Papa de 1831 a 1846

Bartolomé Alberto Cappellari nació en Belluno, Venecia, el 18 de setiembre de 1765. A los 18 años entró en los Eremitas Camaldulenses y tomó el nombre de Dom Mauro. Fue abad, procurador general y vicario general en su orden antes de ser creado cardenal el 13 de marzo de 1826 y luego nombrado prefecto de la Congregación de Propaganda. El 2 de febrero de 1831, tras un cónclave de 50 días, fue elgido papa y tomó el nombre de Gregorio XVI. Dio impulso a las misiones católicas; en sus Estados romanos, luchó por mantener su autoridad temporal. Hizo importantes reformas administrativas, judiciales, financieras y económicas. Murió el 1 de junio de 1846.

Mons. de Mazenod menciona a Gregorio XVI como unas 150 veces en sus cartas y en su Diario. Le escribió al menos 20 cartas y fue recibido por él en audiencia privada cinco veces: cuatro en 1832-1833 con ocasión del asunto de Icosia (cf. artículo Icosia) y el 16 de julio de 1845, en su viaje a Roma para bendecir el matrimonio de su sobrina Cesárea de Boisgelin con el marqués Carlos de Damas.

El padre de Mazenod estaba en Roma en 1826 cuando dom Mauro fue preconizado cardenal y asistió el 16 de marzo al consistorio público en el que el papa León XII dio el capelo de cardenal al padre Micara, general de los Capuchinos y a dom Mauro Cappellari, abad de los Camaldulenses.

Desde Billens en Suiza, donde estaba en reposo en setiembre de 1831, el padre de Mazenod felicitó al Papa en nombre de los Oblatos por su elección y le pidió que confirmara la aprobación de la Congregación dada por León XII y Pío VIII. El Papa respondió el 10 de diciembre de 1831 en un rescripto que se conserva en los archivos generales. Conservamos en los archivos los originales de otros dos rescriptos del Papa, uno del 18 de diciembre de 1839 en el que Gregorio XVI da gracias a Mons. de Mazenod por los detalles que da sobre la muerte del cardenal de Latil, muerto en Gémenos cerca de Marsella el 1 de diciembre anterior; el otro, fechado el 2 de agosto de 1845, en que el Papa agradece al obispo de Marsella su carta del 8 de julio en defensa de las congregaciones religiosas y de los Jesuitas.

Las cartas de Mons. de Mazenod a Gregorio XVI tratan de varias cuestiones: asunto de Icosia en 1832-1836, denuncia de malos sacerdotes (Jonjon, Jonquier en 1835-1836, Rosatini en 1844), súplicas para oficios propios de los oblatos en 1832 y para obtener el escapulario de la Inmaculada Concepción en 1837-1838, la definición del dogma de la Inmaculada Concepción en 1842, la aprobación de los cánones de los Capítulos generales a principios de 1846, etc.

Varias veces Mons. de Mazenod expone que el Papa le llamó a Roma en 1833 para protegerlo de los ataques y de las amenazas de las autoridades políticas de Marsella y de París; entonces el Papa le propuso que se quedara en Roma y le ofreció “abrirle las carreras de la corte pontificia” (Pastoral de 9 de junio de 1846 y carta a Mons. Baillès, obispo de Luçon el 30 de enero de 1856). En mayo de 1838 Mons. Guibert, obispo de Viviers, fue recibido en audiencia por el Papa que le “habló largo y tendido sobre el celo del obispo de Marsella; y no disimuló la estima que sentía por él” (Diario, 18-5-38).

Cuando murió Gregorio XVI, Mons. de Mazenod escribe en su Diario, el 5 de junio de 1846: “Terrible noticia de la muerte inesperada del papa Gregorio XVI. Carta de Mons. Isoard que me lo anuncia en estos términos: “Tras algunos días de una enfermedad que daba inquietudes más por la edad del enfermo que por su gravedad, esta mañana (1 de junio) a las 9, nuestro Santo Padre el Papa rindió su alma a Dios. Usted sabe cuánta amistad me tenía este excelente Pontífice. Por eso estoy muy afligido, pero estoy mucho más preocupado por las graves circunstancias en que sucede este gran acontecimiento. Jamás estuvieron tan mal dispuestos los espíritus. Esta noche una estafeta ha anunciado el descubrimiento de una conspiración en Ancona; pero Dios vela; yo tengo plena confianza en él y creo firmemente que hará salir de lo desconocido al hombre idóneo para las circunstancias. ¡Qué gran pontificado! ¡Un hombre grande puede hacerse con la ayuda de Dios! No hay duda. Pero ¿cómo encontrar a ese gran hombre? Dios lo formará si no existe”

YVON BEAUDOIN, O.M.I.