Nació en Gardanne (Bouches-du-Rhône) el 25 de febrero de 1809
Tomó el hábito en N.-D. du Laus el 6 de enero de 1832
Profesó en N.-D. du Laus el 6 de enero de 1833
Fue ordenado en Marsella el 6 de abril de 1833
Fue expulsado el 7 de mayo de 1837.

Marcelino, casi siempre llamado así por los oblatos, nació en Gardanne, diócesis de Aix el 25 de febrero de 1809. Después de su seminario hizo el noviciado en Notre-Dame du Laus del 6 de enero de 1832 al 6 de enero de 1833. Mons. Eugenio de Mazenod, obispo de Icosia, le ordenó sacerdote en Marsella el 6 de abril de 1833.

Marcelino recibió la primera obediencia para el Calvario, donde quedó algunos meses “sin hacer absolutamente nada” (Registro de las expulsiones). Desde Roma el Fundador escribe al padre Tempier el 29 de octubre de 1833: “Que se tenga cuidado de no desanimar a Marcelino; no hay que hacerle sentir demasiado su mediocridad; se le volvería incapaz para todo; tiene buenas cualidades, que se le ponga en condiciones de utilizarlas”.

En el otoño de 1833 es enviado a Aix “donde, por su atolondramiento y su inconsideración, habría terminado comprometiéndose en el hospital en materia muy delicada”. Entonces se le vuelve a llamar al Calvario bajo la dirección del padre Casimiro Aubert, maestro de novicios y director de los padres jóvenes. En su informe del 20 de abril de 1834 éste escribe que los padres Dassy y Marcelino han aprovechado del medio retiro al que se les sometió.: “el padre Marcelino, poco formado todavía en la vida religiosa, tenía verdadera necesidad de semejante circunstancia para adquirir lo que le faltaba. Se ha hecho bastante bien a la vida apacible y escondida que se lleva en el interior de las comunidades. Ha adquirido cierta idea del recogimiento y de la modestia; y ha comprendido que había virtud en practicarlos; pero sobre todo se ha corregido mucho acerca de sus pretensiones de hombre instruido y acerca del amor propio”.

Los novicios y el padre Aubert son enviados a Notre-Dame du Laus en setiembre de 1835 y el padre Maecelino los sigue. Se ocupa de los peregrinos. En enero de 1836 participa en la misión de La Faurie donde pasa “días enteros de mal humor”. Va también a la misión de Fontvieille en enero de 1837. Allí se comporta indignamente, “humillado al parecer al verse eclipasdo por los padres Mille y Cuynat… Esta conducta, escribe el Fundador en su diario el 7 de febrero, no es propia para que se olvide la que había tenido en Notre-Dame du Laus donde sus quejas y su poca regularidad , unidas a su falta habitual de virtudes le habrían merecido ya la expulsión. La opinión que de sí ha dejado durante esta última misión no es como para darme mucha seguridad sobre él. El padre Marcelino, me escriben, se portó indignamente los primeros días y no ha reparado su falta; no se confesó en todo el tiempo de la misión ni con el padre Cuynat ni con el padre Mille. Su conducta es la de un hombre a quien la conciencia ya no le habla. Es una persona que no tiene virtudes y nunca responderá a la idea de un verdadero misionero”.

El 13 de febrero siguiiente Mons. de Mazenod ofrece de nuevo una reflexión sobre esa conducta: Hay nuevos detalles sobre la misión fe Fontvieille. “Menos haría falta para expulsar a un sujeto que se ha mostrado tan tonto, tan orgulloso, tan poco devoto, tan desobediente y que ofrece tan pocasesperanzas de enmienda. La verdad es que no se le habría debido admitir nunca a la profesión. Nunca me ha dado un momento de consuelo, y los temores que empecé a concebir desde que tuve ocasión de conocerlo se realizan con creces y hace tiempo que me preocupan. Este pobre sujeto hizo el noviciado en Laus. Los maestros de novicios nunca pondrán excesiva atención para evitar dejarse engañar por las apariencias. Uno puede equivocarse durante unos meses, pero en un año, si uno vigila atentamente a aquellos que tiene bajo su dirección y de los que debe ser garante al presentarlos al superior general que a menudo no los conoce en absoluto, es imposible que no se esté perfectamente en condiciones de juzgar el valor real del sujeto. Cuántos lamentos tardíos se ahorrarían…”

Después de la misión de Fontvieille donde desobedeció al padre Mille, su superior, el padre Marcelino recibe la obediencia para Aix. Tras unos días en esa casa, escribe al Fundador para expresarle su extrañeza por no ser destinado para alguna misión y pide ser retirado de esa casa “donde no está a gusto porque nunca le ha agradado esa ciudad”. Unos días después el padre Magnan envía una carta “abrumadora contra el padre Marcelino al que denuncia como falso hermano. Un enemigo declarado no hablaría peor de nuestra Congregación, anota el Fundador en su diario el 4 de marzo. El padre Magnan juzga muy bien a ese extraño bribón, su carta servirá para el proceso, es decir que la pondré a la vista del consejo cuando se trate dentro de poco de expulsar a ese mal suje to de la familia a la que nunca brindó más que inquietud y pesar”.

El consejo general convocado el 7 de marzo de 1837 decidió por unanimidad la expulsión del padre Marcelino. Los motivos alegados en el acta de expulsión son muchos y graves. En su Diario de ese día Mons. de Mazenod comenta así el tema: “Habiendo puesto a la vista del consejo todos los hechos que habían llegado a mi conocimiento y el conjunto del comportamiento del padre Grognard desde el tiempo de su sdmisión entre nosotros hasta hoy, se ha llegado a la decisión unánime de que ese individuo debía ser expulsado de la Congregación. No es éste el lugar de enumerar las quejas que han dado fundamento a esta decisión. Se le ha juzgado incapaz de hacer bien en la sociedad, nocivo a los miembros y al cuerpo de la Congregación y del todo indigno de que se le aguante más tiempo en su seno. Los pareceres de los padres Hermitte y Gignoux, las cartas de los padres Mille, Courtès y Magnan y la opinión motivada de la mayoría de quienes han convivido con él en diversas casas o que han dado misiones con él, a los que se ha consultado, llevan a la convicción infalible de la necesidad de separar ese miembro dislocado, que ni siquiera se había identificado nunca francamente con nosotros, del cuerpo al que ha molestado constantemente y al que nunca ha consolado, aliviado o sarisfecho en nada. La consecuencia de la decisión del consejo será forzosamente la dispensa que ha merecido sobradamente”.

El abate Grognard, por recomendación de Mons. de Mazenod, fue luego colocado en una parroquia de Aix, su diócesis de origen.

YVON BEAUDOIN, O.M.I.