprenden lo que esa tarea exige de dedicación, de piedad, de virtud sólida, de prudencia, de discernimiento y de aplicación al trabajo; lo comprenden y se esfuerzan por realizarlo. Por lo demás, todos aman su posición, a pesar de lo que tiene de austera y penosa. Es de pura justicia rendirles este testimonio. Me complace sobre todo comprobar que los dos superiores de Ajaccio y de Fréjus poseen en sumo grado la confianza de las administraciones episcoipales a las que deben servir” (Missions, 1873, p. 292).

En la correspondencia y en los informes solo se encuentra una vez, en 1888, una queja del obispo, Mons. F. H. de Oury, descontento de que los directores no van a recreo con los alumnos. En la carta pastoral del 19 de agosto de 1901que anuncia la expulsión de los Oblatos, Mons. J. E. Arnaud escribe al contrario: “Al franquear el umbral del seminario de Fréjus, que durante cincuenta años los hospedó, los que estuvieron al frente de su dirección se llevan nuestro pesar, pesar ¡ay! agravado actualmente por la incertidumbre de sus destinos futuros. Se retiran llevándose la estima de nuestros eminentes predecesores que les mostraron, antes que nos, en los cuatro regímenes episcopales que nos han precedido, una confianza indefectible que honra a quienes fueron objeto de ella. Se llevan también el reconocimiento de sus alumnos, que recordarán el beneficio de esa formación clerical que los hizo dignos del importante ministerio que se les ha confiado…” (Missions, 45 (1907) p. 427-428).

Relaciones con los obispos y el clero

No es fácil que una congregación religiosa sea bien aceptada cuando reemplaza al clero diocesano en un seminario mayor. En Fréjus parece que la transición se hizo suavemente en 1851. Es lo que consta en las cartas del Fundador y en varios informes. El padre Lagier escribe en 1853-1854: “La benévola acogida que había como presidido nuestro comienzo, no nos ha faltado ni un solo momento desde entonces. Hasta podemos decir que la estima y el afecto con que no han cesado de honrarnos el digno prelado que nos llamó aquí, así como su excelente cabildo y todo este buen clero de Fréjus, no han hecho más que acrecentarse con el tiempo”. Lo mismo expresan los padres Casimiro Aubert en 1855 y Magnan en 1858: “En cuanto a las relaciones que existen entre nuestros padres y el Sr. obispo, ellas se establecieron con los auspicios más favorables y se mantienen en los mejores términos”; “Las relaciones con el clero y sobre todo con la autoridad diocesana son igualmente satisfactorias”.

En el Capítulo general de 1856 el provincial alaba al primer superior, el padre Lagier, que “introdujo esas tradiciones de piedad, de regularidad y de trabajo que llenaron de gozo al obispo”, pero el mismo año Mons. de Mazenod anuncia a Mons. Jordany, obispo de Fréjus de 1855 a 1876, que retira al superior a causa de las “nubecillas que se han alzado contra nuestro buen Lagier que probablemente se equivocó al expresar demasiado abiertamente su opinión sobre la admisión en los consejos diocesanos de cierto sujeto, por lo demás muy recomendable”. Se atrajo así enemistades que dificultaban la contnuación de su cargo.

El padre Magnan, nombrado superior en 1856, nunca fue del gusto de Mons. Jordany. Hubo que reemplazarlo en 1859. En el acta del consejo general del 26 de setiembre de 1858 se lee esto sobre él: el padre Magnan recibirá “algunas advertencias un poco rigurosas acerca de la negligencia que se le reprocha en el cumplimiento de sus deberes de superior”.

El padre Balaïn, superior de 1859 a 1877, fue muy apreciado por Mons. Jordany. Ambos colaboraron para la construcción de una hermosa capilla en el seminario. Pero surgieron algunas desavenencias en 1871 y sobre todo en 1874. Mons. Jeancard escribe entonces que el obispo, influenciado por su entorno, “expresó acerca de él quejas, sin fundamento pero de tal naturaleza que volvían ya imposibles las relaciones de confianza que deberían siempre darse entre un obispo y el superior de su seminario, miembro de su consejo”. Monseñor le acusaba, entre otras cosas, “de demostrar demasiado interés por la juventud y a veces quizás con cierta parcialidad”. En el consejo general del 17 de junio de 1874 se concluyó que “eso puede ser objeto de una admonición y no de un cambio”. Pronto se arregló todo. Mons. Jordany dio su dimisión en 1876 y Mons. Balaïn fue nombrado obispo de Niza en 1877.

Una carta del padre Chevalier en 1882 nos informa de que hay tensión entre el padre Rambert y Mons. J. S. Terris, obispo de 1876 a 1885. Éste desea confiar “la alta dirección” del seminario a dos canónigos, según las prescripciones del concilio de Trento. Sin embargo, Mons. Wicart había eximido a los Oblatos de esa prescripción. El padre Luis Soullier hizo entonces una visita canónica y se resolvió solicitar un indulto a Roma.

A su llegada a Fréjus, Mons. F. H. Oury, obispo de 1886 a 1890, fue prevenido por su entorno contra al superior. Se le reprochaba no dejar a los alumnos la elección de su director espiritual, haber acondicionado la capilla en forma lujosa, no haber aprobado algunas decisiones del consejo episcopal , etc. El consejo general iba a decidir el remplazo del padre Rambert cuando se enteró de su muerte el 12 de julio de 1889.

El padre Corne, superior desde 1889 hasta 1893, fue siempre muy apreciado por los semimaristas y en buenas relaciones con los obispos, Mons. Oury y luego Mons. Mignot, nombrado en 1890.

El padre Baffie era superior en el momento de la expulsión en 1901. Sus relaciones con los obispos, Mons. Mignot y Mons. Arnaud desde 1900, fueron buenas. En 1893 incluso se ofreció a los Oblatos la dirección de un seminario menor que se quería abrir en Fréjus como complemento del de Brignolles.

Los seminaristas

Al llegar los Oblatos en 1851 el seminario contaba un centenar de alumnos. En su informe al Capítulo general de 1879, el provincial del Mediodía dice que en seis años han sido recibidos 86 nuevos seminaristas y que ha habido 72 ordenaciones. En 1893 quedaban todavía 60 alumnos, a pesar de un descenso sensible de las vocaciones.

Hubo siempre, a lo que parece, satisfacción sobre la enseñanza de los profesores; pero éstos se quejaron a veces del poco interés de los seminaristas en el estudio. En su acta de visita de 1855 el padre Aubert escribía: “El seminario mayor de Fréjus marcha muy bien, tanto en los estudios como en la piedad y, desde el poco tiempo que los nuestros llevan el cargo del mismo, se ha obrado una mejoría notable en todos los aspectos”. En 1858 el padre Magnan hace esta observación: “El celo por el estudio deja algo que desear, y habría que tomar ciertas medidas para hacer que nuestros seminaristas comprendan su obligación en este campo y para obtener de parte de ellos mayor aplicación y consiguientemente un grado algo más elevado de ciencia eclesiástica”. Cuando hace su visita canónica en 1866, el padre Augier constata también que los estudios son flojos; lo atribuye “a la flojedad de los estudios clásicos hechos en ambos seminarios menores” (Brignolles y Grasse).

Las apreciaciones relativas a la formación espiritual y al espíritu eclesiástico son más halagüeñas. En un informe de 1853-1854 el padre Lagier escribe: “El movimiento por el bien y por la piedad se ha desarrollado con fuerza. El espíritu de unión, de regularidad y de paz se ha manifestado con brillo”. Iguales reflexiones hace el padre Magnan en 1857-1858: “Por su parte, estos jóvenes corresponden por lo general con bastante fidelidad a los cuidados que se les dan en el seminario… En conjunto, hay de su parte puntualidad para seguir el reglamento de la casa y asiduidad en las prácticas de la piedad cristiana y sacerdotal. Cierto número de ellos están más avanzados y se muestran animados de verdadero fervor”.

Hubo una flexión en 1888, cuando se acusaba al padre Rambert de ser demasiado severo y de no aprobar ciertos nombramientos hechos por el obispo. Se lee en el acta del consejo general del 5 de junio de 1888: “Los alumnos se rebelan contra la autoridad. En la puerta del superior se fijó un cartel injurioso que indicaba que saldría el superior y con él todos los Oblatos. Imposible actuar con rigor, imposible dar a conocer el hecho al obispo; respondería: vuestros alumnos os tratan como vosotros mismos me tratáis, pues está convencido de que los padres le hacen oposición”.

Casi cada año predicaba el retiro anual un Oblato. Otros predicaron también el retiro pastoral (p. e., el padre Ambrosio Vincens en 1856 y el padre Marco Antonio Sardou en 1862) o la cuaresma en la catedral (p. e., en 1868, 1886 y 1898) y así mismo misiones en la diócesis (p. e., en Belgentier en 1891, en Fréjus en 1898, etc.). Unos quice seminaristas o jóvenes diocesanos entraron entonces en la Congregación.

Acontecimientos importantes; expulsión

El padre José Fabre, superior general, hizo algunas visitas a Fréjus; son conocidas las de 1863, 1869 y 1886. El 25 de enero de 1866 se celebró solemnemente en el seminario, en presencia de Mons. Jordany y de Mons. Jeancard, el 50º aniversario de la fundación de la Congregación. Durante la guerra de 1870 los seminaristas fueron mandados a sus familias y el seminario fue ocupado por el ejército. En 1876 se recibió con gran pompa al nuevo obispo Mons. Terris, amigo y condiscípulo del padre Carlos Baret y bien conocido de los Oblatos en Notre-Dame de Lumières.

Cuando las expulsiones de 1880, el gobierno francés quería sobre todo quitar la enseñanza a los religiosos y religiosas. Por carta del 4 de octubre de 1880 el ministro del culto pidió a Mons. Terris que confiara el seminario al clero diocesano. El siguiente 20 de octubre el prefecto de Var firmaba un “decreto de disolución” de la comunidad de los Oblatos del seminario. Estos respondieron el 30 de octubre que forman parte del clero diocesano por indulto de secularización del papa. El 1 de diciembre el prefecto hizo saber al padre Rambert que la aplicación del decreto de disolución se aplazaba y que los directores podían continuar su tarea.

Las decisiones del gobierno en 1901-1903 fueron mucho más graves. Se sabe que el 14 de noviembre de 1809 Waldeck-Rousseau, primer ministro y ministro del culto, había presentado un proyecto de ley acerca de las asociaciones y las congregaciones religiosas. La ley fue adoptada el 1 de julio de 1901: las congregaciones formadas sin autorización del gobierno serían declaradas ilícitas si no pedían lo antes posible esa autorización, que fue rehusada en 1903. En Fréjus los acontecimientos se habían precipitado. Waldeck-Rousseau escribió al obispo el 14 de enero de 1901. Le decía que todavía dirigían el seminario religiosos, y que había que cortar cuanto antes ese abuso, si no, el gobierno se hallaría “en la obligación de volver a tomar el inmueble comunal afectado al seminario mayor”. El obispo era entonces Mons. A. J. Arnaud. El prelado respondió el 29 de marzo. Afirmó que el seminario estaba dirigido por tres ex oblatos secularizados en 1880 y por otros tres jóvenes religiosos. Añadía: “Para entrar en las miras del gobierno, para no meterme en un lío inextricable y no provocar con un cambio brusco y radical demasiadas recriminaciones en la diócesis, solicito de su bondad, Señor Ministro, la autorización para conservar en mi seminario solo a dos de los tres antiguos directores incorporados y secularizados desde 1880. La colaboración de estos dos señores, envejecidos por veinticinco años de enseñanza en la casa, que por otro lado tienen una conducta intachable ante la autoridad civil como ante la autoridad eclesiástica, y son considerados como pertenecientes a mi clero por su inamovilidad desde hace un cuarto de siglo, me sería un elemento indispensable para la fusión del nuevo régimen. Me reservo el agregarles, al recomenzar los cursos, algunos sacerdotes en cuanto pueda permitírmelo la extrema penuria de personal que me pone en la penosa necesidad de dejar unos veinte puestos sin titulares…”

Eso fue lo que se hizo, aprobado por el gobierno y anunciado oficialmente en una larga carta pastoral fechada el 19 de agosto de 1901. La dirección del seminario se confiaba al clero diocesano. Los padres Bonnet y Nemoz continuaron enseñando hasta 1906. Los otros Oblatos dejaron el seminario por decisión del gobierno. El obispo lo afirmaba claramente en su pastoral: “¡Qué grato nos sería poder seguir utilizando la experiencia de los piadosos y doctos religiosos a los que nuestro venerable predecesor había confiado la dirección del seminario de Fréjus! Circunstancias imperiosas e independientes de nuestra voluntad, como de la de ellos, no permiten que continúen dándonos su precioso concurso. Si no hemos podido apreciarlo más que por poco tiempo en medio de la familia clerical que desde hace dos años es la nuestra, por lo menos hemos visto en la obra durante largos años la dedicación de estos maestros distinguidos en Marsella, nuestra diócesis de origen, donde nos mismo hemos tenido la suerte de haber sido formado por los hijos de Mons. de Mazenod y de haber recibido la imposición de manos de ese prelado, quien, con una benevolencia cuyo recuerdo solo se extinguirá con nuestra vida, se había dignado admitirnos junto a su augusta persona, asociándonos en nuestra juventud sacerdotal al ministerio parroquial en su catedral…” (Missions, 1907, p. 409. 427-428).

YVON BEAUDOIN, O.M.I.