1. Santuario mariano; casa oblata de 1850 a 1903
  2. El servicio de la capilla confiado a los oblatos
  3. Actividad de los oblatos en el santuario de 1864 a 1903
  4. La casa oblata de Nuestra-Señora de la Guardia (1850-1903)
  5. Las expulsiones

Santuario mariano; casa oblata de 1850 a 1903

En la cima de una colina de 160 metros de altura, cerca del Viejo Fuerte de Marsella, se alza desde el siglo XIII un oratorio dedicado a Nuestra Señora de la Guardia. En poco tiempo había atraído a peregrinos, sobre todo a marinos que acudían a pedir la protección de la Buena Madre.

En 1524, en previsión del asedio con el que Carlos V había amenazado a la ciudad, Francisco I hizo construir un fuerte que englobó el oratorio. Este, sin embargo, siguió siendo un lugar de culto frecuentado hasta los primeros años de la Revolución francesa. En 1802 se devolvió al culto la capilla. Como en el pasado, subía un sacerdote a celebrar la misa los sábados, domingos y fiestas.

Nombrado obispo de Marsella en 1823, monseñor Fortunato de Mazenod quiso promover la devoción de los fieles; nombró a un capellán para celebrar la misa cada mañana. Con todo, no fue fácil hallar un sacerdote dispuesto a emprender cada día esa dura subida y esa peregrinación de más de una hora de marcha, entre ida y vuelta, hasta el Viejo Fuerte.

El servicio de la capilla confiado a los oblatos

La comunidad oblata del Calvario, siempre bastante numerosa, contaba con varios sacerdotes jóvenes. Mons. Fortunato pidió al superior que añadiera ese ministerio a las diversas obras de la casa. Entre los primeros capellanes oblatos son conocidos los Padres José Touche en 1830-1831, Mario Bernard de 1831 a 1833, Francisco Noel Moreau en 1834, Juan B. Honorat en 1835, Santiago Eymar en 1835-1836, Esteban Semeria y Antonio E. Rolleri de 1837 a 1841, y sobre todo Juan Antonio Bernard de 1841 a 1862. Con justo título este padre puede ser considerado como el verdadero restaurador de ese lugar de peregrinación en el siglo XIX; los marselleses pronto no lo designaron más que como “el sacerdote de la Buena Madre”.

Hombre afable y entregado, buen predicador, muy solicitado en las parroquias de la ciudad, el Padre atraía a los peregrinos a N.S. de la Guardia, donde pasaba la mañana para las confesiones y la misa. Lleno de iniciativa y de audacia, trabajó al mismo tiempo en la restauración material de la capilla.

La estatua de plata de la Virgen había desaparecido durante la Revolución. El P. Bernard mandó hacer otra, bendecida por Mons. Fortunato el 2 de julio de 1837. Luego logró hacer fundir en Lyon una de las mayores campanas entonces conocidas en Francia, de 8.342 kilos. Esa famosa campana que todavía existe fue bendecida por Mons. Eugenio de Mazenod el 5 de octubre de 1845. Finalmente, el P. Bernard concibió el proyecto de una nueva iglesia. Esta iniciativa fue del agrado de Mons. de Mazenod, quien a su paso por París en 1850, usó todo el peso de su influencia y de sus amistades para obtener del Presidente de la República, futuro Napoleón III, el terreno necesario para la reconstrucción de la capilla con dimensiones más extensas, aunque quedando todavía dentro del recinto del Fuerte. Se destruyó el antiguo oratorio, se levantó una capilla provisional y el 8 de septiembre de 1853, en presencia de unos cien mil peregrinos, fue colocada la primera piedra por Mons. de Mazenod y el diputado alcalde de Marsella, conde de Chantérac.

Esa construcción, obra del arquitecto Vaudoyer y del empresario Bérengier, costó cara. En una carta pastoral del 1 de noviembre de 1852 Mons. de Mazenod apeló a la generosidad de los marselleses y obtuvo también del Gobierno el permiso de lanzar una lotería nacional organizada por el P. Bernard. Tuvo la dicha de ver acabada la cripta en 1858, pero fue su sucesor, Mons. Patricio Francisco María Cruice quien presidió la consagración del nuevo santuario los días 4 y 5 de junio de 1864, en presencia de unos 50 cardenales y obispos y de algunos cientos de miles de peregrinos.

Actividad de los oblatos en el santuario de 1864 a 1903

El P. Bernard, demasiado emprendedor, cayó en desacuerdo con los miembros laicos del consejo de administración. Mons. Cruice tuvo que alejarlo y nombrar a uno de sus vicarios generales como presidente del consejo; pero mantuvo a los oblatos en su cargo de capellanes. Según los acuerdos tomados con el obispo, cuatro Padres y tres hermanos recibían un sueldo y debían consagrar lo mejor de su tiempo a los peregrinos, cuyo número desde 1864 se estimaba en más de medio millón cada año. Los oblatos solemnizaban sobre todo el mes de mayo y la octava de la Asunción, predicando uno de ellos cada año. El doctor Fabre, ferviente y entregado miembro del consejo administrativo, logró organizar, después de 1870, una peregrinación cotidiana de marselleses, formada por grupos parroquiales, asociaciones, escuelas, etc. Cada día del mes de mayo subía a N.-S. de la Guardia una parroquia de la diócesis. Y llegaban también peregrinaciones organizadas de otras diócesis de Francia e incluso de Italia, de España y de Bélgica. Se trataba, en general, de peregrinos que al ir a Roma, a Tierra Santa o a Lourdes, se paraban para saludar a la buena Madre. Casi cada año el cronista del códex histórico señala curaciones extraordinarias y la llegada de dones y exvotos por favores obtenidos.

La procesión del Corpus era, todavía en el siglo XIX , una de las fiestas más populares de la ciudad. En esa ocasión se procuraba que el triunfo de la Madre se asociara al de su Hijo. La estatua de N.S. de la Guardia dejaba así momentáneamente su santuario por dos días y recorría diversos barrios de la ciudad. Pasaba la noche en el Calvario. Las autoridades civiles prohibieron esa procesión tradicional, primero de 1870 a 1872 y definitivamente desde 1878.

A lo largo de todo el siglo XIX, el consejo de administración , a menudo ayudado por el consejo municipal, emprendió diversos trabajos, en especial la ampliación de la sacristía, la decoración interior de la cripta y de la iglesia superior, y sobre todo el acondicionamiento de una ruta transitable y de una escalera. El 10 de junio de 1879, a petición de Mons. Luís Robert, el papa León XIII erigió la iglesia como basílica menor.

La casa oblata de Nuestra-Señora de la Guardia (1850-1903)

El P. Bernard y sus compañeros al servicio de N.S. de la Guardia residieron en el Calvario hasta 1850. Entonces la Congregación alquiló una casa situada a mitad de la cuesta, calle Subida al Oratorio. Mons. de Mazenod instaló allí a la comunidad el 16 de diciembre de 1850 y compró la propiedad en 1852. El P. Bernard, primer superior, hizo alargar la casa 8 metros y construir otro piso. La casa contó entonces con 16 celdas, capilla, cocina, comedor y algunas salas. Poco a poco los Hermanos fueron preparando una hermosa huerta, con muros, cisternas, rampas, etc.

Ocho superiores se sucedieron, a ritmo más bien rápido, excepto los Padres Juan Antonio Bernard, que quedó de 1850 a 1862, Carlos Baret, de 1868 a 1875, y sobre todo Leopoldo Gigaud, de 1877 a 1899.

A Mons. de Mazenod le gustaba formar comunidades oblatas numerosas para mantener mejor la regularidad y la caridad fraterna. La de Nuestra-Señora de la Guardia estuvo siempre formada por una docena de oblatos, padres y hermanos, encargados del santuario y del cuidado de la casa y algunos misioneros. Desde mayo de 1855 y durante unos años, todas las celdas aún libres fueron ocupadas por los padres jóvenes obligados a seguir lo que se llamaba “el gran curso” con vistas a prepararse al ministerio del púlpito.

Si en los diversos santuarios situados fuera de las ciudades los Padres encargados podían ausentarse del mes de noviembre al de abril para predicar misiones, en Marsella no podían alejarse, pues los peregrinos acudían durante todo el año. No obstante, los Padres eran capellanes de las cárceles y de varias comunidades religiosas. A menudo predicaban también en las parroquias de la ciudad, mientras que el equipo de tres o cuatro misioneros recorría las otras parroquias de la diócesis o de las diócesis vecinas. No se puede dar la lista precisa de sus trabajos, más que para los últimos años del siglo XIX. De 1887 a 1893, por ejemplo, los 4 misioneros y los 4 capellanes dieron 3 misiones, 18 cuaresmas y 72 retiros. De 1893 a 1898 predicaron 7 misiones, 8 cuaresma, 5 advientos, 90 retiros, 3 meses de María y 15 octavas. Así pues, en N.S. de la Guardia como en el Calvario los oblatos anunciaban sin cesar la Palabra de Dios.

Las expulsiones

En 1880 un gobierno radical y sectario decretó la disolución de las Congregaciones religiosas en Francia. El 30 de octubre de 1880 llegaron tres comisarios a expulsar a los oblatos manu militari . Solo los PP. Gigaud y José Bovis, copropietarios, pudieron quedarse como guardianes del inmueble. Los otros Padres y los Hermanos fueron a habitar con familias amigas. Siguieron, no obstante, atendiendo al santuario y predicando como antes; incluso pronto volvieron a encontrarse en la casa para comer y para las reuniones de comunidad.

La confiscación de las propiedades, anunciada como cierta, no se efectuó entonces. Parece que esa semidispersión de la comunidad duró solo pocos años. En el codex de la casa se dice, en mayo de 1886, que los Padres y Hermanos expulsados en 1880 deben momentáneamente quedar fuera de la casa con ocasión del censo.

La ley de 1880 fue repuesta en vigor en 1903 y esa vez las propiedades fueron confiscadas. El 12 de abril de 1903 fue cuando los oblatos de N.S. de la Guardia recibieron la orden de disolver la comunidad; 15 días después fueron expulsados. El 10 de mayo siguiente monseñor Paulino Andrieu, obispo de Marsella, nombraba rector de la basílica al Sr. abate Caudray.

La casa fue puesta en subasta en 1906, pero no se presentó ningún comprador. En 1907 fue comprada a muy bajo precio por la Sra. Laurent, al parecer de acuerdo con los oblatos para devolvérsela un día; pero a su muerte en 1921, Mons. Antonio Fabre, obispo de Marsella, la compró a los herederos. Los oblatos protestaron y el asunto se llevó a la Congregación del Concilio que, el 14de diciembre de 1923, pidió a la diócesis que les diera 35.000 francos.

En cuanto al servicio de la basílica, el vicario general Luís Borel había anunciado al P. Antonino Guinet, provincial el 5 de enero de 1923 que los sacerdotes de la diócesis “unánimemente querían que la dirección de Nuestra-Señora de la Guardia fuera definitivamente entregada al clero diocesano”. Los oblatos comprendieron que no había ya que esperar que volviera a ellos la dirección de un santuario mariano al que estaban muy ligados sus corazones y el de Mons. Eugenio de Mazenod.

YVON BEAUDOIN, O.M.I.