1. El Padre Eugenio de Mazenod fue nombrado Obispo de Icosia en 1832.
  2. Problemas con el Gobierno francés
  3. Reconciliación (1835-1836)

El Padre Eugenio de Mazenod fue nombrado Obispo de Icosia en 1832.
Inmediatamente después de la Revolución de Julio de 1830, se formaron muchos consejos municipales con individuos que no simpatizaban con el clero o la religión católica en general, solicitando la supresión de las sedes Episcopales en sus localidades. La ciudad de Marsella era notoria por su celo anti-clerical. De hecho, el 23 de diciembre de 1830, el oficial a cargo del cuartel militar solicitó la supresión de la sede por cuestiones económicas. El Consejo General departamental hizo oficial tal solicitud al aprobarla, el 16 de mayo de 1831.

El clero y los fieles firmaron una petición para conservar la sede. El Obispo Fortuné de Mazenod informó al Santo Padre sobre la situación el 10 de julio de 1831. Los temores del obispo se intensificaron, cuando el 15 de febrero de 1832 se presentó en el parlamento la supresión de varias diócesis. El Obispo Fortuné escribió nuevamente a Gregorio XVI el 11 de marzo. En su carta describe la situación crítica de la Iglesia en Francia y expresa el deseo de asegurar el bienestar espiritual de los fieles. Sintiéndose cercano a la muerte, deseaba asegurar su sucesión de alguna forma. Sabía que el Gobierno no aceptaría el nombramiento de un obispo coadjutor, por lo que sugirió se le diera un auxiliar, un obispo in partibus, proponiendo el nombre del Padre Eugenio de Mazenod.

Para evitar la censura de la oficina postal, el Obispo Fortuné envió al Padre Tempier a Roma para entregar la carta. El mensajero fue recibido por el Papa el 20 de mayo y de nuevo el 19 de junio de 1832. En la segunda audiencia, el Papa dijo al Padre Tempier que había encomendado el asunto al Arzobispo Frezza, secretario de la Congregación para Asuntos Eclesiásticos, a quien le recomendó contactar. El Arzobispo Frezza recibió al Padre Tempier tres días después y le dio a entender que se evitarían muchas dificultades si el Padre de Mazenod fuera a Roma para su ordenación como obispo. El Padre Tempier escribió al Arzobispo Frezza el 24 de junio, comentando que no veía razón por la que el candidato no pudiera ir a Roma. El 10 de julio se redactó una respuesta al Obispo Fortuné de Mazenod, indicando que el Santo Padre utilizaría cualquier medio necesario y oportuno para asegurar el éxito del plan.

Al enterarse de la necesidad de ir a Roma, el Padre de Mazenod decidió hacerlo a través de Suiza para evitar sospecha del Gobierno, llegando a la Ciudad Eterna poco después del 15 de agosto de 1832. Mientras tanto, durante una tercera audiencia que Gregorio XVI concedió al Padre Tempier, se eliminó un impedimento de las Constituciones, que decía que un Oblato no podría convertirse en obispo a menos que se lo ordenara el Papa expresamente. El proceso informativo requerido se inició en presencia del Arzobispo Frezza, con el Padre Tempier como único testigo.

Gregorio XVI recibió al Padre de Mazenod el 27 de agosto, expresándole su punto de vista sobre el asunto. Deseaba proceder con el nombramiento. En audiciencia concedida al secretario de Propaganda el 30 de septiembre, el Papa aprobó el plan de nombrar al Padre de Mazenod como visitador en Túnez y Trípoli. El Papa consideró que hacerlo a través de Propaganda sería lo mejor y lo que menos causaría problemas con el Gobierno francés. Al día siguiente, 1° de octubre, lo que era inusualmente apresurado, el Papa firmó dos decretos: uno elevando al Padre de Mazenod al episcopado con el título de Icosia in partibus, y el otro nombrándolo visitador apostólico en Túnez y Trípoli, seguido el mismo día por el decreto de Propaganda. La razón para el nombramiento como visitador apostólico fue que siendo residente de Marsella, el nuevo obispo podría fácilmente encontrar la ocasión para viajar a África.

Así, el nuevo obispo se convirtió en obispo titular de Icosia (actualmente Algeria, en África del Norte), y Visitador Apostólico de Túnez y Trípoli, permaneciendo al mismo tiempo como Vicario General de Marsella. Su ordenación episcopal se realizó en la iglesia de San Silvestro, cerca del palacio Quirinal, el 14 de octubre de 1832. El prelado ordenante fue el Cardenal Odescalchi, Prefecto de la Congregación de Obispos y Regulares y los co-consagrantes fueron el Arzobispo Falconieri de Ravenna y el Arzobispo Frezza, secretario de la Congregación para Asuntos Eclesiásticos. Gregorio XVI recibió al nuevo obispo el 24 de octubre, diciéndole en forma específica que su puesto como Visitador Apostólico no le obligaba a residir en África.

Problemas con el Gobierno francés
El Obispo de Mazenod volvió a Marsella a principios de noviembre y fue recibido cálidamente tanto por los fieles como por las autoridades civiles. Thomas, el prefecto, le abrazó y felicitó. Sin embargo, en cuanto el Gobierno fue informado, presentaron una queja ante el Secretariado de Estado Vaticano y con el Obispo Fortuné, refiriéndose al decreto imperial de 1808, que prohibía que cualquier francés aceptara un nombramiento como obispo titular (in partibus), sin la autorización del Gobierno. El Secretariado de Estado respondió que la solicitud del decreto antes mencionado fue visto por el Santo Padre como “una restricción a los poderes espirituales de la Santa Sede”, agregando además que por el momento el obispo de Icosia evitaría ir a Túnez y Trípoli. El Gobierno entonces recurrió a utilizar informacion calumniosa aportada por el prefecto Thomas y continuó refiriéndose al decreto imperial de 1808. Acusaron al Obispo de Mazenod de políticas anti-gubernamentales. Incluso apelaron al decreto, al menos en parte, prohibiendo al Obispo de Icosia ejercer sus funciones como Vicario general y presionando a la Santa Sede para retirar al Obispo de Mazenod de Marsella y llevarlo a Roma. Partió hacia Roma sin saber por qué había sido llamado. A su llegada el 16 de agosto de 1833, fue de inmediato a visitar al Arzobispo Frezza, quien le pidió ver al Cardenal Bernett, Secretario de Estado, quien le explicaría todo lo sucedido. La respuesta del Cardenal el 24 de agosto, fue que no tenía nada que decir. El Obispo de Mazenod logró ver al Papa el 28 de agosto y de nuevo fue a ver al Cardenal Bernetti y al Arzobispo Frezza, quienes le dijeron que el Gobierno francés le acusaba de ser el líder en Marsella de la oposicion a Luis Felipe. Elaboró un memoir en el que refutaba las acusaciones y declaraba que sería fácil probar que las calumnias eran infundadas. No tuvo dificultad para convencer al Papa y los Cardenales de su inocencia.

Continuaba el problema principal: su nombramiento al episcopado sin la aprobación del Gobierno. El Papa no se rindió y ni siquiera lo mencionó durante la visita del Obispo de Mazenod a Roma y contrario a las expectativas del Gobierno, permitió que el Obispo de Mazenod volviera a Francia para que pudiera justificar su conducta ante el Gobierno, que estaba contrariado y amenazó con aplicar de inmediato el decreto de Napoléon de 1808. Ante las declaraciones de la Santa Sede, el Gobierno trató de convencer al Obispo de Icosia de retirarse a Aix y continuó sus amenazas. Persistieron en su decisión de suprimir la diócesis y en todas las actividades anti-religiosas. Finalmente, en septiembre de 1834, cancelaron la ciudadanía francesa del Obispo de Mazenod y en consecuencia, todos los derechos asociados a ella.

Obligado por las limitaciones que le imponía la ley y puesto que no podía esperar una respuesta de Roma, el Obispo de Mazenod llevó el asunto a los tribunales. Los competentes abogados le aseguraron que ganaría el caso. Sin embargo, el Secretariado de Estado y el Papa fueron influenciados por el entonces chargé d’affaires en París, el Obispo Garibaldi. Luego de varios meses de indecisión, declararon que no aprobaban su recurso ante la corte ni la iniciativa del Obispo Fortuné de obtener el apoyo de los obispos de Francia. Sin embargo, continuaron defendiendo al Obispo ante el Gobierno. En cuanto fue informado de los deseos del Santo Padre, el Obispo de Mazenod se apresuró a informar al Ministerio para culto, que por respeto a los deseos del Papa y el interés por la paz, abandonaría su apelación y aceptaría las consecuenicas del decreto imperial. Se retiró al noviciado en Notre-Dame de l’Osier, esperando su expulsión de Francia en cualquier momento. El 19 de noviembre escribió al Cardenal Bernetti diciendo que ni las ventajas que se obtendrían por su apelación en la corte ni la inconveniencia para la que se preparaba, le permitirían dudar ni por un momento que era la voluntad del Santo Padre o incluso un simple deseo expresado por el dirigente de la Iglesia.

Reconciliación (1835-1836)
La reconciliación con el Gobierno se explica por las circunstancias que obligaron a Luis Felipe a avanzar con la Iglesia y en forma particular por la intervención del Padre Guibert y su gran diplomacia al tratar con todos los involucrados: el rey, la reina, los ministros, los militares, el prefecto, etc. Como Superior del seminario en Ajaccio, Córcega, realizaba visitas frecuentes a París para obtener los subsidios para dicha institución. El 11 de agosto de 1835 obtuvo una audiencia con el rey y le solicitó que en aras de la paz religiosa en Francia, regularizara la situación del Obispo de Icosia. El rey simpatizó con él. El Padre Guibert se acercó también al Ministro de Culto y le convenció de la mala intención del prefecto Thomas quien denunciara al Obispo de Icosia en París, mientras le mostraba amistad en Marsella. El ministro deseaba ciertas garantías de parte del Obispo de Icosia y el Padre Guibert sugirió se le nombrara obispo de alguna diócesis o coadjutor de Marsella, en cuyo caso se vería obligado a jurar lealtad al rey.

Al Padre Guibert no le fue difícil convencer al Obispo Fortuné, aunque el obstáculo para la reconciliación con el Gobierno era el mismo Obispo de Icosia, quien se rehusaba a considerar cualquier cosa que se viera como admitir haber hecho algo ilegal. Rechazó por completo la idea de ser obispo de alguna diócesis o coadjutor. Solo cedió cuando le llamaron la atención los Padres Guibert, Tempier y el Obispo Fortuné. Por fin escribió al rey el 24 de agosto de 1835 y al Ministro de Culto el 15 de septiembre. El Ministro solicitó al rey reinstaurar los derechos de Eugenio de Mazenod como ciudadano, por lo que el 25 de diciembre de 1834, el Gobierno declaraba a través de un escrito a Eugenio de Mazenod como Obispo titular de Icosia. Salió hacia París, donde fue recibido con cordialidad el 25 de enero de 1836 y realizó su juramento ante el rey como obispo titular. La cuestión de Icosia, que tanto sufrimiento había causado al Obispo de Mazenod, por fin llegaba a su fin.

Angelo Mitri, o.m.i.