1. El Fundador
  2. La Regla
  3. Los Capítulos Generales
  4. Los Superiores Generales
  5. Prácticas Y Costumbres
  6. Predicación Y Publicaciones
  7. Después Del Vaticano II

La devoción a San José en la Congregación ha seguido el progreso de este culto en la Iglesia e incluso a veces lo ha hecho avanzar: “Si la devoción a San José, según el testimonio de Benedicto XV, se ha desarrollado progresivamente desde hace medio siglo, no conviene que nuestra Familia que se ha adelantado a este movimiento, se quede ahora atrás” [1]. El impulso venía de arriba, pues esta devoción ocupaba un lugar importante en la piedad personal del Fundador y en sus directrices a la Congregación.

EL FUNDADOR

Por más que lo diga el P. Eugenio Baffie [2], no se hallan huellas de esta devoción en Eugenio de Mazenod “desde sus más tiernos años”. Tales manifestaciones de piedad y de confianza aparecerán más tarde. Parece que hay que conectar esta devoción con su visión de la Iglesia, fruto de la Sangre de Jesús, visión que desborda el marco de la Iglesia terrestre y le hace entrar en comunión incesante con la Iglesia del cielo. De ahí su profunda devoción a los santos, especialmente a María Inmaculada e, “inmediatamente después de la Santísima Virgen, escribe el P. Rambert, San José ocupaba el primer lugar en su corazón” [3].

Una carta al P. Eugenio Guigues nos revela el fondo del pensamiento del Fundador sobre San José: “Creo que su alma es más excelente que todas las inteligencias celestes, por encima de las cuales está sin duda en el cielo. En esa morada deliciosa, Jesucristo, María y José son tan inseparables como lo eran en la tierra. Creo estas cosas con la fe más segura, es decir con tanta certeza como creo en la Concepción Inmaculada de María y por las mismas razones, guardando la proporción. Le confiaré incluso algo que me gusta pensar: estoy muy persuadido también de que el cuerpo de San José está ya en la gloria y que está allí donde debe permanecer siempre. Como lo he dicho de su alma, junto a Jesús y María, super choros angelorum [ por encima de los coros de los ángeles]. Por eso, en vano buscaría usted reliquias suyas en la tierra. No las encontrará, igual que las de su santa esposa. De uno y otro no se poseen más que objetos, mientras que la tierra está llena de reliquias de los Apóstoles, de los santos contemporáneos del salvador, de San Juan Bautista, etc. Ni siquiera tuvo alguien nunca la idea de presentar falsas reliquias de esas dos eminentes personas, en lo que yo veo una disposición de Dios. Yo compruebo el hecho¸ usted le dará el valor que le plazca. Para mí, no es más que un confirmatur de mi profunda convicción, de la que hago pública profesión. Si agrada a su piedad, medítelo y no dudo de que lo adopte, me refiero al conjunto de mi doctrina sobre el santazo al que veneramos de todo corazón” [4].

Esta profunda devoción se enraíza en una amplia visión de fe sobre la predestinación de San José, esposo de María y padre nutricio de Jesús. Las razones de su veneración y de su confianza provienen de las relaciones del todo excepcionales del santo con el Salvador y con María Inmaculada, las dos grandes devociones del Servidor de Dios.

Esto explica por qué él obtuvo de la S. Sede autorización para hacer conmemoración de San José en todos los oficios de la Virgen (misa y oficio divino) [5]. También se le ve recurrir sin cesar a su intercesión, confiarle los intereses materiales de la Congregación, el reclutamiento, la salud de los misioneros, el éxito de su apostolado y el acierto de los capítulos generales que pone oficialmente “bajo el patrocinio de San José, nuestro muy amado Patrono”; bajo su misma protección coloca a menudo las casas, “después de la Santísima Virgen que debe ser siempre la patrona principal de todas nuestras casas” [6].

LA REGLA

En la Regla el Fundador no menciona explícitamente a San José. Sin embargo, como hace notar el P. Deschâtelets, superior general, en una carta a los provinciales, San José inspira una serie de artículos que describen la vida en el noviciado y que deberían guiar la de todas nuestras casas: “Me parece que es con el espíritu de San José como deberíamos practicar esos artículos de nuestras santas Reglas en que se describen con exquisita delicadeza todas las finezas de la caridad comunitaria hecha de atenciones, de humildad, de cortesía, de modestia, de piedad, mezcla de las virtudes naturales más suaves y de las virtudes sobrenaturales más exquisitas. Quiero hablar de los artículos 707 y siguientes, donde se trata directamente de los novicios, pero también, por lo mismo, del espíritu que debe animar toda nuestra espiritualidad comunitaria o congregacional. Yo creo que estos artículos nos remiten a la Sagrada Familia, y en especial a su venerado jefe, San José. Es lástima que no se piense en ello más a menudo. Con todo, no son solo los novicios los que tienen necesidad de esas virtudes comunitarias […] San José, ¡qué modelo para nosotros! ¡Qué inspiración para nuestra predicación! Con el santo patriarca entramos en una atmósfera de fe pura tan opuesta a la de nuestro siglo” [7].

LOS CAPÍTULOS GENERALES

Repetidas veces los Capítulos generales han testimoniado la confianza que la Congregación ponía en su santo patrono. Así el Capítulo de 1837, presidido por el Fundador, adoptó por unanimidad esta resolución: “El día de la oblación se recibirá la cruz, signo auténtico de nuestra misión, y el escapulario de la Inmaculada Concepción, que se deberá llevar bajo el hábito. Además, para dar a San José una nueva muestra de afecto y de confianza, el Capítulo ha decidido lo siguiente: por la tarde [en la oración de la noche], tras la oración Defende, se añadirá la oración Sanctissimae Genitricis tuae Sponsi…de San José, protector especial de nuestra Congregación”.

Como consecuencia del cincuentenario de la proclamación del patronazgo universal del San José celebrado por Benedicto XV, el Capítulo de 1920 decide añadir las letanías de San José al rezo cotidiano del rosario [8].

También durante el mismo Capítulo de 1920, Mons. Emilio Grouard, a instancias del P. José Ioppolo, solicitó y obtuvo la introducción de la invocación “Bendito sea San José, su castísimo Esposo” en las invocaciones que se rezan después de la bendición con el santísimo Sacramento [9].

LOS SUPERIORES GENERALES

Todos los superiores generales, cada uno en su momento, se confiaron a San José y recomendaron su devoción. Es significativo que una quincena de sus circulares administrativas lleven la fecha o de la fiesta de San José o de la de su Patrocinio.

Cuando la grave crisis financiera que atravesó la Congregación a principios de siglo, las autoridades recurrieron a San José [10]. También Mons. Dontenwill, tanto en su condición de superior general como en la de obispo, firmó la petición que solicitaba se introdujera el nombre de San José en el canon de la misa [11].

Con ocasión de la introducción de la causa de beatificación del Fundador en 1936, el P. Eulogio Blanc, entonces vicario general, después de expresar la gratitud de la Congregación a la Santísima Virgen por ese favor, añade: “¿Olvidaremos a su santo Esposo San José, a quien nuestro venerado Fundador llamaba ‘su gran patrono’? A él también vaya nuestra gratitud llena de alegría y de amor” [12].

Los miembros de la Congregación son así invitados a recurrir a San José en las alegrías; pero también deben acudir a él en sus penas: enfermedad, dificultades en el apostolado, pobreza de las misiones, etc. Los motivos de esta confianza son: la excelencia del santo patrono, su santidad, su poder, su papel de padre nutricio de Jesús, su unión a María, en una palabra, su admirable predestinación.

Razones especiales han hecho de San José un patrono peculiar y un modelo escogido para el Hermano oblato. El P. Luis Soullier, asistente general, explicaba: “Se puede decir de ellos lo que la Iglesia dice de San José: hombres fieles y prudentes, verdaderamente dignos de nuestra confianza y de ser puestos al frente de las cosas temporales de la casa de Dios” [13].

PRÁCTICAS Y COSTUMBRES

Bajo el impulso de tal devoción, este patronazgo de San José ha venido a concretarse en diversos usos y en muchas oraciones. Así, actualmente, un centenar de casas, instituciones o misiones, llevan el nombre de San José. Pero son sobre todo las personas quienes son puestas bajo su patrocinio. “Desde muy pronto, los aspirantes oblatos son invitados a desarrollar una devoción especial a San José. El manual de oraciones para uso de los juniores, publicado en 1891, contiene no menos de 28 páginas sobre la devoción a San José, y textos de oraciones de todas clases y para todas las circunstancias […] Lo mismo vale para los novicios y escolásticos. Los diferentes directorios de noviciados y escolasticados consagran uno o dos párrafos a la devoción a San José” [14].

Para los oblatos en general, los ejercicios de piedad en honor de San José se recogen en las diversas oraciones del Manual de oraciones. Son oraciones para antes y después de la misa, las letanías después del rosario, la visita a San José después de las visitas al Santísimo Sacramento y a la Virgen, la invocación y plegaria en la oración de la noche, la conmemoración en la misa y en el oficio divino en las fiestas de la Virgen, así como en la consagración a la Virgen y en los ejercicios del mes del Rosario, luego, la celebración del mes de San José y finalmente diversas oraciones para ocasiones especiales.

PREDICACIÓN Y PUBLICACIONES

Semejante devoción inevitablemente tenía que proyectarse en la predicación y en las publicaciones. Con todo, es bastante difícil seguir la trayectoria de la predicación, que no deja rastros, si no es en los manuscritos conservados en los archivos [15]. Conviene señalar algunas guías publicadas por los oblatos para ayudar a los predicadores en el curso del año litúrgico y que dan a San José el puesto que le corresponde. Entre otras: el Service de l’homilétique, publicado en francés por Novalis de la Universidad de San Pablo, el Gottes Wort im Kirchenjahr, en alemán, fundado por el P. Bernhard Willenbrink, y también, en inglés, The ABC Catechism: A Metod of Adult Religious Instruction del P. John W. Mole.

Las obras propiamente de teología o de historia publicadas por oblatos acerca de San José son más bien escasas. Podemos mencionar diversos meses de San José en el idioma de los pueblos evangelizados, artículos sobre el culto a San José, así como capítulos sobre este tema en obras de espiritualidad y en libros de meditaciones. Pero el deseo de propagar la devoción a San José se ha manifestado sobre todo por medio de revistas populares, boletines parroquiales y anales de los lugares de peregrinación.

DESPUÉS DEL VATICANO II

No se puede menos de comprobar un cambio de acento en los años recientes sobre todo después del Varticano II. La reforma litúrgica, en especial, quiso que todo estuviera bien centrado en Cristo. El culto de los santos ocupa, como es debido, el segundo lugar. Hay, sin embargo, el peligro de reducirlo todo a un panliturgismo que no deja lugar par formas muy válidas de la piedad. El equilibrio tardará cierto tiempo en lograrse. Esto vale para la devoción mariana, como lo ha recordado la Marialis Cultus [16], y con mayor razón para la devoción a los otros santos, incluso al humilde y glorioso San José. Aquí también la Congregación sigue a la Iglesia. Su espiritualidad cristocéntrica, heredada de su fundador y padre, está abierta a todos los contextos de la vida de la Iglesia y del mundo.

Maurice GILBERT