Nació en Talencieux (Ardèche) el 14 de setiembre de 1837
Tomó el hábito en N.-D. de l’Osier el 18 de marzo de 1859
Profesó en Montolivet el 27 de mayo de 1860 (nº 514)
Fue ordenado sacerdote en Autun el 26 de julio de 1864
Murió en Aix el 31 de enero de 1866.

Luis Pedro Frigère nació en Talencieux, diócesis de Viviers, el 14 de setiembre de 1837. Tras unos meses de filoosofía en el seminario de Viviers comenzó el noviciado en Notre-Dame de l’Osier el 18 de marzo de 1859. El maestro de novicios, padre Vandenberghe le juzga siempre positivamente: “mucha piedad”, “muy bueno, virtuooso y entregado”, “capaz, buen espíritu, bastante generoso”; lamenta sin embargo que ese novicio tenga “una salud no muy robusta” y cree percibir en él “un poco de suficiencia”.

Enviado a Marsella al fin de su primer año de noviciado, hace la oblación ante Mons. de Mazenod el 27 de mayo de 1860. Poco después de su oblación es aquejado de violentas expectoraciones de sangre. Se cree en peligro su vida y se le envía a reposar con su familia. Vuelve al sur en el otoño de 1860 y es enviado a Notre-Dame de Lumières donde reside hasta la primavera de 1863. Aparenta entonces bastante bien para continuar los estudios en el escolasticado de Autun, donde es ordenado sacerdote por Mons. Faraud el 26 de julio de 1864. La enfermedad prosigue luego su curso. El padre pasa el invierno de 1864-1865 en Notre-Dame de Lumières, y el verano de 1865 en Notre-Dame de l’Osier, luego va a pasar sus ultimos meses en Aix, donde fallece el 31 de enero de 1866. El padre Rambert, entonces superior en Aix, anuncia la noticia al padre Fabre el 1 de febrero y añade: “Mueió con esa muerte dulce y serena que es la muerte de los predestinados y que es como el privilegio de los Oblatos de María fieles hasta el fin. Desde casi diez días nuestro muy querido enfermo sufría mucho más que de ordinario. La muerte parecía inminente. Los pulmones ya casi no funcionaban. Tenía extrema dificultad para respirar; siempre al borde de la asfixia, aspiraba el aire con esfuerzos que le hacían dar gritos […] Ninguno de los consuelos de la religión y de la vida de familia le fue rehusado. Recibió con pleno conocimiento los últimos sacramentos y la indulgencia plenaria in articulo mortis…”

YVON BEAUDOIN, O.M.I.