Félicité de Lamennais nació en Saint-Malo el 19 de junio de 1782. Nacido prematuramente, fue siempre una persona enfermiza, nerviosa e hipersensible. Tenía apenas cinco años cuando murió su madre. Vivió entonces en La Chênaie con su tía Des Saudrais. Fue su tío Des Saudrais, fiósofo y deísta teñido de paganismo, quien se encargó de su educación y abrió a este niño su biblioteca.
Un día, Félicité leyó “El Genio del Cristianismo”, redescubrió la fe, se abrió a su hermano Jean Marie, que era sacerdote, y, con 24 años, hizo su primera comunión. Escribe algunas obras y se prepara para el sacerdocio. Es ordenado subdiácono en el seminario de San Sulpicio el 23 de diciembre de 1815 y sacerdote en Vannes el 9 de marzo de 1816, pero confesó enseguida a su hermano que estaba insatisfecho.
En 1817, Félicité escribió “L’essai sur l’indifférence”. La repercusión de este libro es enorme. Los jóvenes y el clero se dirigieron a él como si fuera la encarnación de un catolicismo combativo. Pronto se congregaron junto a él discípulos tales como Gerbet, Rohrbachter, Lacordaire, Montalembert, etc. El P. de Mazenod sentía gran estima hacia Lamennais, apreciaba sobre todo su espíritu ultramontano. Muchos oblatos compartían este entusiasmo, en particular los PP. Touche, Courtès y Guibert. En su diario el Fundador escribió el 18 de enero de 1826 que en Roma los hombres más distinguidos admiraban a este escritor. El ultramontismo del segundo volumen de su “L’essai sur l’indifférence”, aparecido en 1820, ofendió al clero galicano. En la obra “Des progrès de la révolution et de la guerre contre l’Église”, Lammenais formula claramente sus ideas sobre el liberalismo, que pronto hicieron levantarse contra él a los obispos y una parte del clero.
El 16 de octubre de 1830, Lammenais y sus colaboradores fundaron el periódico “L’Avenir” para difundir sus ideas. El Fundador inmediatamente se muestra totalmente contrario a las tesis sobre la separación de Iglesia y Estado que el periódico trataba de difundir. No quería que los oblatos se suscribieran a este periódico: “Estaría desolado si alguno de los nuestros cayera en estas pamplinas”, escribe (Rey I, pág. 495). En las Actas del Capítulo General de 1831, se lee: “Está prohibido recibir en la sociedad cualquier periódico que no sea aprobado por el Superior General y en particular “L’Avenir” a causa de sus doctrinas políticas”. El P. de Mazenod velará a continuación para que las teorías menesianas no entraran en la Congregación.
Sin embargo, el Fundador distingue entre la doctrina que rechaza y el hombre cuyo talento admira. En 1831, una carta anónima difundida por Aix, acusa a Lammenais de ser un sectario que quiere atropellar el episcopado. Este querrá defender su honor, pidiendo al P. de Mazenod que se informe, respondiendo éste enseguida, el 7 de abril de 1831: “Su reputación corresponde a la Iglesia porque usted es sacerdote y apologeta de sus doctrinas más distinguidas en nuestros días y el más temible para el error”
Ante la oposición cada vez más fuerte a sus ideas, Lammenais anuncia en el último número de “L’Avenir”, el 15 de noviembre de 1831, que parte a Roma para someter su doctrina al Sumo Pontífice. Pasa por Marsella con dos de sus compañeros, Lacordaire y Montalembert, siendo recibidos por el obispo. Aún entonces el P. de Mazenod hace la distinción entre el hombre y sus ideas. El 3 de diciembre de 1831, escribe una bellísima carta de recomendación para el cardenal Pacca, la única que llevaron consigo a Roma los tres peregrinos. Se lee entre otras cosas: “El Sr. de Lammenais marcha a Roma (…). No comparto todas sus ideas, pero conozco su virtud, su simplicidad, su adherimiento a la Santa Sede; tampoco temo por su respuesta de sumisión a las voluntades del Jefe de la Iglesia. Va a Roma y no desconoce las advertencias desfavorables que le preceden en la Ciudad Santa; pero fuerte por las disposiciones de su del todo católica alma, no teme sufrir las pruebas que le preparan. He pensado que el patronazgo de un hombre tan justamente célebre es sería digno de vuestra Eminencia, cuya perspicacia sabrá discernir y apreciar el mérito en medio de las nubes que pudieran ensombrecerlo a los ojos de muchos. Monseñor, dígnase admitir al Sr. de Lammenais y sus palabras, que son expresión de su alma, convencerán antes a su eminencia que mi pluma, de que podrá presentarlo a nuestro Santo Padre, el Papa, como un hijo respetuoso y sumiso que no solicita más que dejar clara que su obediencia es tan larga y profunda como su renombre”.
En Roma Lammenais espera dos semanas para ser recibido por Gregorio XVI. En la audencia concedida por fin el 13 de marzo de 1832, el Papa no dice una palabra sobre “L’Avenir” y sus doctrinas. Pero una comisión lo estaba estudiano y en la encíclica “Mirari vos” del 15 de agosto de 1832, el Papa señala los peligros de las ideas menesianas sin nombrarlas. Pasado el 18 de agosto, el P. de Mazenod escribió al canónigo Cailhol: “Si Lammenais no quiere someterse, será para nosotros “sicus ethnicus et publicanus” porque la verdad está en las enseñanzas del Jefe de la Iglesia”.
El 10 de septiembre de 1832, Lammenais y sus colaboradores firman una declaración de sumisión, pero el 4 de agosto de 1833 comunica al Papa su decisión de apartarse de la vida publica eclesiástica. Sus amigos lo van abandonando uno tras otro. El 30 de abril de 1834 aparece “Paroles d’un croyant”, libro desgarrador de amor y odio, de oraciones y blasfemias. Pronto es condenado por la encíclica “Singulari nos” del 25 de junio de 1834. La ruptura de Lamennais con la Iglesia estaba consumada. Él continuará escribiendo sobre política y morirá sin arrepentirse el 27 de febrero de 1854.
Mons. de Mazenod nombra con poca frecuencia a Lammenais desde 1832, salvo en algunas cartas al Papa y al Ministro de Cultos para dar explicaciones sobre algunos sacerdotes de Marsella, menesianos aún y enfrentados a su obispo (Jonquier, Jonjon, Vidal y Blanc). Según el P. Rey, el Fundador escribió en 1844 que rogaba cada día por la conversión de Lamennais y que sostenía que “a pesar de todas sus blasfemias, no ha arrancado la fe de su alma” (Rey II, 175).

Yvon Beaudoin, o.m.i.