Nacimiento en: Lixheim (Moselle), Enero 24, 1803.
Ordenación sacerdotal en: Nancy, Noviem­bre 8, 1827.
Toma de hábito en: N.-D. de l’Osier, Enero 22, 1847.
Oblación en: N.-D. de l’Osier, Septiembre 8, 1847 (N. 175).
Expulsión: Septiembre 20, 1853.
Muerte en: Borville, Enero 8, 1862.

 

Honorato Timoteo Lempfrit nació en Lixheim, diócesis de Nancy, Francia, el 24 de enero de 1803. Sus padres fueron José Lempfrit, notario, y Josefina Lacombe. Realizó estudios en el seminario mayor de Nancy y fue ordenado sacerdote el 8 de noviembre de 1827.

Trabajó como sacerdote asistente en Badonviller de 1827-1829, pastor en Lesménils en 1820-1830, como capellán militar en 1830-1831, y posteriormente como pastor de Bernécourt (1831-1832). Ingresó más tarde con el Cisterciense, donde tomó el nombre de Dom Bruno. El 22 de enero de 1947 ingresó al noviciado Oblato en Notre-Dame de l’Osier con miras a ir a las misiones. El consejo general, en su reunión del 10 de agosto de 1847, consideró que al tener ya formación en la vida religiosa, se solicitaría una dispensa a Roma para reducir su noviciado en seis meses. Tomó votos el 8 de septiembre 1847, recibiendo el siguiente 14 su obediencia para Canadá. Al escribir al Obispo Guigues el 27 de septiembre, el Obispo de Mazenod recomienda “utilizar al misionero en Montreal, mientras esperaba continuar su viaje al destino final.” Vivió en Longueuil en 1847-1848 y salió después a Oregon.

Trabajó en Victoria y Cowitchan, British Colombia de 1849-1852. El 22 de mayo de 1849, el Obispo de Mazenod informó al Padre Ricard, superior de la misión de Oregon, haber recibido una carta del Padre Lempfrit. “Esa carta” dijo, “me dio gran gusto, pues veo que está contento… nada puede ser más deprimente que escuchar a los misioneros llamados a misiones lejanas por voluntad de Dios y por su atracción y celo personal, rendirse ante las pruebas y mirar atrás cuando han alcanzado su meta”. El 26 de enero de 1851, el Padre Lempfrit envió un importante reporte al Cardenal Fransoni, Prefecto de Propaganda, respecto a su apostolado con los amerindios y blancos en la isla Vancouver.

A principios de 1853, se recibieron noticias en Marsella de que el Padre Lempfrit había dejado su misión sin consultar. Parecía haber ido a la misión Santa Iñez en California, con la autorización del Padre Ricard. Sin embargo, ya no proporcionaba noticias de su paradero. En 1853 el Padre Ricard desconocía dónde se encontraba. El 12 de mayo el Fundador escribió al Padre Ricard: “Si cree que el Padre Lempfrit me ha escrito, está en un error. No sé ya lo que hace o qué ha sucedido con él. Debe sin embargo, llamarlo de vuelta a sus deberes, al haber encontrado su dirección. ¿En qué tipo de orden religiosa puede suceder algo así? Puedo comprender el que se haya sentido humillado al ser engañado por los nativos de cuya docilidad tanto se vanagloriaba y de quienes había escrito tantas cosas maravillosas, pero esta desventura no le dispensa de obedecer a sus superiores, a usted en primer lugar, a quien debía haber consultado antes de abandonar la misión que le había encomendado y cuya decisión debía haber esperado respecto a la misión que tanto deseaba.  Intente regularizar su situación y en caso de que sea ya un apóstata, infórmenos para actuar en consecuencia. Si este buen Padre tuviera algo de sentido común, podría yendo por buen camino, haber preparado nuestra llegada a California.”

A través del reporte de la reunión del consejo general del 20 de septiembre, sabemos que en el transcurso del verano el Padre Ricard dio detalles precisos sobre la situación del Padre  Lempfrit: “De acuerdo a una carta del Padre Ricard en el último correo recibido de América y leída durante la sesión, sabemos que este muy miserable sacerdote se comportó de la manera más indigna en su misión en Vancouver. Habiéndose entregado a sus bajas pasiones, se abandonó al peor exceso para escándalo de los colonizadores de los pueblos nativos canadienses, quienes escucharon todo de las infortunadas víctimas de seducción. Estos detalles tortuosos provienen del Obispo Demers de Vancouver, en una carta en latín dirigida al Padre Ricard, donde añade que como resultado de tan atroz escándalo, se paralizará cualquier avance en la religión de este pobre país y que las misiones se han convertido en una tarea casi imposible de realizar. Al escuchar tan terrible narración, todos los miembros del consejo estuvieron consternados y de forma unánime exigieron que tan vil sujeto recibiera de inmediato el castigo tan merecido, siendo la expulsión de la Congregación, a la que ha puesto en peligro de forma tan terrible”.

Tal decisión parece haberse tomado con algo de premura y sin haber escuchado a la persona en cuestión. El Padre Ricard y el Fundador confiaron en la palabra del Obispo Demers, quien había condenado al Padre Lempfrit basado en rumores. Además, se encontró que el sacerdote había realizado muy pocas conversiones sin suficiente instrucción a los neófitos antes de su Bautismo. Sin embargo, las cartas del Padre Accolti, S.J., y el Obispo  José Alemany de San Francisco, confirmaron las acusaciones del Obispo Demers.

Fue el Obispo de Mazenod quien informó personalmente al Padre Lempfrit de la decisión del consejo. Sólo contamos con una parte de la carta en Yenveux. El Fundador dijo entre otras cosas: “No hay nada más que añadir a esta penosa comunicación, excepto recomendar que tenga piedad de su alama. Pobre sacerdote, vuelva a la soledad del monasterio Cisterciano, que nunca debió dejar…”

De hecho el Padre Lempfrit sí volvió al monasterio y posteriormente fue pastor en Véheen en 1856-1860 y de Borville en 1860-1862. Falleció en Borville el 8 de enero de 1862.

Yvon Beaudoin y Gastón Carrière, o.m.i.